Tumbando la (in)justicia patriarcal
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Mucho escepticismo se tiene sobre el sistema de impartición de justicia. En numerosas ocasiones se ha dicho que la justicia la obtienen los ricos, los poderosos, los influyentes (así en masculino); y en otras se ha dicho también, que la justicia es injusta por ser androcéntrica o, mejor dicho, patriarcal.
Lo cierto es que la sentencia que condena a una persona inocente es igualmente injusta que aquella sentencia que, esperando comportamientos estereotipados, condena a quien los rompe y justifica a quien los reproduce.
En ese sentido, se ha denominado justicia patriarcal a aquella que: 1) invisibiliza los privilegios masculinos; 2) no toma en cuenta la posición diferenciada y desigual que existe actualmente entre hombres y mujeres; y 3) dicta resoluciones a través de análisis sexistas. Esta justicia aplica la ley a través de una falsa objetividad, que en palabras de Adrienne Rich “es el nombre que se da en la sociedad patriarcal a la subjetividad masculina”.
¿Cómo iba vestida?, ¿Cuántas copas tomó?, ¿Era su pareja?, son preguntas habituales en nuestro sistema de justicia que reproducen el estereotipo de mujer-provocadora. Además, generan en las víctimas sentimientos de culpabilidad y llegan a justificar, en menor o mayor medida, los delitos sexuales en contra de las mujeres.
El esterotipo de mujer – madre – buena madre, ha servido como justificación para negar la guardia y custodia de menores, a muchas de sus madres trabajadoras; incluso hasta criminalizar a algunas mujeres por abortos espontáneos.
La pespectiva de género como herramienta de análisis de los fenómenos jurídicos, se ha convertido en una técnica útil para eliminar las relaciones desiguales de poder que existen. En otras palabras, le permite a las y los juzgadores ver los mismos hechos y analizar las mismas pruebas desde una mirada diferente, libre de prejuicios y estereotipos de género.
El problema es el de siempre: la ausencia de esta perspectiva en la práctica. En quienes diseñan las leyes, quienes las enseñan, quienes las aplican, quienes las interpretan, incluyendo a quienes las ejecutan.
Es cierto que las y los jueces tienen la obligación de juzgar con perspecitva de género; sin embargo, combatir la justicia patriarcal requiere, además del compromiso judicial, una estrategia coordinada de diversos factores y sujetos.
Con el hashtag #DafneLibreYa, se dio a conocer uno de los casos de (in)justicia patriarcal de nuestro país. Dafne McPherson es una mujer que fue injustamente acusada y sentenciada a dieciséis años de prisión, por homicidio calificado en agravio de su hija recién nacida, después de haber tenido un parto fortuito en las instalaciones de una tienda comercial en San Juan del Río Querétaro.
La acusación, asi como el proceso judicial, incluyendo la sentencia condenatoria, estuvieron basados en prejuicios y esterotipos de género resumidos en el llamado “instinto materno” que todas las mujeres por el hecho de ser mujeres tienen; aun y cuando Dafne desconocía su estado de embarazo.
Afortunadamente, y gracias a un extraordinario trabajo coordinado entre la defensa, organizaciones feministas y defensoras de derechos humanos, el pasado 25 de enero, luego de una batalla legal de más de dos años, Dafne ha sido absuelta y puesta en libertad.
La perspectiva de género ha sido crucial en el caso de Dafne. Desmontar el mito de la maternidad como naturaleza de las mujeres, ha permitido analizar las pruebas sin prejuicios y demostrar que contrario al papel de homicida que se pretendió asignarle, Dafne fue víctima de violencia obstétrica y de un proceso plegado de irregularidades.
Tener conciencia sobre el impacto que generan los estereotipos, puede contribuir considerablemente a la erradicación de la desigualdad y la discriminación contra las mujeres.
La conciencia de género evoca reconocer que la justicia tradicional, no es justicia; que esa justicia no es igualdad, porque nuestra realidad es desigual y tampoco es neutral, porque nuestro sistema es patriarcal. Esta conciencia obliga admitir que le debemos verdadera justicia a las mujeres, y como juristas es nuestro deber conseguirla.
La autora es Directora del Centro de Posgrado y Capacitación de la Academia IDH (Correo: palomalugo17@gmail.com twitter: @palomaalugo17)
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH.