Una mujer ardiente

Opinión
/ 17 septiembre 2022

Guanajuato se precia de ser solar nativo de Margarito Ledesma, bardo de singular inspiración. Yucatán, por su parte, tiene a orgullo haber sido, si no la cuna, sí la hamaca de Maximiliano Salazar, El Poeta del Crucero.

Max Salazar nació en Tabasco, quizá a finales del siglo antepasado. Muy joven llegó a Mérida para ejercer su oficio, que era el de peluquero. Se estableció al principio en Itzimná, frente a la estación del tren. Ahí se cruzaban dos vías del ferrocarril, motivo por el cual
Max adoptó el nombre de pluma que ya no dejaría nunca: El Poeta del Crucero.

Este gran lírico vivía poseído por las musas. Lo suyo era hacer versos. En ocasiones, hay que reconocerlo, la rima le salía muy jalada de los pelos. Pero, pregunto yo: ¿qué poeta no ha tenido dificultad alguna vez con eso de la rima? El mismísimo López Velarde, deslumbrante en sus metáforas, maestro de la forma, nos dejó algunos versos cacofónicos, como aquellos que dicen “Amiga que te vas, / quizá no te vea más”.

El Poeta del Crucero no se metía en complicaciones; las rimas que nos dejó son modelo de sobriedad retórica. Por ejemplo, su tarjeta de presentación, escrita en verso, decía así:

Maximiliano Salazar Primero,

Poeta y Barbero

que Vive en el Crucero,

Aunque le Pese al Mundo Entero.

Poco tiempo después de su llegada a Yucatán, Max fue a vivir en Mérida. Prestaba sus servicios de barbero en la muy acreditada peluquería de don Francisco Lizcano, frente a la Plaza Grande. Ahí el poeta entretenía a los clientes −como Homero a los aqueos de hermosas grebas− recitándoles sus encendidos versos. Jubilosamente anotaban los parroquianos aquellas sonoras rimas del Poeta, y las repetían luego en los cafés o en las sabrosas tertulias meridanas.

El Poeta del Crucero se preocupaba a veces de la cuestión social, y entonces su numen cobraba acentos críticos. Una vez hubo en Mérida continuos apagones a causa de problemas en la planta eléctrica de la ciudad. Max Salazar comentó el asunto en esta forma:

Eso de la planta eléctrica

es una cosa muy tétrica.

No hay luz en la noche. ¿Y qué?

Yo tengo mi buen quinqué.

Ocasión como ninguna

para contemplar la luna.

A veces sus metáforas eran arriesgadas:

El cielo tiene pecas: las estrellas.

Las muchachas pasean
por el malecón

(Nota: de Progreso),

y precisamente por eso

causan gran sensación.

Allá ellas,

lo cual rima con estrellas.

En cierta ocasión el Chino Herrera estaba actuando en un teatro de Mérida. Este artista alcanzaría luego mucha popularidad en la televisión trabajando al lado de figuras como Paco Malgesto y Pedro Vargas. Le dijeron al Chino que entre el público estaba el Poeta del Crucero, y le pidió que subiera a decir algunos versos. El director de la orquesta era un músico local, don Rubén, hombre de prominente panza. Subió al foro Max, y luego de concentrarse unos momentos improvisó este sentido poema:

Dulce amiga:

la barriga

del amor es enemiga.

Y si no te parece bien,

que venga el máistro Rubén

y te lo diga.

Aquello arrancó una gran carcajada y una estruendosa ovación en homenaje al genio poético de Max.

Sin embargo, su mejor poema lo forman estos versos, acabalada producción que seguramente hará figurar en las antologías al Poeta del Crucero. Con ellos concluye la breve semblanza que hice de Maximiliano Salazar.

La morena Libia

es tan ardiente,

que hasta la tibia

tiene caliente.

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