Protagoniza Claudia anticonstitucional festejo de la Constitución

Opinión
/ 6 febrero 2025

Que la Presidenta no haya invitado a la ministra Piña a la celebración del aniversario de la Carta Magna fue no sólo un acto inurbano e incivil, sino un atentado contra la unidad

Fue un Teatro de la República sin República. Fue un festejo anticonstitucional de la Constitución. El hecho de que la Presidenta no haya invitado a la ministra Piña a la celebración del aniversario de la Carta Magna fue no sólo un acto inurbano e incivil, sino un atentado contra la unidad que en estos tiempos ha de privar en México y entre todos los mexicanos, más aún entre quienes ocupan cargos de poder en la nación. Se contradice Sheinbaum al pedir esa unidad y luego actuar contra ella. Peor todavía: aparece de nueva cuenta como una continuadora de las actitudes vindicativas, de exclusión y autoritarias de su predecesor. Me apena lo sucedido, pues había advertido en la mandataria algunos visos, siquiera fuesen mínimos y cautelosos, de independencia personal frente al jefe máximo, pero una acción como la que cometió el pasado 5 de febrero pone a la Presidenta en la misma afrentosa y personalista tesitura de AMLO, y la asemeja al cacique en el desprecio a la legalidad y a las instituciones y en la cerril hostilidad a quienes no se someten a su voluntad. A la ofensa añadió Sheinbaum la injuria cuando sí invitó a las ministras adictas al régimen, atentas y seguras servidoras de la 4T en la Corte. Unánime ha sido la condena de la falta cometida por la Presidenta; sólo la han justificado quienes en forma acrítica –eufemismo para no decir servil– alaban sistemáticamente sus acciones y cierran los ojos ante el continuo derrumbamiento del país. Inútil es decir que por su parte la Presidenta hará oídos sordos a los reproches que le ha acarreado su descortesía, la cual va mucho más allá de una mera falta al protocolo, pues hace violencia grave al espíritu de la Constitución, al republicanismo y a la unidad nacional... Sedaré con algunos relatos de humor lene el desánimo que puso en mí esa culpable omisión. Desde ahora le comunico a la doctora Sheinbaum que la próxima vez que haga yo en mi casa una carne asada no la voy a invitar, pa’ que vea lo que se siente... Don Poseidón era hombre rústico, poco hecho a los usos del mundo y sin ningún roce social. El novio de su hija se apersonó ante él y le dijo: “Vengo a pedirle la mano de Glafira”. “¿La mano nada más? –frunció el entrecejo el rupestre genitor–. Así nunca van ustedes a tener familia”... Los caballeros de Lancashire iban a partir a la Cruzada. El herrero del pueblo les vendía los cinturones de castidad para sus esposas a la cuarta parte del precio que pedían los herreros de otros pueblos. Explicaba: “Donde gano es en la venta de las llaves a las damas”... Babalucas no es hombre de negocios. Puso uno y de inmediato fracasó. Era una sala de masajes de autoservicio... Vendado de pies a cabeza igual que momia egipcia estaba en el hospital un infeliz. Fueron a visitarlo sus amigos, y uno de ellos le hizo la obligada pregunta: “¿Qué te sucedió?”. Con voz apenas audible respondió el lacerado: “Vionos”. Inquirió el otro: “¿Es eso un letal virus o bacteria fatal que te postró en el lecho?”. “No –aclaró el doliente–. Estaba yo en ilícito trance con mujer casada; llegó el marido y vionos”... Don Cucurulo, señor con más años que dos pericos juntos, cortejaba discretamente a Himenia, célibe otoñal. Ella lo invitó a merendar en su casa y le ofreció un ameno piscolabis de galletas de animalitos con una soda colorada sabor de ponche tropical. Animado por dos tragos de tequila que ocultamente le había dado a una nalguerita le dijo don Cucurulo con emotivo acento a su anfitriona: “¡Amiga mía! ¡La veo y palpito!”. “¡Caballero! –se ruborizó la señorita Himenia–. ¡Yo no soy pa’ eso!”. (No le entendí)... FIN.

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