Torreón: ¿ha estallado una crisis política?
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Lo de ayer no es un asunto policial o de seguridad pública, sino un encontronazo político entre el alcalde Torreón y el Gobierno del Estado. ¿Cuánto durará y cuáles serán sus consecuencias? Eso está por verse
La noticia apareció ayer sin aviso previo, como suelen hacerlo las informaciones de este tipo: el gobierno municipal de Torreón, encabezado por Román Alberto Cepeda González, decidió “despedir” a los integrantes del Grupo de Reacción Torreón, un cuerpo de élite de la corporación municipal operado en coordinación con el Estado.
Como era de esperarse, la noticia corrió como reguero de pólvora. No tanto por las implicaciones en materia de seguridad pública, sino por la evidencia de una confrontación entre los gobiernos municipal y estatal sobre la cual se ha rumorado largamente en los corrillos políticos.
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Poco después de estallar el tema, el municipio de Torreón emitió un comunicado en el cual, aún cuando se cuidan las formas en lo general, se deja clara la tensión con la administración estatal:
“Siempre habrá coordinación con las fuerzas policiacas de cualquier corporación, colaboración más no subordinación. La seguridad de Torreón sigue tan firma(sic) como desde el primer día de mi Gobierno, en el eje de Seguridad y Orden, y estoy seguro que esta decisión fortalecerá a nuestro cuerpo policiaco en favor de las familias de Torreón”, dice el comunicado citando al alcalde Cepeda.
Más adelante el Gobierno de Coahuila haría lo propio. El comunicado estatal hace evidente la tirantez desde el título: “Municipio de Torreón da de baja a grupo de reacción; Gobierno del Estado lo rescata”.
Más adelante, el diferendo se retrata sin ambigüedades ni margen para la interpretación: “La seguridad es la máxima responsabilidad que tiene un gobierno y, garantizar la paz de nuestras familias, demanda a las autoridades despojarse de intereses políticos, ambiciones o temas ajenos a la seguridad”, señala el documento, citando al secretario de Gobierno, Óscar Pimentel.
Realizar las precisiones anteriores es importante para no confundirnos en el análisis: no estamos ante una “crisis de seguridad” o ante un episodio protagonizado por policías “descarriados” o “rebeldes”. Atestiguamos el desencuentro entre dos gobiernos, el de Torreón y el de Coahuila, el cual podría ser anecdótico a no ser por una circunstancia: ambos gobiernos tienen el mismo origen partidista.
Más aún: Torreón es la segunda ciudad más importante del Estado y eso le pone matices relevantes a la confrontación. Matices cuya relevancia estriba en la forma en la cual obligan a los protagonistas del desencuentro a actuar con cuidado y sangre fría.
Como suele ocurrir, las partes en pugna se han ocupado, en primera instancia, de intentar el control de la narrativa. Afectos a creer en la existencia de un orden social hace tiempo ido, los “estrategas” de ambos lados actuaron en la dirección de sus instintos básicos: tratar de vender, con la mayor rapidez posible, sus respectivas versiones de los hechos.
Se trata de una estrategia condenada al naufragio, sobre todo si, contrario a la pretensión de un lado, la “parte delgada” del hilo decide no claudicar, lo cual atraerá cada vez más atención sobre el asunto. Vendrá necesariamente la calma y ello obligará a hacer política; a dialogar y a negociar.
El ambiente, desde luego, se encuentra repleto de especulaciones desde ayer. Múltiples desenlaces prevén los especialistas en la observación política para el encontronazo, sobre todo por tratarse de un hecho atípico entre gobiernos emanados del PRI, pues los políticos tricolores -sobre todo los coahuilenses- suelen ser muy cuidadosos en eso de ventilar públicamente sus diferencias.
¿A dónde conducirá el choque de trenes y cuáles serán sus consecuencias? Personalmente considero difícil pronosticarlo cuando solamente han pasado unas horas desde el inicio de la escaramuza pero, al menos por los datos iniciales, parece sensato considerar todas las posibilidades abiertas.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx