Venezuela: ¡gloria al bravo pueblo!

Politicón
/ 11 abril 2017
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No podemos olvidar a Venezuela. En los últimos años, se ha vuelto un lugar común predecir la inminente caída de Nicolás Maduro y su régimen. Algunos, los más optimistas, dicen que ésta se dará con un referéndum pacífico que será aceptado por el Gobierno y conducirá a la transición a un sistema parecido a la democracia prechavista. Otros, más realistas, piensan que Venezuela tendrá una transición pactada entre un sector de los chavistas, los militares y las élites económicas, para que Maduro deje la Presidencia, pero que persistirá un régimen semidemocrático que seguirá dando muchos dolores de cabeza en los años por venir. Otros, los más pesimistas, piensan que Maduro sólo dejará el poder si estalla una guerra civil cruenta, que obligue a una intervención extranjera y a la derrota total de las Fuerzas Armadas, leales en su mayoría a la ideología chavista.

Lo cierto es que ante cada nuevo abuso, cada nueva medida dictatorial, cada nueva noticia de represión brutal del régimen, mucha gente dentro y fuera de Venezuela piensa: “Ahora sí” tocamos fondo y los chavistas abandonarán a los “maduristas”; “Ahora sí”, le llegó la hora a Maduro y los militares lo van a quitar del poder; “Ahora sí”, la OEA hará algo en serio y presionará para que haya elecciones libres; “Ahora sí”, se quedarán sin aliados en Sudamérica; “Ahora sí”, ni Cuba los defenderá; “Ahora sí”, intervendrá Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU o alguien; “Ahora sí”, regresará la democracia.

Pero la realidad es que Venezuela parece ir en una caída permanente en la que nunca llega a tocar ese “fondo” que active un cambio sustancial e inmediato que mejore las cosas. La decisión del Tribunal Supremo de usurpar las funciones del Poder Legislativo fue otro momento triste e indignante en esa caída. Ante las fuertes presiones internas e internacionales, el Gobierno de Maduro se tuvo que echar para atrás. 

¿Hay motivos para la esperanza?, sí. La perseverancia de los millones de venezolanos decididos a tomar la calle, a luchar hasta el final, hasta que la comunidad internacional reaccione. Es la hora del liderazgo mexicano en la mayor crisis internacional de Latinoamérica en este siglo.

Casi el único motivo para la esperanza sigue siendo la heroica lucha del pueblo venezolano, que este sábado volvió a desafiar el peligro y se volcó a las calles a protestar por su libertad. La persecución contra la oposición no da tregua, esto no sólo se ve reflejado en los gases lacrimógenos, chorros de agua y golpizas brutales que reciben los manifestantes. También en resoluciones como la inhabilitación por 15 años al principal líder de la oposición, Henrique Capriles, para evitar que compita en las elecciones presidenciales del próximo año. Con Leopoldo López en la cárcel, y Capriles impedido para competir, Maduro espera volver a imponerse por la mala para conservar el poder. Pero sus acciones siguen siendo enfrentadas con gran valor por un pueblo que no se resigna a vivir bajo la sombra de un dictador. 

Finalmente, vale la pena insistir en algunas lecciones que nos deja el caso venezolano. Uno, que las democracias se pueden enfermar gravemente de corrupción de sus élites e incompetencia de malos Gobiernos. Dos, que la cura para estos problemas son instituciones fuertes y Estado de derecho, algo que sólo se puede construir de manera colectiva con un gran esfuerzo de toda la sociedad. Y tres, que las figuras demagógicas –de derecha o de izquierda– que ofrecen soluciones personalistas en nombre del “pueblo” nunca piensan en fortalecer a las instituciones o el Estado de Derecho. Al contrario: buscan erosionar a las instituciones porque son un estorbo a su voluntarismo y destruyen el Estado de derecho para quedarse con todo el poder. Son lecciones claras que no debemos olvidar nunca en nuestro México. 

En estos días, para Venezuela, vale la pena recordar el coro de su Himno Nacional: “Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando, la virtud y honor”.

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