Rusia en Siria: fuerza, diplomacia y ahora terror

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Aunque en el desplome del avión ruso de pasajeros hace unos días, la hipótesis de accidente no ha sido descartada, cada vez son más quienes piensan que ese avión pudo ser objeto de un atentado terrorista a manos de una filial de ISIS o Estado Islámico. Si esto se confirmara, sería necesario añadir estos lamentables hechos a las repercusiones por la decisión de Putin de intervenir militarmente en Siria de manera directa en favor de Assad.
Siria es considerada por el Kremlin como parte de su esfera de influencia. Desde el inicio del actual conflicto, Moscú ha dado todo el respaldo a su aliado. Sin embargo, apenas hace unas semanas, Putin decide apoyar a Assad con bombardeos directos contra todos sus enemigos, muchos de ellos contra ISIS, la mayor parte contra otras milicias rebeldes respaldadas por EU o sus aliados. Por un lado, al entrar a esta guerra civil con esa fuerza, el Kremlin pretende dominar el espacio aéreo, ganar la iniciativa de las operaciones militares, y rescatar al presidente sirio en un momento en que lo requería desesperadamente. Así, Moscú quiere garantizar que cualquier resolución a esta guerra civil tendrá que considerar sus intereses como prioritarios. Adicionalmente, Rusia busca enviar un mensaje de fuerza a enemigos y a aliados: Moscú está decidida a demostrar que no va a permitir que sus zonas de influencia sean libremente intervenidas por potencias rivales, aunque ello suponga oponerse a Washington frontalmente.
Los resultados no se han hecho esperar. Rápidamente Moscú regresa al terreno de la diplomacia, reforzando la posición negociadora de Assad. Líderes de todas las potencias involucradas, y representantes de la oposición Siria, han pasado o estarán pasando por las mesas establecidas por Moscú en estos días. Esto representa un escenario enormemente propicio para el Kremlin, salvo que hay un problema. El cascabel del gato se llama ISIS. Para Rusia, uno de los riesgos del crecimiento de ese grupo ha sido su potencial penetración entre sus propios habitantes. Se calcula que Rusia ha exportado unos mil 500 ciudadanos a las filas de ISIS. Por tanto, además de los objetivos arriba mencionados, Moscú entró a Siria buscando contener la amenaza de ese grupo.
Sin embargo, tras cinco semanas de combate, podríamos hablar ya de dos efectos negativos para Rusia: (1) Tras los bombardeos de Moscú, el actor que ha conseguido sacar mayor ventaja territorial no ha sido el ejército sirio, sino ISIS. A pesar de que también ha sido atacada por los aviones rusos, hasta ahora esa organización ha sido la más eficaz en detectar y capturar varias posiciones vacantes que se han producido. (2) Independientemente de si el desplome del avión ruso en el Sinaí fue o no fue un atentado terrorista, el impacto psicológico-político ya recorre los medios y las percepciones de muchas personas. Al igual que lo padeció Turquía hace unas semanas, hoy es la sociedad rusa quien recibe un mensaje de terror que podría impactar la opinión pública de esa nación y así, poner en cuestión la estrategia completa. Ese es uno de los precios que Putin sabía que iba a tener que pagar. Hasta ahora ha estado dispuesto a pagarlo. Habrá que ver si se mantiene así.
Twitter: @maurimm