¿En qué momento Xóchitl Gálvez, candidata presidencial por la coalición Fuerza y Corazón por México, pasó de ser el voto esperanzado para transformarse en el voto desesperado ante la situación que vive el país?
La pregunta es relevante a raíz del proceso de su campaña, que no le ha permitido crecer en las encuestas de manera significativa y de su lamentable participación en el primero de los tres debates, entre candidatos presidenciales, efectuado el pasado domingo 7 de abril.
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La explicación simplista apuntaría que Xóchitl nunca fue la candidata idónea elegida por la oposición en su momento, pero estaría equivocado de tajo.
En su momento, Xóchitl fue una candidata disruptiva, atrevida, espontánea y, sobre todo, con la posibilidad de imaginar otro México posible; contrario a su contendiente, Beatriz Paredes, quien no conecta, a pesar de sus cualidades, con el momento histórico que vivimos, pero sí con su generación priista anclada en el periodo populista de Luis Echeverría y el neoliberal de Carlos Salinas de Gortari. Su imagen olía a naftalina y a pasado: olfateaba al México anterior.
Xóchitl, en cambio, emergía con una fuerza descomunal, catapultada por su historia de vida con raíces indígenas, su resiliencia espiritual y personal y sus logros −definidos por méritos propios− en los ámbitos empresarial y político.
¿Quién recuerda algún logro significativo de Beatriz Paredes −en los muchos cargos públicos ocupados− que haya incidido de manera importante en la vida de los mexicanos? Porque Xóchitl, cuando creó y dirigió la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (2000-2003), misma que fue renombrada como Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (2003-2006), impulsó la construcción de carreteras, obras de electrificación, llevó agua potable a cientos de comunidades y generó programas ecoturísticos y productivos para mujeres indígenas.
Una característica más distinguía a Xóchitl de Beatriz: su perfil ciudadanizado, el cual provocó este comentario personal de un distinguido político coahuilense, cuyo partido integra la coalición Fuerza y Corazón por México (PAN, PRI y PRD): “toca aceptar la candidatura de Xóchitl porque no tenemos otra alternativa: ella es la mejor candidata. Sin embargo, los partidos (sic) no sabemos como actuaría con nosotros en caso de llegar a la presidencia de la República”.
Esa frase precisa el trasfondo que debilitó la candidatura de Xóchitl para ser sacrificada por la lógica de los partidos políticos o, dicho en otras palabras, por la partidocracia: ¿cómo confiar en una candidata ciudadanizada −e imprevisible− que de llegar a la Presidencia podría ir en contra de nuestros intereses partidistas?
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¿Alguien sabe donde quedaron las 250 organizaciones de la sociedad civil que integraron el Frente Amplio por México y generaron las condiciones para la elección de una candidata con perfil ciudadano? No. ¿Cuáles de ellos fueron considerados para un puesto de elección popular o plurinominal? Ninguno. Todos los puestos fueron a los partidos políticos. ¿Cuántos fueron integrados al equipo de campaña de Xóchitl? Ninguno, por ello, Margarita Zavala es la responsable del Comité de Sociedad Civil.
De esta manera, los partidos dieron el primer paso para debilitar los vínculos de Xóchitl con el Frente Amplio y obligarla a depender de ellos.
(Continuará)