Tres regalos para la Navidad
Una vez se me ocurrió pensar que a la Navidad no le regalamos nunca nada, y tres regalos le hice. El primero fue una pastorela. Cierto día llegaron a verme dos amigos actores, René Gil y Chuy Valdez. Llevaban con ellos el texto de una de esas antiguas pastorelas cuya representación dura toda la noche, y me pidieron que la adaptara a fin de hacerla caber en una función de duración normal. Yo les dije que prefería escribir una original, pues adaptar aquella era desvirtuarla, quitarle su esencia popular. Me respondieron que el tiempo apremiaba; no podían esperar a que escribiera yo una obra nueva. Les dije que en tres días les entregaría la pastorela. Y me puse a escribir.
Recordaban René y Chuy –ambos gozan ya la paz de Dios– que conforme la obra iba saliendo de la máquina de escribir les entregaba yo las hojas, como tortillas. Ellos las hacían fotocopiar y las daban a los actores para que cada uno fuera aprendiendo su papel. Antes del plazo prescrito estuvo terminada “La Pastorela de Catón”, escrita en versos octosílabos y endecasílabos, como las pastorelas clásicas.
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Ha corrido con gran fortuna. Hace algunos años, en Monterrey, la pastorela alcanzó en su temporada de estreno 150 representaciones. Tuve que decirle a Julián Guajardo, el director de la compañía regiomontana, que suspendiera las funciones, pues estábamos ya en plena cuaresma. En una veintena de ciudades del país se ha representado la pastorela, y también en casi todas las delegaciones del Distrito Federal. Grupos hispanos la han escenificado en Estados Unidos: en San Diego, en Los Ángeles, en Chicago, en San Antonio... Se representó también en Osaka, Japón... Eso ni Usigli, con perdón sea dicho.
Otro regalo le hago a la Navidad: música. En Radio Concierto trasmitimos cada año música navideña. Por estos días aparecen en nuestra programación villancicos y canciones navideñas de todo el mundo y todos los tiempos, en todos los estilos, con los más variados intérpretes. Yo escucho nuestra estación y me asombro de que haya tanta música navideña, y de que nosotros la tengamos para compartirla con todos nuestros oyentes y difundir así el espíritu de la Navidad.
Mi tercer regalo fue la letra de un villancico al cual le puso música el maestro Silvino Jaramillo, uno de los mejores músicos de México, discípulo de Miguel Bernal Jiménez. Se estrenó esa obra con gran coro y acompañamiento de sinfónica. Dos veces se cantó la noche de su estreno, pues con aplausos de pie el público pidió su repetición. Hace un par de años la interpretó en Estados Unidos la Boston Pops. Aquí el regalo, claro, es del maestro Jaramillo. Pero yo lo envolví.
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Debo a mis padres el amor que siento por la Navidad. Ellos, aun en la no muy holgada condición de un modesto hogar de clase media, se esforzaban por dar a sus hijos una Navidad llena de amor y de felicidad. Estos mínimos regalos míos están hechos en su memoria. Que tengas, junto con tu familia y tus amigos, una muy alegre Nochebuena, y mañana una feliz Navidad.