Una plaga de gatos en la ciudad

Opinión
/ 29 octubre 2023

Gatos de distintos tamaños y colores avanzan como manchas en la noche. Los veo por la ventana bien cerrada. Las puertas y ventanas de mis vecinos también están cerradas pues en otras casas de la ciudad han entrado hasta seis de ellos y ya no los pueden sacar. Crecieron solos, en baldíos, así que son territoriales y cada uno se sabe protegido por el resto, como este gatito blanco que recién se ha colocado en la banqueta y tierno maúlla frente a mí. Pero es un gato feral, aunque parezca tierno, su estrategia le sirve al resto. Y si le abro, entran todos en tropel.

La ciudad huele a orines penetrantes de gatos, ahora los cubrebocas sirven para protegerse del bacilo que produce infecciones respiratorias en niños y en adultos poco saludables. Todos los hospitales tienen pacientes derivados de esto. Tristemente, algunos defensores de los gatos ferales, fueron atacados durante la noche por los felinos que resguardaban.

Todavía recuerdo cómo leíamos las noticias, como algo lejano, cuando se diseminó la noticia de las ratas que se reprodujeron como plaga en New York hasta alcanzar números incontrolables. Allí los veíamos deambulando entre los ciudadanos y subiéndose sin miedo a mesas de comida y a gente dormida en el metro, lamiendo sus labios. A Saltillo le llegó su hora, solo que aquí no son ratas gordas y grises, aquí son gatos.

A estas alturas, la ciudad ya no tiene pájaros, han sido devorados por estos gatos. Igual ocurre con las mariposas y otros seres de pequeñas dimensiones que daban soporte a la diversidad de formas de vida. Las abejas incluso son perseguidas por los gatos más pequeños.

Todo inició una mañana, eso dicen, cuando se aprobó la ley que protegía a todos los gatos callejeros, pues se registró una protesta masiva a favor de los gatos abandonados por sus dueños.

Ahora se corre el riesgo de andar caminando por la calle, la reproducción sin control de estos gatos en los parques, en las casas abandonadas, en las orillas de colonias y en las márgenes de arroyos secos que pasan por la ciudad, arroja cada vez un mayor número de gatos.

Hay qué tener cuidado de salir en la noche a subirse al auto, ya que algunos grupos de gatos se resguardan debajo. Ya no se sale a parques públicos porque el hedor de los gatos se ha diseminado en lo que antes era tierra fragante y hay cúmulos de heces que infructuosamente retiran los empleados del departamento de limpieza, solo para encontrar que momentos más tarde, la situación volverá a la ser la misma.

Avanzan por las cornisas de edificios a cualquier hora del día.

Curiosamente ahora está prohibido sacar a los pájaros que quedan, de sus jaulas, porque ha sido tal la plaga, que han avanzado hasta los bosques cercanos a la ciudad. Se desconocen hasta el momento, cuándo se frenará con un método definitivo, este asalto de los gatos, ya que por un lado se encuentran sus defensores que han escalado a puestos de decisiones en la vida pública, tomando la tribuna disfrazados de gatos, y por el otro se encuentran quienes resguardan la vida de la diversidad animal y vegetal en su conjunto leyendo largas cartas del desastre ecológico resultante: “más de 430 especies de vertebrados silvestres han sufrido el embate de los gatos, y ya desaparecieron para siempre 63 especies de la faz del mundo”. Sin embargo, los gatos siguen aquí en la ciudad y en el bosque, acabando con diversidad de aves, con mamíferos más pequeños, peces, anfibios, reptiles y numerosas especies de insectos benéficos para los seres humanos y la naturaleza en su conjunto.

Sí, los gatos han tomado la ciudad y el gatito blanco, maúlla tiernamente frente a mi ventana. ¿Pero si este gato realmente viene solo y tiene hambre? ¿Le dejo entrar?

Nota: El vocablo gato reemplazó el vocablo felino procedente del latín felis. Así, gato proviene del nubio antiguo kadista, de la voz siríaca qato, del griego kattos o del árabe quett.

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