Shakira: la rabia femenina que incomoda al patriarcado
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Llegó marzo y con el viene el día más importante de la agenda feminista, el 8M, Día Internacional de la Mujer, en el que se conmemora en el mundo la lucha de las mujeres por la igualdad, el reconocimiento y el ejercicio efectivo de sus derechos. Esto nos da el ambiente propicio para reflexionar sobre las múltiples formas de violencia que hoy en día seguimos viviendo las mujeres.
Los roles y estereotipos de género se han traducido en diversas formas de violencia contra las mujeres, pues las características, actitudes, y comportamientos asignados, cultural y socialmente, al sexo femenino, han colocado a las mujeres, o más bien encasillado, en un ajustado rol, que limita su desarrollo y se traduce en discriminación. Un ejemplo de esto es la molestia que ha causado al patriarcado la forma en que Shakira ha decidido procesar su dolor a través de la música.
Shakira se ha caracterizado a lo largo de su carrera por mostrar su vida sentimental a través de sus letras, desde “Antología”, “Antes de las seis” o “Inevitable”, donde expresa que no encuentra forma alguna de olvidarlo. Entonces, ¿qué ocurrió esta vez?, ¿qué molestó tanto?
Será que ya no se presenta al mundo como una mujer vulnerable, triste, sumisa, abandonada, que llora por la traición de su ex, que espera que este vuelva y que no lo puede olvidar, sino que se muestra como una loba, una mujer empoderada, fuerte, completa, autosuficiente, que reconoce su valor y que, además, factura por ello.
Shakira, rompe con este esquema tradicional machista en donde la deslealtad del hombre queda impune y hacemos como que nada pasó. Expone que la vergüenza no es de ella, sino de quien la traicionó, con ello deja atrás culpas y responsabilidades que no le corresponden, las traslada a quien se las merece.
Pues una de las formas en las que el patriarcado nos ha oprimido, ha sido controlando la forma de expresar nuestra rabia o nuestro dolor. Tal parece que a las mujeres sólo se nos permite procesar nuestras emociones en silencio, llorando, a solas y en lo privado. Esto deja de manifiesto que hasta en los sentimientos y la forma de expresarlos existen estereotipos.
De las mujeres se esperan sentimientos pasivos como la tristeza y la culpa, mientras que la rabia, la ira, y el enojo, están reservados únicamente a los varones. Se nos permite el llanto, pero no gritar, no alzar la voz, una mujer que se defiende, que no se queda callada, que hace públicos sus sentimientos, incómoda, se le tilda de dolida, ardida y loca.
Queda claro que la industria de la música sigue siendo sexista, está bien cuando Grupo Firme, canta canciones de despecho como “Ya supérame” o “El tóxico”, pero se cuestiona y se indigna cuando lo hace una mujer.
Otra forma de violencia machista que se ha dejado ver en las críticas a las canciones de Shakira, tiene que ver con las expectativas que se nos imponen a las mujeres asignándonos el rol de madres, de cuidadoras, de encargadas del bienestar de la familia. Fue cuestionada por no pensar en sus hijos, no obstante, no se hizo ese mismo señalamiento al padre por haber sido infiel.
A las mujeres se nos impone el papel de madre abnegada que se sacrifica por sus hijos, sin derecho a anteponer nuestro bienestar personal, reduciendo la razón de nuestra existencia en función de la crianza. De nueva cuenta a la que se señala y sobre la que recae el peso de la presión social es sobre la mujer.
Luego fue señalada por su supuesta falta de sororidad por atacar a la nueva pareja de su exmarido, al respecto sólo dejaré las siguientes cuestiones: ¿las mujeres le debemos sororidad a otra mujer que conscientemente decidió lastimarnos?; ¿la sororidad es un imperativo moral que se debe aplicar categóricamente sin ningún tipo de análisis crítico?
Estos reproches y señalamientos están cargados de misoginia, nos demuestran cómo las mujeres somos juzgadas por estándares diferentes a los de los hombres.
El derecho internacional prohíbe estrictamente la violencia y la discriminación basada en género contras las mujeres, niñas y adolescentes. Por ende, nuestro derecho a vivir una vida libre de violencia implica poder expresar nuestras emociones de la forma en que mejor podamos, desde la ira o la rabia, sin ser juzgadas por ello como no se hace con los hombres.
Shakira está viviendo su catarsis mediante su música y si con ello “factura” que mejor.
La autora es investigadora del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia Interamericana de Derechos Humanos.
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