Ya párenle sicarios: quizá un día ustedes sean los desaparecidos...

Opinión
/ 30 marzo 2025

Hace catorce años, durante la Caravana del Consuelo, que fue la primera gran movilización nacional contra la violencia de las guerras narcas y las ejecuciones y desapariciones que ocasionan, le reclamé amistosamente a mi querido Javier Sicilia la ausencia en sus discursos de señalamientos contra los criminales. Sólo había quejas contra gobiernos y resultaba que los cárteles eran los generadores de ocho de cada diez ejecuciones y ocho de cada diez desapariciones (la novena era perpetrada por fuerzas del Estado en complicidad con cárteles y la décima por cuerpos de seguridad solas). Debatimos recio, pero entendió la realidad, no porque yo se la cantara, sino por los durísimos testimonios que fuimos recogiendo durante aquel periplo del dolor que empezó en Ciudad de México y concluyó en la frontera con EU.

A mitad de la caravana empezó a fustigar al sicariato nacional. Señores de la muerte, tengan un gramo de piedad, acudan a lo que les resta de humanidad y dejan de torturar y matar y desaparecer. Un día, entrando a Durango, ordenó a quien conducía su camioneta que se detuviera. Al lado de la carretera había un niño que erguía una foto grande de su padre desaparecido. Era un militar. En la imagen, el hombre, gallardo, cara gentil, vestía de gala. El niño y el viejo se fundieron en llanto. Inconsolable llanto. Estremecedor llanto. Uno tras otro, los reporteros, fotoperiodistas y camarógrafos que estábamos ahí nos rompimos luego de tantos días de acumular testimonios de horror.

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Hoy traigo de vuelta la anécdota a esta columna porque llevo semanas observando que, de nuevo, casi nadie les dice algo a los narcos made in Teuchitlán, es decir, a los que engañan y secuestran jóvenes para reclutarlos forzadamente, a los que desaparecen jovencitas y chavos y los ejecutan, y tienen el descaro de dejar expuestas cientos y cientos de prendas de sus víctimas. Como si vinieran de otro planeta, nadie les dice nada a esos sicarios que rompen el corazón de miles y miles de madres y padres.

Nada. Como si el tejido social no estuviera desecho en tantos estados y municipios del país a causa de los $12 mil pesos semanales que los cárteles reparten entre sus tropas, entre miles de jóvenes enlistados por las buenas o por las malas. ¿Qué chavo resiste la tentación de $50 mil pesos mensuales? ¿Qué estudiante avanzado de Química resiste la tentación de ese billete ahorita mismo en Michoacán y Jalisco? ¿Qué estudiante en sus últimos semestres de Contaduría resiste en Sinaloa? Exacto. Muy pocos, sólo que migren. Y cada vez los cárteles ocupan a más de ellos porque el negocio maldito que tienen ya no sólo requiere sicarios brutales sino también a profesionistas eficaces para cocinar drogas y contabilizar y esfumar recursos; para lavarlos, pues.

¿O ningún gobernador, ningún alcalde, ningún secretario de Seguridad, ningún fiscal sabe que eso está sucediendo en los estados? ¿No les han pasado los reportes militares sobre esos dramáticos casos de cooptación profesional? Ok, entonces sigamos en el ‘no pasa nada’, o en el ‘sí pasa, pero no lo digas en público porque los neoliberales periodistas harán un escándalo’. Sé que hay frustración en el gobierno federal al respecto, sé que intentan ayudar a los jóvenes de muchas maneras con distintos recursos, pero alguien sensato debe partir del diagnóstico público. Sin aceptación, perdón por la cacofonía, no hay solución.

Mientras tanto, déjenme emular a aquel poeta, que para mí era el mejor poeta, el Sicilia de la plaza pública, y hacerles un llamado a esos despiadados capos: ínclitos narcos, dejen ya de desaparecer y quemar gente, carajo. Tengan tantita madre. Y si no la tienen, vean y escuchen a las madres de los desaparecidos. Apiádense de ellas, por los menos díganles rápidamente dónde acabaron sus seres queridos.

Por favor, ya párenle.

¿Por qué deberían de hacerlo? Por una sencilla razón: la probabilidad de que un día ustedes sean los desaparecidos a manos de otros ojetes es de al menos 50%. Un volado. Mínimo. ¿No quieren que un día sus jefas los despidan en lugar de que anden penando con fierros entre tanta fosa clandestina? Pos ora, ya párenle a la desaparición.

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