Sabiduría para el descanso
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Decían los antiguos que no debe tenerse siempre el arco en tensión. Es menester quitarle la cuerda de vez en cuando, pues si continuamente se le tiene tenso el arco se aflojará, y no podrá ya disparar flechas. Lo mismo sucede con nosotros: hemos de entregarnos al trabajo, porque el trabajo no es maldición, sino bendición grande que ennoblece y da sentido a la vida de los hombres. Pero no todo puede ser trabajo. La muy manida frase enseña que “Hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar”. Santa Teresa, gran santa y más grande aún mujer, solía decir una frase llena de sabiduría y sabrosura: “Cuando Cristo, Cristo, y cuando pisto, pisto”. El pisto era un sabroso guiso de su tiempo. Quería significar la santa que cuando es tiempo de trabajar hay que entregarse plenamente a la tarea; pero ante una buena mesa o frente a cualquier otra ocasión de gozo humano se debe disfrutar el momento en plenitud, y vivir con alegría ese don de la vida. Trasladadas las cosas al trabajo, de sabios es desocuparse por completo de vez en cuando, es decir, reservarse para sí un día, o una tarde, o una hora siquiera, en que no se va a hacer absolutamente nada, en que estará uno consigo mismo, dueño de sí, gozosamente ocupado en aquel dolce far niente, el dulce no hacer nada que los italianos dicen. Eso renovará las fuerzas y nos permitirá aplicarnos de nuevo a la tarea con alegría mayor, para lograr así más buenos frutos. El columnista desea a sus cuatro lectores un buen descanso de fin de año. Fortalecidos el cuerpo y el espíritu con el gozo de estos días, la cotidiana labor se cumplirá con el buen ánimo que da el estar en buenos términos consigo mismo... Reflexión de temporada: has llegado a la edad madura cuando te levantas sintiendo los efectos de la noche anterior, y sucede que no hiciste nada la noche anterior... A los quince días de casado aquél muchacho fue llamado por el ejército y tuvo que pasarse dos años lejos de su casa. Cuando terminó el servicio escribió un mensaje a su esposa: “Llego en el vuelo 705. Tengo tantos deseos de estar contigo que quisiera que hubiera un colchón al pie de la escalerilla’’. “Lo habrá −le responde la muchacha−. Pero asegúrate de ser el primer hombre que baja’’... En el lecho de agonía le dice la mujer a su marido: “Quiero que sepas, Cornulio, que te fui infiel’’. “Santo Cielo! −exclama consternado el pobre tipo−. ¿Cuántas veces?’’. La señora no responde ya. Pasan 15 minutos. “Entró en coma’’ −dice con pesadumbre el esposo. “No, −responde ella sin abrir los ojos−. Estoy contando’’... El encargado de la encuesta le pregunta al padre de familia: “¿Es usted partidario de la educación sexual de los adolescentes?’’. “Sí −responde el señor−. Mi hijo adolescente me ha enseñado cosas que yo no sabía’’... “Estoy muy preocupado por mi hija −decía un padre de familia−. Le está cambiando la voz’’. Replica alguien: “A las muchachas no les cambia la voz’’. “A mi hija sí −insiste el señor−. Antes siempre decía ‘no’, y ahora está empezando a decir ‘sí’’’... Himenia Camafría, madura señorita soltera, leía el periódico. Le comenta a su amiguita Solsticia Sinpitier, célibe como ella: “Están vendiendo dos jugadores del América’’. Exclama la señorita Sinpitier: “¡Qué coraje ser pobres! ¡Si tuviéramos dinero nos compraríamos uno para cada una!’’... La señora estaba muy orgullosa de la pérgola −especie de pequeño kiosco para tomar el desayuno o merendar− que había construido en el jardín de su casa. Se preocupó, sin embargo, cuando vio en ella a su hija muy amartelada con el novio. “¡Susiflor! −la llama−. ¿Besaste a Forniciano en la pérgola?’’. “¡Ay, no, mamá! −responde la muchacha muy apenada−. ¡Fue nada más en la boca!’’... FIN.
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