¿Por qué se requieren los contrapesos en una democracia?

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En un país democrático, como Estados Unidos, hasta el Presidente −que se asume como el hombre más poderoso del planeta− tiene límites y los otros poderes pueden intervenir para proteger los derechos y el interés de los ciudadanos
A propósito de la elección judicial, se ha reactivado en México el debate sobre la importancia de los pesos y contrapesos en un sistema democrático, y sobre cómo la propia elección que acabamos de vivir mina los mismos y pone en peligro la vida política de México y el bienestar de los ciudadanos.
En este debate no se trata de ser fatalistas ni de afirmar que la democracia y la justicia en el país han muerto, o de señalar con certeza que nos enfilamos a una dictadura como Venezuela o Cuba, porque no tenemos indicios, al menos hasta ahora, de que ello vaya a suceder, pero sí existen riesgos de concentración de los tres poderes de la Unión en una misma corriente política, y ello no es conveniente para los ciudadanos.
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Para ilustrarlo, y con el objetivo de quitarle el ingrediente ideológico al debate, voy a utilizar ejemplos de Estados Unidos para destacar las formas en que los pesos y contrapesos pueden jugar a favor de los ciudadanos, y cómo la ausencia estos puede ser altamente perjudicial.
Donald Trump es un presidente enérgico que le gusta que sus decisiones imperen, hoy se encuentra en su segundo periodo de gobierno y en ambos mandatos le ha tocado lidiar con contextos distintos. Por ejemplo, en su primer periodo, Trump no tuvo el control del Congreso de los Estados Unidos y tenía una Suprema Corte con mayoría de integrantes liberales; mientras que en su segundo periodo, su partido, el Republicano, tiene mayoría en ambas cámaras y la Suprema Corte tiene más miembros conservadores.
En su primer periodo, Trump quiso llevar a cabo muchos de los programas que hoy implementa, algunos de ellos perjudiciales para los derechos de las personas. Por ejemplo, buscó ampliar la construcción del muro fronterizo con México, pero el Congreso, de mayoría demócrata, frenó la medida; o bien, impulsó medidas en contra de la población migrante que diversos tribunales federales revirtieron en varias ocasiones.
Es decir, en un país democrático, como Estados Unidos, hasta el Presidente −que se asume como el hombre más poderoso del planeta− tiene límites y los otros poderes pueden intervenir para proteger los derechos y el interés de los ciudadanos.
En cambio, en el segundo periodo, Trump cuenta con un Congreso de su mismo partido y una Suprema Corte más conservadora. Ello se ha traducido en más excesos y menos límites a la hora de gobernar, con aranceles para muchos países, endurecimiento en la política migratoria, medidas como la cancelación de visas a estudiantes extranjeros y hasta intervención de universidades.
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Aun así, la Suprema Corte, con todo y que es conservadora, le ha puesto un alto en varias ocasiones, porque su diseño funciona: los jueces, al ser designados de forma vitalicia y por la dificultad de removerlos, pueden tomar decisiones independientes, incluso contrarias al poder.
En cambio, en México los nuevos ministros le deben su cargo a Morena: muchos militaron en dicho partido, pueden ser removidos y duran en el cargo menos tiempo, lo que compromete su independencia y le resta poder al sistema de pesos y contrapesos.
victorsanval@gmail.com