Transformación del Centro Histórico
COMPARTIR
La luz del sol, a esta hora de la tarde, es brillante. Se desparrama sobre las coronas de los árboles de la Plaza de Armas y renueva, como cada día, el corpulento y bello edificio de Catedral. Jueves al mediodía. Se escuchan voces jóvenes. Muchachas y muchachos que han buscado un poco de sombra mientras esperan el momento en que entrarán
a la iglesia.
Se escucha un conmovedor monólogo. Una chica, ataviada para la ocasión de su graduación de ¿Preparatoria? ¿Carrera?, explica a sus amigos, refiriéndose a una de las compañeras: “Dedicó su carrera a su mamá”.
Detrás de estas palabras encontramos toda una serie de significados: el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio, de horas, días, semanas y años, de una joven dedicados a una madre que ya partió.
Historias que se repetirán y caminos que se cruzarán en apenas unos segundos. La Plaza de Armas, la calle Hidalgo, la Catedral. Las campanas de Catedral tañerán su canto. De apenas unos días a la fecha, algo inesperado ocurrió con ellas. De un día a otro, modificaron el tañer, sonando medio disparejo y sin ritmo. Quienes amamos el sonar antiguo (alguien me dijo un día que procedía de una grabación), hablando del de las tres de la tarde, quizá también a las doce, o a las seis, lo extrañamos. El actual trae un sin ton ni son que más altera los nervios que lleva a la devoción. En fin.
Pero volvamos a la Plaza y sus alrededores. Ese espacio en que ha transcurrido la vida de esta ciudad: desde donde se trazó la ciudad misma y sus primeras dependencias gracias a las disposiciones de Felipe II: iglesia, comercios, casas y centro de gobierno; de donde se surtían de agua los primeros habitantes; por donde se paseó el catafalco de una bella dama recién fallecida; mis años primeros junto a mi joven madre.
Hoy los niños siguen jugueteando al correr en pos de las palomas; la gente la cruza rumbo a sus casas y trabajos; algunos alegres, otros cabizbajos; unas vallas interrumpen el tránsito completo; un árbol recuerda, exhalando dolor, a personas desaparecidas.
La Fuente de las Ninfas ofrece a la vista un sentido de pertenencia al saltillense de hoy, colocada en donde estuvo el primer surtidor de agua. El deterioro de algunas de las estatuas es evidente. Craqueladas, permiten observar no sólo el paso del tiempo sino la desidia de quienes a su cargo debieron estar.
Pues este sector es uno de los que está proyectado para volverlo peatonal por parte del Municipio de Saltillo. Aplaudimos la idea de conferirle la importancia que tiene nuestro Centro Histórico. Muchos años descuidado, será ahora centro de atención, y atención que será, por lo que se ha visto proyectado, de gran envergadura.
Los cambios serán notables. Volver peatonales tramos tan importantes se constituirá en un reto para los urbanistas que están planeando cómo volverlo también vivible.
La situación ahora mismo es muy complicada. El tráfico en el centro de la ciudad es un caos. Denso y lento, no hay regularmente figuras de tránsito que consistentemente vigilen el paso de los vehículos. Suelen estar cuando es fin de semana o en temporadas altas, como esta de Navidad, pero no en los días y semanas comunes
y corrientes.
Ahora que ya se anunció un proyecto que en sí mismo es de gran atractivo y será de importancia para quienes amamos a nuestra ciudad, resulta imperativo que se evalúe la estrategia de seguridad vial para peatones y para conductores. Cambiarán notablemente las cosas, que sea así también en materia de regulación.
Y esto debe incluir a los transportes urbanos. Es cosa de todos los días observar la velocidad con que siguen conduciendo. Todos los días, poniendo en alto riesgo a sus propios pasajeros, a los caminantes y en general a todos los automovilistas que transitan a su alrededor.
Esta parte del centro, tan de todos, desde los niños, los jóvenes graduados, los vendedores ambulantes, los paseantes, empleados, maestros, novias y novios, en fin, toda la gama de saltillenses, debe ser protegida en los ámbitos viales que transformarán en mucho el escenario.