‘Winnie the Pooh y Tigger’

Winnie the Pooh y Tigger están sentados sobre una loma en el semidesierto coahuilense. Embelesados, miran en silencio un atardecer de bellos colores intensos abrazados a un sol encendido negado a morir del todo.

Winnie rompe el momento mágico y pregunta a Tigger si antes de regresar a su casa construida dentro de un árbol en el Bosque de los Cien Acres, quiere jugar un juego de preguntas y respuestas. Éste le responde afirmativamente.

Este es el diálogo.

Winnie: ¿Es verdad, hermano, que pretendes ser gobernador de Coahuila?

Tigger: Obvi, papirringo.

Winnie: ¿Es verdad, también, que en el espíritu de Andrés -tu despechado guía espiritual- tú consideras que el pueblo coahuilense exige tu candidatura, porque tú y él son uno mismo?

Tigger: ¡Yes, baby!

Winnie: Bien. Por tú actitud -y la de muchos seguidores tuyos-; ¿estás fincando una candidatura en el odio, el resentimiento y la venganza?

Tigger (molesto, emite un rugido): La que sigue.

Winnie: ¿Crees tú que tendrás la capacidad de coordinar un modelo exitoso en seguridad pública que ha sabido contener el regreso del crimen organizado a Coahuila? Lo pregunto porque la Secretaría de Seguridad Pública federal y su subsecretaría -de la cual, tú eras responsable- carga sobre sus hombros, el sexenio más violento de la historia reciente, con 143 mil 500 homicidios dolosos de 2018 a la fecha. Es decir, 85 mexicanos son asesinados cada día.

Tigger (molesto): Tengo otros datos, pinche Winnie. Implementaré en Coahuila la política de “abrazos, no balazos”, del hombre que será recordado como el mejor presidente de la historia: Andrés Manuel López Obrador.

Winnie: No te enojes, querido amigo, son simples preguntas. Ténme paciencia, por favor. ¿Crees que tu consigna de campaña de acabar con “el Moreirato” y meter a la cárcel a los responsables de la megadeuda será suficiente para impulsar tu “revolución democrática”? Te pregunto porque ni tu guía espiritual ha logrado acabar con la llamada “Mafia en el Poder”.

Tigger (enfático): ¡Claro! El Tigger (qué soy yo) ¡ya despertó! Y los coahuilenses lo saben. ¡Vamos por todo!

Se para Tigger y ruge al horizonte imitando a Mufasa de la película del Rey León.

Winnie (extrañado por la respuesta, continúa): ¿Estarías dispuesto a hacer públicas tus relaciones con personas que caminan por el lado oscuro de la historia (y que nunca me has presentado, méndigo) con las cuales te relacionan de manera cercana, como Ricardo Peralta, Salvador Llamas y José Ramón Enríquez?

Tigger (ruge encabronado en el rostro del pobre Winnie).

Winnie (insiste, entre el rugido y la saliva en su rostro): Con el ánimo de honestidad que impulsarás como sello distintivo de tu campaña; ¿estarías dispuesto a transparentar el orígen de los recursos que financiaron “tu precampaña” con espectaculares desparramados en los 38 municipios del estado? Así como rendir cuentas por la procedencia de los recursos que utilizaste para movilizar personas y organizar encuentros en Coahuila.

Tigger (con rostro encabronado y en silencio da la espalda a Winnie).

Winnie: Bueno, mi Tigger, la última y nos vamos. ¿No te preocupa que tu candidatura sea impugnada por la “precampaña” que realizaste? ¿O por qué nunca fuiste militante de Morena y menos ahora del Partido del Trabajo? ¿O por qué no podrás probar ante el IEC tu residencia coahuilense?

Ante la imposibilidad de responder, Tigger está a punto de hacer un berrinche o inventar una caja china. La pausa de ese dilema es aprovechada por el buen Winnie The Pooh quien triste le dice: “Pues no, mi Tigger, me decepcionas, hermano. No aguantas nada. Todo lo quieres responder a punta de berrinches y de rugidos en el semidesierto”.

Winnie The Pooh y Tigger bajan de la loma y regresan a su hogar en el Bosque de los Cien Acres. Tigger bien encabronado todavía camina diez metros delante de Winnie.

La luminosidad del atardecer agoniza con el sol. La tímida noche aparece en el semidesierto coahuilense.

Nota: El autor es Director General del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.

TE PUEDE INTERESAR: ‘El Tigre Richard’ y su rugido mágico