Vínculo de roomies

Opinión
/ 30 marzo 2023
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Durante meses viví en un cuarto de hotel. Compartí el espacio con dos compañeros de trabajo. Quisiera decir que fuimos amigos, pero no. En varios momentos nos caímos mal. Pasar todo el tiempo -en el trabajo y en la “casa”- con dos personas que apenas conoces, no es nada sencillo. Con el paso de los días empezamos a conocer las costumbres del otro. Nos adaptamos, fuimos tolerantes, o de plano reclamamos aquello con lo que no pudimos lidiar. Cada uno tenía exigencias, algunas lógicas, otras disparatadas. En mi caso, sabían que estaba prohibido sentarse en mi cama si traían el uniforme del trabajo -que por lo regular estaba sucio- y que no debían, bajo ninguna circunstancia, tocar mis libros. Una cualidad del roomie debe ser la paciencia.

Luego de unos años me enteré de que otros compañeros de trabajo fueron a esa habitación. Intentaron sentarse en mi cama y mis roomies lo impidieron. Alguno quiso hojear un libro y ellos dijeron que no. Hicieron respetar las reglas incluso en ausencia. Los compañeros prefirieron irse.

Hay amistades que, después de verlas a diario, terminan por alejarse. El afecto se daña al conocer el lado privado del otro. Un buen amigo no siempre es un buen compañero de casa. La convivencia con el roomie funciona porque es en esencia distinta. Con el roomie no nos une la afinidad, sino la circunstancia. Hay también una forma de lealtad, de cuidado mutuo, de hermandad ante el hecho de vivir en el mismo contexto.

A esos roomies les perdí la pista. Sin embargo los recuerdo como un ejemplo de respeto, de civilidad, de contribución al hecho de lograr que tres personas -que son como tres mundos distintos- pudieran vivir por tantos días en un espacio reducido.

Hoy en día es complicado, para nosotros los jóvenes -oilooo-, vivir en casa propia. Nos vemos obligados a compartir espacio con uno o más roomies. Yo les deseo, de corazón, que tengan la suerte de encontrar alguno como los míos.

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