Café Montaigne 276: Los cuatro humores de la antigüedad

Opinión
/ 21 diciembre 2023

Usted y yo hemos crecido y crecemos juntos. Sus ideas y exploraciones son aquello lo cual su servidor explora y transforma en letras. Hay un tema el cual hemos tocado ya varias veces, tanto en “Block de Notas” como en la columna dominical de “Salpicón” en la revista “360” de esta casa editora. El tema no es baladíes y sí, un tema superior: la comida, la indigestión, los males estomacales, los males del intestino; el no ir a cagar ni mear como Dios manda. La fatídica diarrea lo es tanto como el estreñimiento. En fin, temas no hueros ni baladís. Vaya, son la vida o muerte del ser humano.

Y todo, todo deriva del nombre de Dios, sus cuatro letras jamás nombradas, descifradas ni se pueden decir, es el innombrable. Las cuatro letras de Dios, su nombre: JHWH. Sí, es el tetragrama divino. Y de aquí derivan muchas aristas insospechadas, pero que usted no dudo conozca. Es decir, el cuatro es un número simbólico. Es un pilar divino. Número, digamos, mágico. Es obvio y es alquímico: los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. Los cuatro tiempos del clima o estaciones: primavera, verano, otoño e invierno.

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Pero también los cuatro humores de la antigüedad: cólera, sangre, flema y melancolía. Y claro, los cuatro elementos del cuerpo humano los cuales nos componen: espíritu, carne, humores y huesos. Lo anterior lo he tomado de la lectura del libro “Cuestiones Simbólicas” de Raimon Arola, para editorial Herder. Entonces me detengo en un punto importante: “humores”. Le repito mi estribillo machacón: si los humores, los sudores, las execraciones del cuerpo, los mocos, las flemas, el vómito, la diarrea, la orina... ja, usted ha de estar asqueado, estimado lector, pero siga leyendo por favor, si lo anterior no fuese importante, nadie escribiría de ello.

Voy de nuevo: el virus de la diarrea y vómito anduvo pegador en Monterrey y aquí en Saltillo. Mucha gente a mí alrededor lo padeció. Aún lo siguen padeciendo. De diez pacientes en consulta, me contó mi doctor de Monterrey, entre 6 y 7 traían el mismo y emperrado mal. ¿Remanentes del huracán “Otis” y sus vientos malsanos, los cuales viajaron y se estacionaron aquí en el Norte? Pues sí, puede ser probable. Todo mundo sabe de la “Teoría del efecto mariposa”. Si llueve y se desata una plaga en Marruecos –por cierto, tierra adoptiva del sabio editorialista de esta casa editorial, Carlos Arredondo–, tendrá repercusiones en la producción de manzana de la sierra de Arteaga o en el estado de ánimo del gobernador (es un decir) virtual de Nuevo León, Samuel García.

Lea usted lo siguiente para probarle mi teoría, la cual ya tengo varias columnas arrastrando en este generoso espacio de VANGUARDIA:

La Vida Eterna, un excremento de carnero,

Sube enroscándose por el tallo de la cicuta...

He conservado la grafía original del poema de la poeta norteamericana la cual murió en el año 2018, dueña de una obra de varios registros donde se amalgama lo trivial, lo aparentemente trivial con eso llamado trascendental, Úrsula K. Le Guin. ¿Lo nota? ¿Qué es la Vida Eterna? Un excremento, la mierda del carnero. Línea después sigue su Apocalipsis personal, su escatología poética: “Os ruego, babosa y gusano, si podéis, / comer cicuta, ¿tenéis estómago para nosotros?”.

ESQUINA-BAJAN

¡A otro público con semejante verso! Cuántas ideas en algunas palabras apenas. Sí, es ese viejo temblor de las palabras. Y antes, mucho antes de estos tiempos donde se ha perdido la inteligencia de los humanos y se la hemos dejado a los celulares “inteligentes”, cuando su servidor era un infante, cuando este escritor estaba enfermo de “algo”, vaya usted a saber de qué en específico, cuando mi madre cargaba con mi enjuta humanidad y me llevaba al doctor, invariablemente recuerdo lo siguiente: uno tenía que llevar un frasco con orina. Otro, con los primeros excrementos (la cagada, la mierda; así se dice, no se me asuste lector. Hoy hasta el lenguaje aceptado por la Real Academia de la Lengua Española causa miedo, ¡puf!) del día.

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Es decir, el doctor en turno veía aquellos frascos de inmundicias humanas, les daba vueltas, lo revisaba a uno con ojos inquisidores e implacable, daba una receta. ¿Hoy? Hoy todos le preguntan a Internet. Y al parecer, Internet responde. Un ejemplo rápido y al azar, ¿de dónde viene la leche? Si usted le pregunta lo anterior a cualquier muchacho descerebrado de cualquier universidad, le va a responder: “La leche viene de Oxxo o de Walt Mart”. Leamos a un poeta mexicano recién fallecido en este año, Antonio Deltoro. Leámoslo para gozarlo siempre:

Algo se transmite por la leche de vaca

Que prolonga la teta

Y hace cachorros a gatos y humanos...

No más. Hoy todo mundo se amamanta en Internet y la ignorancia es brutal. ¿Usted tiene miedo de cargar y orinar como Dios manda? Se pierde de lo mejor de la vida, tanto en el sentido físico como intelectual. Hoy terminaremos convocando a un clásico, como los anteriores escritores aquí citados. Es el maldito de Charles Baudelaire. Lea usted...

LETRAS MINÚSCULAS

“En la hora en que entra el frío, la sangre, los sudores...”. Nada por decir.

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