Sí… Otra de Uber
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“Uber is so obviously a good that you can measure how corrupt cities are by how hard they try to suppress it”
“Uber is so obviously a good that you can measure how corrupt cities are by how hard they try to suppress it”
La cita (en realidad un “tuit”) no es mía, aunque mi trabajo me costó robármela. Se atribuye al programador británico Bill Graham y en un esfuerzo muy libre podríamos traducirla como:
“Uber es algo tan evidentemente bueno que te permite calcular cuán corrupta es una ciudad de acuerdo a los esfuerzos que se inviertan para obstaculizarlo”.
La afirmación es muy acertada, Uber es un sistema tan ventajoso (más eficiente, más barato y más seguro en todos los aspectos) que la única oposición posible vendrá de quienes, en cualquier parte del mundo, se benefician de los viejos, caros y obsoletos esquemas de transporte público.
Es como si encontrásemos la forma de tener intercambios sexuales cien por ciento seguros, libres de embarazos, enfermedades, descalabros sentimentales y otros riesgos asociados. ¡Sólo imagínelo: placer a plenitud sin miedo ni consecuencias! Si diéramos por casualidad con esta fórmula perfecta que permitiera al ser humano ejercer su concupiscencia sin restricciones, por increíble que parezca, aún tendríamos detractores que enfrentar, los mismos que han hecho de la culpa, del pecado y del temor a Dios el negocio más redituable de la Historia. Liberar la sexualidad humana de atavismos sería catastrófico para quienes ostentan la patente de la moral y expiden las entradas para la Gracia Divina y Eterna.
Así con Uber, una plataforma que permite que dos ciudadanos, uno con automóvil y otro con la necesidad de ser transportado, celebren un convenio rápido y justo para mutuo beneficio. Este maravilloso contrato entre personas libres se salta toda la tramitología burocrática: licencias, permisos, placas, concesiones; así como todas las rémoras de la corrupción: moches, sindicatos, cuotas. Por eso resulta más barato y por eso es también que nos transporta en coches nuevos (sin ese aroma a ardilla muerta disimulada con Vainillino Cotorro) y muchos hasta se dan el lujo de ofrecernos una botellita de agua purificada.
Pero las sagradas vacas que viven del moche y la corruptela están poniendo por supuesto el mugido en el Cielo y hoy aducen contra Uber un valor sobre el cual han posado su apestoso y mosqueado trasero durante décadas: Legalidad.
Según estos rumiantes, Uber se brinca las disposiciones locales y debe ser “metido al orden”.
Yo le adelanto: queda mucho debate, incluso a nivel internacional, por delante. Pero habrá que considerar siempre que prácticamente cualquier constitución de cualquier nación que se presuma libre ampara en sus garantías fundamentales la actividad que se realiza con Uber, y no hay reglamento estatal o municipal que esté por encima de la Carta Magna.
Es el caso que los vacunos aquéllos de los que hablábamos plañen ahora a la autoridad por orden y legalidad, e incluso atraviesan en sus argumentaciones “el interés de los ciudadanos”.
¡Nada más ridículo! Si a alguien le ha faltado control y vigilancia es al transporte público, y si algo ha sabido explotar abusivamente este gremio es precisamente esa necesidad fundamental de desplazarnos y que nos ha tenido hasta ahora cautivos de un servicio de porquería.
¿Interés ciudadano? ¡Mis calcetines!
Pero regresemos a la cita inicial de este texto: “Uber es tan bueno que nos permite medir cuán corrompida está una sociedad según la oposición que encuentre”.
Esta semana Uber arrancó operaciones en Torreón y Saltillo simultáneamente. En Saltillo trabaja hasta el momento sin mayores inconvenientes (pero no nos vanagloriemos, hay aún consideraciones que hacer).
En la hermana República Lagunera, sin embargo, la autoridad municipal implementó operativos contra los prestadores de este servicio e incautó diversos vehículos Uber bajo multas superiores a los 20 mil pesos.
Habrá que felicitar al alcalde Riquelme por cuidar tan celosamente a sus torreonenses de los peligros de la tecnología y por mantenerlos a sano resguardo varados en el siglo 20.
Sucede que las administraciones priístas son muy amigas (casi familia) de los gremios, sindicatos, uniones, centrales, confederaciones y similares de la República Mexicana (ni siquiera el PRI apuñala a quien saca a la gente a votar el día de las elecciones).
En cambio en la capital del Estado, aunque a la presente administración no le embarga este compromiso, sí enfrenta un riesgo inminente de que los transportistas hagan un plantón, obstruyan las vialidades, convoquen a una huelga y paralicen la ciudad, haciendo doblar las manitas al Alcalde de Saltillo y la operación de Uber comience a verse obstaculizada.
Le sonará exagerado pero ésta es una ocasión perfecta para darnos cuenta de quiénes somos y quiénes nos gobiernan.
Auténticas guerras se han librado en muchas ciudades del mundo donde Uber y otros sistemas afines han incursionado. Dichas guerras, sin embargo, no son como se piensa, entre los sindicatos, taxistas y concesionarios contra Uber.
Son en realidad batallas de los Gobiernos contra los ciudadanos. Los primeros por mantenernos cautivos dentro de un esquema de dependencia; los segundos por su derecho a decidir y optar, con entera autonomía y conocimiento, por lo que más les convenga.
No será sencillo, ni sin hallar resistencia de por medio. Ningún régimen alienta estos cambios, dado que amenazan la verticalidad en la relación Gobierno-ciudadanos.
petatiux@hotmail.com
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