Puerta ‘La Antigua’

Opinión
/ 5 septiembre 2021

Entre las puertas históricas que pueden registrarse en Saltillo se cuenta la puerta cochera del edificio que desde 1999 ocupa el Centro Cultural Vito Alessio Robles en las calles Hidalgo y Aldama. Antigua residencia de la familia Sánchez Navarro, su construcción se remonta al siglo 18 y se extiende de Hidalgo a Bravo.

Ubicada en la parte posterior de la casa, la puerta constituye un buen ejemplo de los portones de servicio de las viejas casas residenciales de la ciudad. Construida en madera, material idóneo para la fabricación de puertas y también el más susceptible a la destrucción por el tiempo, es una suerte que no sucumbiera a sus embates. Mario Herrera, prestigiado crítico de arte, afirmaba que es la más vieja de Saltillo, a lo que habría de agregársele “en su tipo”, ya que dos o tres antiguas casonas de la ciudad conservan sus puertas principales originales, incluso bellamente talladas. Mandada a restaurar por el secretario de Educación del estado, Higinio González Calderón, se le bautizó con el nombre de “Puerta La Antigua”.

Puerta cochera o portón, se compone de dos grandes hojas, una de ellas con postigo para el paso de peatones. Seguramente, en otros tiempos las dos hojas se abrieron al paso de los carretones tirados por mulas y cargados de leña o verduras traídas de las huertas cercanas para atizar los fogones de las cocinas y alimentar a los habitantes de la casa, lo que justifica su altura de casi cuatro metros y su anchura de más de tres. Por ahí entraría también el coche de caballos de la familia y quizás alguno que otro jinete en brioso caballo. En tiempos más cercanos, cuando la casa fue sede de la Presidencia Municipal, se abrió de par en par para dar paso a la “Julia”, que traía a las personas detenidas por transgredir la ley para encerrarlos en las celdas de la cárcel municipal, ubicadas en el lado sur del patio. De esos tiempos, las entrañas del postigo guardan la negrura que les dejó el fuego que le arrimara un trasnochado imitador del Pípila, afortunadamente pronto sofocado.

A nivel constructivo, la puerta destaca por su limpieza formal, el ensamblado de sus tablones de recio mezquite y el sistema de rotación de sus hojas mediante pivote o espigón para facilitar su giro. Su sistema de fabricación habla del tiempo de su nacimiento, no menor a dos siglos y dos décadas.

“La Antigua” aún conserva los cerrojos y las aldabas originales. Cuando lo miro me pregunto si alguna vez alguien introdujo por ese cerrojo un mensaje importante, tal como doña Josefa Ortiz de Domínguez pasó por el cerrojo de su puerta el papel con el aviso para Ignacio Allende de que había sido descubierta la conspiración independentista. Sus maderas muestran en el exterior la huella de un llamador que no conservó.

La ornamentación externa y la hechura simple y recia muestran el equilibrio razonable de la puerta funcional que reúne las artes de la carpintería del siglo 18 y la herrería artesanal. Múltiples capas de pintura ocultaron por mucho tiempo los símbolos utilizados en los elementos metálicos decorativos de la puerta, descubiertos en la restauración. Guardando simetría, adoptan forma de víboras de cascabel y cocodrilos, grabados a golpe de cincel con motivos vegetales, animales y rostros humanos de dibujo ingenuo, propio del arte popular mexicano. Llama la atención las figuras escogidas por el herrero. El cocodrilo, guardián de la sabiduría universal, se asocia con la supervivencia y es considerado un animal de poder, astuto y sabio; el pez, uno de los más antiguos símbolos de reconocimiento entre cristianos, es un talismán y simboliza al mismo tiempo la fecundidad y la muerte. Una figura que parece un perro escuálido no deja dudas de su función de compañero y guardián.

Sólido como buen portón burgués, el tachonado y los herrajes ornamentales de la parte externa de “La Antigua” refuerzan el entablerado y la vuelven menos vulnerable a los ataques del exterior.

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