¿Qué hacer? Es Navidad, pero en México sólo hay tristeza y calamidad
¿Qué hacer? Sencillamente no lo sé. Hoy es un día grande y bueno... en teoría. Son Navidades. Es decir, día de brindar, día de agradecimientos, buena comida y mejor charla. No más. Habitamos un país y un mundo calamitosos. Podridos. Un mundo en franca descomposición y la humanidad en involución, no evolución.
¿Día de buenos deseos y para bienes? Al parecer no. La tristeza, el llanto contenido, la impotencia, la melancolía, el pesimismo, el desamparo, la desolación... la nada. Sin duda, este es el peor y el mejor de los tiempos. Se comunica todo mundo en “tiempo real” y la soledad es asfixiante, más entre adolescentes. Se cree en magia (ya no religión) y se abomina de la ciencia. Es época de sequía de valores y solidaridad, y todo se ha vuelto individualidad e individualismo, acodados siempre en un sillón y dando “like” en redes sociales.
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No hay esperanza ni primavera posibles. Sólo existe la desolación de un macilento y perpetuo invierno de tristeza en nuestras vidas. Creo, usted ya lo notó, he parafraseado la prosa perfecta de mi amado Charles Dickens en su libro “Historia en dos ciudades”. El inicio de su texto clásico, línea por línea, es el siguiente: “Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura: la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas...”.
Sólo después de William Shakespeare, Charles Dickens es el autor más leído y conocido en lengua inglesa. Su presencia en el mundo es ingente. En su juventud practicó un oficio hoy olvidado: fue taquígrafo; lo cual le abrió las puertas del periodismo. Hoy es eterno. Cuando la suerte empezó a sonreírle al inglés Charles Dickens (1812-1870) en sus mocedades, fue cuando se hizo taquígrafo en la audiencia en Inglaterra. A los veinte años su habilidad en la taquigrafía –única, extraordinaria, dicen las crónicas de la época– le abriría las puertas del periodismo en el “Evening Chronicle”.
¿Taquigrafía? Hoy nadie sabe qué es. Vaya, ya casi y nadie puede escribir con lápiz su nombre completo en una hoja de papel. ¿Lo ha notado? La escritura como tal, está a punto de morir. Como casi todo lo antiguo. “Antiguo” entendido como lo de ayer. Dentro de poco, ya no habrá dinero. Ni en papel ni en monedas. Ahora se llaman “criptomonedas”. Aunque los experimentos de ello, han quebrado. Casi todos. Tal es la penetración de este dinero “virtual” que hasta el propio Banxico (Banco de México) tendrá en el 2025 su esquema de dinero digital o “criptomonedas”.
Lo anunció en su momento la gobernadora del Banxico, Victoria Rodríguez Ceja. Según sus estudios, la nueva moneda digital cumplirá con las tres funciones del dinero: medio de pago, unidad de cuenta y depósito de valor. Todo, todo es virtual: los besos, los likes, los saludos, los boletos de avión, el dinero; casi hasta la vida misma. De hecho, hay gobernadores casi 100 por ciento virtuales, como el de Nuevo León, donde hay un co-gobierno entre Mariana Rodríguez y Samuel García. Ellos son virtuales, pero las muertes y decapitados diarios son reales. La desolación es brutal.
ESQUINA-BAJAN
Quien esto escribe, lo confiesa pudorosamente: estudié taquimecanografía –así se le denominaba, de corridito– en una descastada Academia Comercial en el centro de Saltillo. La Academia ya desapareció, no así las lecciones las cuales recibí y cumplí con rigor franciscano a partir de las siete de la mañana y por espacio de un año y meses.
Dickens aprendió taquigrafía. Robert Riskin, uno de los autores-libretistas de argumentos cinematográficos, en su momento, de los mejor pagados de Hollywood, era taquígrafo. Peter B. Kyne, autor de una novela corta famosa, “Capi Rick”, era taquígrafo y acopió los materiales para sus cuentos y novelas, cuando éste era secretario, tomando nota en negocios madereros y de cabotaje en EU. Herman Shumlin, el célebre empresario de “Gran Hotel”, tuvo como secretaria y taquimecanógrafa a Lillian Hellman, autora reputada a la vez de “La Hora de los Niños” y “Los Zorritos”...
Escribo estas líneas días antes de Navidades de este ya año casi fenecido de 2023. Tomemos varios diarios de VANGUARDIA al azar y veamos cómo anda México, Coahuila y el mundo. ¿Evolución y buenos deseos? Ja. Lea usted: la frontera de Coahuila, México, con Estados Unidos, Texas, es un caos monumental (18, 19, 20 de diciembre). Más de 5 mil migrantes cruzaron de manera masiva en estos días de Piedras Negras a Eagle Pass. El alcalde aquella ciudad, Rolando Salinas, emitió una “declaratoria de emergencia” a la cual se le definió como “invasión migrante”.
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En Guanajuato y en plena posada y en tiempo real, masacraron a 12 personas, muy jóvenes todos (17 de diciembre). 30 minutos duró el ataque armado. Pero, dice con su lengua de trapo Andrés Manuel López Obrador, en México “ya no hay masacres”. De mentira en mentira, los jóvenes mueren. En Zacatecas, tierra gobernada por el morenista David Monreal, protegido de AMLO, mataron al dirigente ganadero, Cuauhtémoc Rayas Escobedo (presidente de la UGRZ). Asesinan a 2 en Zapopan...
LETRAS MINÚSCULAS
¿Buenos deseos esta Navidad? Habitamos la desolación, un páramo de violencia sin brida ni bozal.