Un dicho perdido
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También los modos de hablar son especies en vías de extinción.
En Saltillo y la región circunvecina he oído muchos refranes, sentencias, apotegmas, dicharachos y decires. Los he coleccionado, porque en ellos están presentes el ingenio y la sabiduría del pueblo, y ese picor que tiene siempre la musa popular.
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“Burro que coces no diera, burro no fuera”. Señala que cada quien actúa conforme a su naturaleza.
“Nomás al coger el taco se conoce al que es tragón”. Manifiesta que inmediatamente se echa de ver el mérito de quien lo tiene, o su habilidad para desempeñar algún oficio.
“Madrugamos, almorzamos, y después de comer nos vamos”. Mi padre y sus amigos solían usar ese dicho para hacer burla de los cazadores que prometían llegar antes de despuntar el alba y aparecían con el sol del mediodía, retardando la salida de todos a una cacería dominical.
“No es por ‘ai, María, voltiáte”. Pícara manera de decirle a alguien que una acción suya es equivocada y que debe enmendar el rumbo.
“Aquí se rompió una taza; y cada quien para su casa”. Se usa para poner fin a una reunión. Mi tía Adela Aguirre, simpática y queridísima, le dijo eso a una americana de la escuela de Cuquita Galindo, y la gringa, al oír: “Aquí se rompió una taza...”, sacó su cámara y preguntó con gran interés: “¡Oh! ¿Aquí precisamente?”.
“La mujer por lo que valga, y no por la nalga”. Quiere decir que para escoger esposa debe el hombre fijarse en los atributos morales de la mujer, y no sólo en su apariencia física.
Hay un dicho, sin embargo, que entre nosotros se ha perdido. Es el que decía: “-Eso te pasa por patriota”. Se decía por no decir: “Eso te pasa por pendejo”. He aquí su origen.
El ocho de enero de 1915 tuvo lugar en Ramos Arizpe una batalla decisiva entre las fuerzas de Francisco Villa, comandadas por el famoso general Felipe Ángeles, y las tropas leales de don Venustiano Carranza, al frente de las cuales estaba don Maclovio Herrera.
Entre la niebla se libró gran parte de la lucha, de modo que los combatientes no se veían bien y hubieron de pelear cuerpo a cuerpo. El coronel Ávila, del ejército de Villa, se topó de repente con el mismísimo Maclovio Herrera, famoso por su arrojo temerario, y casi a boca de jarro le disparó la carga de su pistola sin acertarle un sólo tiro. Herrera le disparó sólo uno y lo dejó tendido, herido de muerte.
Valeroso era don Maclovio, pero nadie superaba al general Felipe Ángeles como brillante táctico y hábil estratega. Ordenó al general Emilio Madero que realizara una maniobra envolvente, yendo de Saltillo hacia Ramos por el camino de la Fábrica de la Libertad, para atacar el flanco izquierdo del enemigo. Eso precipitó la derrota de los carrancistas, su fuga desordenada y la victoria de las tropas de Villa, que al caer la tarde quedaron dueñas del campo. Maclovio Herrera lloraba su vencimiento, y con lágrimas pedía a sus subordinados que dispararan sus rifles contra él, pues no quería sobrevivir a aquella pérdida en que se había perdido todo, menos el honor.
Los villistas hubieron de pagar caro precio por su triunfo. Muchos buenos y valientes soldados encontraron la muerte en Ramos Arizpe. Principal entre los que ahí vieron el final de su vida fue el general Martiniano Servín, que se batió con temeridad desde que la batalla comenzó al despuntar el alba.
En la vanguardia siempre de las fuerzas villistas, penetró Servín profundamente en las líneas enemigas, hasta llegar a la estación del ferrocarril en Ramos. Ahí fue recibido junto con sus hombres por nutrida descarga de fusilería. Cayó del caballo el general, su cuerpo atravesado por varias balas de máuser. Sus hombres lo arrastraron para ponerlo al cubierto detrás de unas paredes de adobe, hasta donde llegó el médico de la oficialidad, llamado con urgencia para que lo atendiera. Ver sus heridas y saber que pocos instantes le quedaban ya de vida fue una y la misma cosa. También tenía conciencia de su inminente acabamiento el general Servín. Abrió con dificultad los ojos, miró al doctor y le dijo con apagada voz:
-”Ya ve, doctorcito. Esto le pasa a uno por patriota”.
Y se murió.