Un semáforo in-significante

Politicón
/ 16 junio 2020

Conforme avanzan los días, va quedando claro que las autoridades federales de nuestro país se han equivocado gravemente en el manejo de la crisis pandémica que vivimos. Ello, como consecuencia de banalizar el fenómeno, asimilar a los críticos como enemigos del régimen, desoír consejos e insistir en los errores. También, por el hecho de nunca haberse dado el tiempo para entender a cabalidad lo que se venía encima, construir un plan integral de acción y subordinar a él la totalidad de la acción política y administrativa. Hoy que las cosas están muy mal, que el gobierno ha perdido la comprensión de la pandemia, no cuenta con ninguna narrativa para ordenarla y su operación es ineficaz y errática, solo se pide a la población que actúe conforme al color del semáforo que las autoridades van a establecer. Lo que parece ser la solución, es en sí mismo un nuevo problema.

El semáforo es uno de los ejemplos más utilizados en los estudios semióticos. Con facilidad queda claro que los significantes rojo, amarillo y verde corresponden los significados alto, alerta y avanza. La razón de esa correspondencia no es natural, por el contrario, es un producto cultural de un convencionalismo arraigado en una buena parte de las sociedades modernas, apoyado casi siempre en por la imposición de sanciones jurídicas. Con independencia de si el aparato en el que están colocadas las marcas de colores es mecánico, eléctrico o electrónico, la existencia del indicador suele ser suficiente para que quienes estén sometidos a sus señales, acaten las instrucciones que mediante ellas desean transmitirse. Ello con independencia de si es por mero acatamiento a la convención, por conveniencia o por estricto y consciente apego a lo dispuesto jurídicamente.

La facilidad y claridad del ejemplo semáforo tiene la ventaja de mostrar lo que acontece cuando el mecanismo no resulta claro, sea por el cambio súbito de los colores, de su posición o el número de ellos (significantes), o porque los colores no indiquen más lo que indicaban (significados). Para nadie escapa que un cambio en las condiciones acabadas de señalar debería resultar de un proceso de instrucción a efecto de evitar accidentes y, con ello, muertes, lesiones y daños materiales. Una autoridad responsable habría de establecer campañas de divulgación, difusión de reglas y capacitaciones, si buscara que las nuevas normas fueran comprendidas por la población y se ajustaran las correspondientes conductas.

Si los casos de resignificación son complejos, los de significación primaria o inicial lo son aún más. Decirle a alguien que ya conoce el semáforo y ha actuado conforme a él que, por ejemplo, la incorporación de la luz naranja entre la roja y la amarilla significa que se debe frenar con mayor intensidad que con la amarilla, no implica sino la incorporación de un ajuste sobre el panel ya conocido. Quien está habituado a acatarlo, únicamente incorporará una modalidad conductual a efecto de ajustar su conducta, porque ni el mecanismo en general ni sus funciones en particular le son desconocidas.

¿Qué sucede, en el contexto de la pandemia, cuando se genera un semáforo respecto de actividades en las que nunca ha existido para que sus potenciales destinatarios ajusten a él sus conductas? En lo que hace a los significantes, las autoridades han aprovechado el marco general de otros ya existentes. Sin embargo, hay un problema, porque los significados son completamente nuevos. No es lo mismo ordenar al conductor hacer algo con su vehículo, que decirle cómo actuar a los participantes en el conjunto de las actividades económicas o sociales que se realizan en el país.

El semáforo que las autoridades han planteado carece de significantes y significados claros. No es administrado por una sola autoridad. Las acciones que los observantes deben realizar no están definidas. Las autoridades no tienen competencias precisas para sancionar las inobservancias. Las sanciones no están claramente tipificadas. Conforme a tan imperfecto instrumento, desde ayer la población nacional circula sin saber muy bien hacia dónde.

 @JRCossio

Es Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Ha escrito 24 libros, coordinado 6 y compilado 2. Ha publicado diversos artículos en libros colectivos, cuadernos académicos, revistas especializadas, revistas de divulgación y periódicos. Fue Jefe del Departamento de Derecho del Instituto Tecnológico Autónomo de México durante 9 años, así como profesor de Derecho Constitucional y Teoría del Derecho en la misma Institución. Es Investigador Nacional Nivel III del Sistema Nacional de Investigadores, así como miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, del American Law Institute, de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, del Consejo Consultivo de Ciencias, del Patronato del Instituto Nacional de Medicina Genómica y de El Colegio Nacional. Le han otorgado importantes premios y reconocimientos, entre los que destacan: el Nacional de Investigación 1998, en el área de Ciencias Sociales, y el Nacional de Ciencias y Artes 2009, en el Campo de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía. Asimismo, es “Jurista Distinguido Residente” del Centro de Derecho de la Universidad de Houston. Actualmente se desempeña como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y como profesor en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Además de ser coeditor de la Sección “Salud y Derecho” de la Gaceta Médica de México, columnista en los periódicos “El Universal” y “El País”. También es coordinador de la colección “La Práctica del Derecho Mexicano” de Tirant Lo Blanch, así como de la Colección Temas Selectos “Código Nacional de Procedimientos Penales” de Bosch México.

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