30 años sin Roald Dahl, el autor que hizo creación de su tragedia personal
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Este lunes se cumplen 30 años de la muerte del escritor que pese a no haber tenido suerte en el plano personal pudo crear un universo del que salieron algunos de los cuentos más icónicos de la literatura infantil
Roald Dahl nació el 13 de septiembre de 1916 en Llandaf, un distrito de la ciudad de Cardiff (Reino Unido), en el seno de una familia de padres noruegos. Con tan solo tres años vivió la que sería la primera gran pérdida de su vida: su padre falleció de neumonía, un deceso que a punto estuvo de mandar a la familia Dahl de vuelta a Noruega.
Pocos años después, ante la ausencia paterna, la madre de Roald decidió que estudiara en un internado donde sus dotes para la escritura recibían furibundas críticas por parte de su maestra: "Nunca he conocido a un chico que escriba tan persistentemente lo contrario de lo que quiere decir. ¡Parece incapaz de ordenar sus pensamientos en el papel!", le decía su profesora, según se cuenta en la página web oficial de Dahl.
Al finalizar su formación académica, emprendió una vida de aventuras por el continente africano, interrumpida por el estallido de la Segunda Guerra Mundial y su decisión de alistarse en la Real Fuerza Aérea Británica.
Cuando la contienda finalizó, Dahl fue enviado a Estados Unidos, en un viaje que le cambiaría la vida, ya que propició un encuentro con el famoso escritor C.S.Foster, quien descubrió en él un talento "asombroso", por lo que le animó a ser escritor.
"Estaba encantado. Nunca antes había conocido a un escritor famoso. Lo que me sorprendió es que parecía tan normal(...) No había nada inusual en él y sin embargo, ahí estaba un escritor que era famoso en todo el mundo", así describió Dahl el encuentro con Foster según se recoge en la web.
Tras este episodio, Dahl decidió centrarse en su carrera como escritor y, aunque en 1943 publicó su primer libro "Los Gremlins", no sería hasta la década de los sesenta cuando sus historias empezaran a cobrar mayores reconocimientos.
Fue entonces cuando la muerte se volvió a cruzar en su camino con el fallecimiento de su hijo Theo, de tan solo cuatro meses.
A pesar de ello, la escritura de Dahl siguió su curso y en 1961 apareció en las librerías "James y el melocotón gigante", una historia inspirada en los cuentos que leía a sus hijos antes de dormir y que tiene como protagonista a un niño que, al morir sus padres a manos de los rinocerontes, debe ir a vivir con sus malvadas tías.
Fantasía para aliviar una realidad que Dahl volvió a sufrir en 1962 con la muerte de su hija Olivia, a los siete años, a causa de complicaciones derivadas del sarampión.
Aunque abatido, Dahl siguió con la escritura y en 1964 creó "Charlie y la fábrica de chocolate", una fábula inspirada en su juventud, cuando la empresa de chocolates Cadbury testaba sus creaciones en su colegio, con la codicia y el castigo como ejes fundamentales de la trama.
Una historia que ha sido para muchos escritores actuales una fuente de la que beber, como el caso del autor español de la saga "Los Futbolísimos", Roberto Santiago, quien leyó esta aventura cuando era un niño.
"Supe que nada sería igual en mi vida. A partir de aquel instante, llevo cuarenta años buscando el billete dorado. Lo busco con ahínco en mis viajes, en los helados y barras de chocolate que tomo, en los atardeceres, en el rostro de la gente que conozco, y sobre todo, lo busco en cada una de las novelas que escribo", cuenta a Efe.
Por eso, afirma que "no ha habido ningún escritor que supiera narrar el sueño infantil de millones de niños de una forma tan poderosa".
"La mera existencia en nuestra imaginación y nuestros recuerdos de Charlie, el superzorro, Matilda o el gran melocotón es motivo suficiente para ponernos en pie, dar gracias y brindar. Deberíamos celebrar el cumpleaños de Roald Dahl todos los días", pide Santiago.
Ya en la década de los ochenta, Dahl continuó la senda de los cuentos de hadas tenebrosos con "Las brujas" (1983) y "Matilda" (1988), su último cuento infantil largo, antes de fallecer, que al igual que gran parte de su obra fue escrito en una pequeña casita de ladrillo que Dahl tenía en su jardín.