‘Benedetta’: La última provocación de Verhoeven
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La cinta que estuvo lista desde el 2019 pero esperó hasta poder estrenar en el pasado Festival de Cine de Cannes llegó esta semana a salas mexicanas. Aquí nuestra crítica
SEXO, resalta en letras mayúsculas uno de los pósters de la película “Benedetta” de Paul Verhoeven, que esta semana llegó a cines mexicanos. Con esa palabra muchos resumirían su premisa; una monja y abadesa del Renacimiento, que tiene visiones y realiza supuestos milagros, se ve envuelta en una relación sexual con una de sus novicias.
Basada en el libro “Afectos Vergonzosos: Sor Benedetta, entre santa y lesbiana” de Judith C. Brown, que a su vez parte de los documentos del que es en apariencia el único juicio por lesbianismo en la Iglesia Católica, esta película se anuncia polémica pero, aunque para los más conservadores podría resultar escandalosa, en su ejecución se antoja un tanto moderada.
A pesar de la desnudez femenina, el sexo explícito y hasta la violencia, la más reciente película del director de propuestas como “El vengador del futuro”, “Bajos instintos” y “Elle” —cuyo reparto comparte algunas de sus estrellas con este filme—, establece una puesta donde de manera implícita e incluso derivada se pone en cuestión la fe, la doble moralidad de las instituciones conservadores —no necesariamente la iglesia católica— y a sus propios personajes.
Benedetta —interpretada de manera magistral por Virginie Efira— es, naturalmente, quien más es cuestionada durante las dos horas que dura la película. Desde niña asegura su santidad y cercanía con Dios y al ser entregada al convento dirigido por sor Felicita —cuya autoridad la actriz Charlotte Rampling deja bien clara— desarrolla su fe y compromiso con Jesús, de quien se declara su novia, en una introducción que establece la fortaleza de sus creencias, hasta que llega el personaje de Bartolomea —interpretado por Daphne Patakia—.
La experiencia de esta última en el terreno de la sexual —por medio de la violación, cabe aclarar—, la coloca en un plano de mayor autoridad y es, como el propio director señaló en entrevistas, la joven quien seduce a la mayor, hasta que la maestra supera a la alumna y es entonces que los claroscuros de Benedetta salen a relucir.
Si bien la obra ha sido comparada con el cine exploitation, al tratar temas tan delicados para algunos como la sexualidad de quienes deberían practicar el celibato —y, peor tantito, Dios no lo quiera, mujeres—, el sexo, por más que el marketing lo use para vender la película, no es tan predominante como parecería.
Y si bien es divertida y está muy bien hecha, también se balancea con algo de inestabilidad entre si tomarse muy en serio o no. Los momentos graciosos, juntos a las escenas “camp”, como las visiones de la monja —que llegan a colocar a Jesús como un individuo que no tiene reparo en usar una espada o en aceptar su propio deseo sexual, más como un vehículo para las necesidades de ella—, contrastan con la intriga política y la dudas sobre la santidad de su protagonista, misma que, cabe añadir, Verhoeven asegura que deja a consideración del espectador pero tal vez el público más escéptico encontrará pruebas suficientes para decidir si es genuinamente una santa, o solo una impostora.
Aunado a esto, las propuestas discursivas, sus lecturas y cuestionamientos —salvo que el tiempo diga lo contrario—, pueden llegar a quedarse en la sala de cine, lo que la convierte en una película que, vale la pena recalcar, solo es divertida y agradable para el momento.
En este sentido, Benedetta ofrece un viaje por una historia en apariencia predecible, pero cuyos giros y detalles involucran al espectador y lo hacen dudar hasta el final, con una fotografía bellísima, naturalista, y un elenco que entrega drama y espectáculo en medidas equivalentes.