Y si mejor se garantiza honestidad en las candidaturas
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A últimas fechas el tema de la paridad para la elección de las gubernaturas en Coahuila y el Estado de México en 2023, ha cobrado relevancia por la decisión del Instituto Nacional Electoral (INE) de ordenar a los partidos políticos a que designen una mujer candidata en al menos una elección y en donde sean más “competitivos”.
En los últimos años, cada vez que una mujer compite en una elección local, estatal o federal invariablemente lanza el mismo discurso: “es tiempo de las mujeres”. Como si con eso se garantizara el mejor rumbo de un País.
Es bastante debatible el tema de los ordenamientos para lograr y obligar a una paridad en la función pública, ya sea en congresos o gabinetes, por ejemplo.
Por un lado, nadie duda que persistan brechas significativas, pero no sólo en la política, sino en muchas otras áreas como la laboral o empresarial, por mencionar un par. Y por eso diseñar ordenamientos para lograr que la mujer conquiste esos espacios se ve como triunfos de la equidad.
Por otro lado, por eso insisto que es debatible, hablar de equidad e igualdad supondría que no se necesitan esos diseños de candados para lograr que la mujer ocupe cargos importantes, pues la democracia, en teoría, no distingue sexos y está pensada para otorgarle al pueblo la facultad de elegir a sus gobernantes, hombres o mujeres.
Además, a pesar de que ya existen ordenamientos de paridad eso no garantiza el buen rumbo de la política y la función pública. En los últimos años se ha incrementado la representación de mujeres en cargos públicos, pero eso no es garantía de honestidad, transparencia, trabajo por los derechos de las mujeres, desarrollo y crecimiento económico.
Ahí están los casos de una exsecretaria estatal de Infraestructura en Coahuila que fue vinculada como operadora de una red de empresas fantasma. Ahí están las exdiputadas locales que legitimaron la “megadeuda”.
Por eso, más allá de hablar de que “es tiempo de las mujeres”, preferiría que se hablara de que es tiempo de personas honestas (verdaderas y no sólo en el discurso), hombres o mujeres.
Hace unos días, cuando se dio la noticia del proyecto del INE, que por cierto es un acatamiento a una sentencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en la página del Instituto se leía:
“Las Comisiones Unidas de Prerrogativas y Partidos Políticos y de Igualdad de Género y No Discriminación del Instituto Nacional Electoral (INE) aprobaron poner a consideración del Consejo General un proyecto de acuerdo que ordena a los partidos políticos nacionales modificar sus documentos básicos para establecer reglas claras que garanticen la paridad en la postulación de sus candidaturas a partir de las elecciones de gubernaturas en Coahuila y Estado de México a celebrarse en 2023”.
Y si cambiamos las últimas líneas para que queden así: “...ordena a los políticos nacionales modificar sus documentos básicos para establecer reglas claras que garanticen la honestidad de sus candidaturas...”.
Así, sin distinción de sexo. México requiere personas honestas, hombres o mujeres, pero honestas.
AL TIRO
Al igual que un candidato joven no garantiza “ideas frescas”, tampoco una candidata mujer es garantía de nada, ni siquiera de políticas públicas a favor de su género.
Para gobernar se necesita vocación de servicio y honestidad. En lo personal no le doy importancia si esa persona con vocación de servicio y honesta es hombre o es mujer. De hecho, es tan difícil encontrarla en la política que, insisto, es lo que se debería de garantizar cuando hablamos de ordenamientos y reglas.
Cuando no sea necesario ordenar que se ponga un año a una mujer como gobernadora, que el 50 por ciento de un gabinete sea de mujeres o cosas por el estilo, en ese momento hablaremos de un triunfo verdadero de la paridad y de una madurez de la sociedad y de nuestra democracia.