Votemos por la democracia, no por la demagogia
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Siempre que puedo viajo a Parras. Quién sabe, a lo mejor me voy al Cielo, y es bueno irme acostumbrando. Parras de la Fuente es el más mágico pueblo de los Pueblos Mágicos de mi natal Coahuila. Rico en historia y tradiciones, sus vinos –sangre de la tierra– figuran entre los mejores no sólo de México, sino de todo el universo mundo. Tiene incontables bellezas naturales y hechas por el hombre que le dan categoría de destino turístico sin par. Su gastronomía es sabrosísima y variada; sus dulces harían pecar de gula al más austero anacoreta. Alguna vez hice una frase que repito ahora porque tiene el mérito de la sinceridad: “Si no conoces Parras te acompaño en tu sentimiento”. En efecto: ir ahí es ya no querer salir de ahí. Yo siento amor por Parras desde los lejanos días, tan cercanos, de mi primera juventud. Por su hospitalaria gente supe de la canción y el verso, de la buena amistad y de la copa buena. Con los recuerdos que guardo de ese noble suelo se alivia toda soledad. Acabo de volver a Parras. Motivo mejor para el regreso sería imposible hallar: se cumplieron ayer 150 años del nacimiento de don Francisco I. Madero, parrense ilustre, héroe y mártir de la democracia. Con tal motivo el alcalde de la ciudad, Fernando Orozco Lara, hizo erigir una bella estatua del prócer. La develación del monumento se acompañó con una solemne ceremonia en la cual estuvieron presentes todas las fuerzas vivas de Parras. (“Las muertas ya pa’ qué”, habría dicho don Utimio, personaje entrañable del lugar). Fui invitado –honor inmerecido– a pronunciar el discurso oficial del acto, pues se conoce mi devoción por la figura de Madero. De él dijo López Mateos: “No se manchó las manos ni con oro ni con sangre”. En mi peroración manifesté: “Sin democracia no puede haber plena libertad ni cabal justicia. Por eso el coahuilense plasmó su ideal en un sonoro lema: ‘Sufragio efectivo. No reelección’. Breves palabras; propósitos inmensos. Que el voto y las instituciones ciudadanas que lo recogen y evalúan sean objeto de respeto, no de acoso o burdo afán de controlarlo todo. Que no dañe a México nadie que por sí o por interpósita persona pretenda perpetuarse en el ejercicio del poder para implantar sus dogmas ideológicos o sus ideas políticas. Que los gobernantes sujeten sus acciones a la ley, y que la voluntad de los ciudadanos y la majestad del orden constitucional priven sobre el capricho o la prepotencia de un gobernante con tendencias absolutistas o dictatoriales”. Cité en seguida el contundente símil. “La demagogia es a la democracia lo que la prostitución es al amor”. Cuando concluí mi discurso el público se puso en pie para aplaudirlo, quizá porque vio en él sincero amor a Parras y profunda devoción por la figura de Madero y de su esposa doña Sara Pérez de Madero, también mártir, pues junto con el héroe sufrió la infamia de la traición que acabó con la vida del Apóstol, pero no con su ideal. En nuestro tiempo ha atentado contra la democracia quien con la democracia se benefició, y ha hostigado a las instituciones democráticas el que por ellas vio validado su triunfo electoral. La transformación –auténtica transformación– que trajo consigo la revolución maderista sigue siendo objeto de ataques por aquéllos que buscan instaurar una nueva forma de gobierno absolutista. La memoria de Madero debe inspirar a los mexicanos libres y conscientes a impedir con su voto que otra vez el poder de un caudillo se imponga sobre la voluntad de la ciudadanía. En la elección presidencial del próximo año votemos por la democracia, no por la demagogia... FIN.
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