Saltillo: Una tarea obligada para el próximo alcalde
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Saltillo se ha estado distinguiendo por algunos logros innegables: es la ciudad más segura, muy atractiva para las inversiones extranjeras, con una medalla olímpica y demás. No hace falta elogiarla demasiado, porque también ha tenido áreas evidentes de retroceso: tenemos un bien ganado lugar en suicidios y feminicidios, por ejemplo. Pero me referiré al rubro que me parece un enorme fracaso que podría solucionarse con demasiada facilidad. Se trata, claramente, de nuestra pésima organización en el campo del tráfico en la misma ciudad (dejemos de lado las carreteras, en especial la de cuota Saltillo-Monterrey).
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Sucede que cada día un coche mata o hiere a un motociclista. Claro que entre el chofer del vehículo que tiene una protección de lámina gruesa, vidrios y cojines contra accidentes y el motociclista, que tiene nada más su cuerpo contra el automóvil, el piso, las banquetas y los postes, no existe comparación alguna: el que tiene poder contra el que se está ganando la vida entregando comida, medicamentos o se traslada al hogar.
Si se tratase nada más de motociclistas sería ya un tema a resolver de inmediato, pero no, también hay muertos, heridos y pérdidas físicas en carros, autobuses y camionetas. Esta última cuestión, la de los accidentes deja, también, pérdidas millonarias a la ciudadanía. Y lo principal son las vidas humanas.
¿Hay solución? No sólo la hay, sino que la hubo y es demasiado simple. Cuando fue alcalde Isidro López impuso una gran cantidad de cámaras que tomaban la velocidad de los vehículos y una fotografía de las placas de la unidad que se excediera en la velocidad permitida y expuesta en lugares muy visibles. Pasarse de ella implicaba una multa. Yo recuerdo que llegó a mi domicilio un cobro porque en un bulevar me había pasado de lo marcado: decía el papel que transité a 82.3 kilómetros por hora y que ahí nada más se podía ir a 80. ¿No le parece ridículo? A mí no. Me dijeron que si pagaba en 24 horas me condonarían un porcentaje. Pagué y nunca volví a excederme.
Bajó de inmediato el índice de choques, de heridos y muertos por accidentes en calles de la ciudad. Fue algo asombroso: si ibas a Arteaga te marcaban 80 kilómetros por hora y todo mundo obedecía, lo mismo en el bulevar Carranza o en casi cualquier calle o avenida. Menos muertos, menos heridos, menos destrucción de postes, árboles, automóviles y motonetas.
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Pero no podía fallar nuestro nunca bien ponderado Partido Revolucionario Institucional, que interpuso y ganó un amparo contra las cámaras y las multas. Claro que el PRI en Saltillo se llamaba Rubén Moreira, así que debemos al mandatario y al partido muchos muertos, lesionados y conflagraciones que pudieron no haber sucedido nunca. Si usted tiene algún pariente difunto por causas del tránsito, sabe quién es el causante de ello. No hay efecto sin causa, dicen por ahí. El efecto lo conocemos, pero se ha ocultado la causa.
Señor alcalde electo: quien impuso esa forma de control de accidentes fue su suegro. ¿No cree que sería importante retomar esas mismas medidas?, ¿qué le cuesta? Además, Moreira ya goza del fuero, del dominio del partido y de las prebendas millonarias que dará el Instituto Nacional Electoral (INE); perdió su lugar y dominio local, ahora reparte con Alito los despojos de su organización política. Haga usted lo suyo, para eso se le eligió.