Promueve con libro infantil la historia de las tribus nómadas de México
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Quitzé Fernández presenta hoy ‘El niño que se quedó a vivir en una nube’, libro que habla sobre la tribu Miopacoa
“El niño que se quedó a vivir arriba de una nube” es parte de una saga literaria que arrancó con “Los niños del Mezquite”, ambos de la autoría de Quitzé Fernández (Torreón, 1982) quien hoy lo presenta en la FILC a las 11 horas en el Foro escritoras y escritores coahuilenses.
Cuando VANGUARDIA conversa con él, Fernández que cuenta con una amplia trayectoria como periodista, relata que tiene poco tiempo dedicándose a la creación literaria, por eso no deja de sorprenderse al ver que la gente busca sus libros.
“A final de cuentas cuando escribes es como cuando lanzas una botella al mar, a ver a quién le llega el mensaje”, detalla, porque comparte una anécdota de cuando en el arranque de esta edición de la FILC vio a una persona buscando “Los niños del Mezquite”.
De esa primera entrega, cuenta que se imprimieron entre 5 y 8 mil ejemplares, y a través de contactos, se enteró de que ese primer libro llegó a diferentes partes de la república y gracias al buen recibimiento, la Secretaría de Cultura decidió que continuara esta saga en donde ahonda cuestiones históricas en tono adecuado para los niños.
‘El niño que se quedó a vivir arriba de una nube’
La segunda entrega la define distinta al libro que inició esta aventura literaria, “porque me atreví a escribir un poco más apegado a la fantasía, dejé a un lado lo que me acompañó muchos años que es el dato, las referencias bibliográficas e históricas”.
Así en esta ocasión Quitzé da rienda suelta a la imaginación y también crea personajes para secundar cada cosa que sucede en la historia, que dice, es “no mejor, pero sí más fantástica”.
Narra que fue hace un año cuando escribió “El niño que se quedó a vivir arriba de una nube”, sin embargo en ese momento no pudo salir debido a la pandemia.
Este libro trata sobre la tribu Miopacoa, una de las que habitó el norte del país, “hay que recordar que eran tribus nómadas que recorrían las llanuras” y explica que durante el tiempo que vivieron “había mucha extracción de niños y de guerreros, uno por las mismas tribus porque después se convertirían en guerreros y dos por los españoles”.
Y como todo tema tiene cabida en la literatura infantil siempre que se trate con el registro adecuado, Quitzé argumenta que por eso elige el término extracción, para evitar palabras con resonancia contemporánea como secuestro.
A partir de la premisa de que tanto niños como guerreros eran fuertemente apreciados y en ocasiones extraídos, entonces “El niño...” comienza cuando un narrador omnisciente cuenta sobre la llegada de uno a su tribu, “pero era un niño distinto a ellos, porque usaba arcos más pequeños”, mientras que los Miopacoa usaban arcos largos.
Entonces el narrador lo veía como uno distinto, pero bueno, “El niño...” usaba plumas en los brazos y el narrador no sabe a qué se debe esto y tenía una soga en sus piernas, a lo que el narrador dice que es para evitar que “El niño...” volara.
En el libro se cuenta que ese niño fue encontrado en un nido de águilas y por eso lleva plumas en los brazos, aunque eso es parte del viaje fantástico al que se pueden adentrar los lectores.
“Finalmente este niño fue muy vinculado por los Miopacoa, fue parte de la comunidad, era tan serio que difícilmente hablaba con los demás, pero sí participaba en los usos y costumbres, como recolectar frutos, cazar animales pequeños, aprender a usar el arco”, reseña el autor.
Dentro de la trama, tanto narrador como “El niño...” tienen que salir a su gran prueba, que consistía en salir al monte a cazar “y cuando regresaban de cazar lo que sea, cualquier animal, era la gran prueba de que eran guerreros y celebraban con una gran fiesta, con un gran mitote”.
Libros impresos frente al panorama digital
Comento con el autor sobre la importancia de que sus libros impresos tengan buena recepción en un momento en que la cultura visual a través de pantallas gana terreno. “En ese sentido, nosotros empezamos digital , pero creo que el papel sigue teniendo importancia porque la gente todavía quiere conocer y convivir con el autor”, analiza Quitzé Fernández.
Y rememora una anécdota de cuando fue a Las Esperanzas, en Múzquiz, Coahuila a presentar “Los niños del Mezquite”. En ese lugar que cumple con lugares comunes de este estado, a saber, es árido y hace un calor que rebasa los 40 grados, pero tiene un teatro de madera. “Entonces cuando fui, llegamos temprano y la poca gente que vimos -porque hacía mucho calor- estaba muy emocionada porque iba a ir un escritor”.
“Le pregunté a la gente que iba conmigo, ‘¿Quién va a venir?’ y decían: “Eres tú”. De manera que ese día, en un teatro lleno presentó su libro y al final “había una fila de gente esperando a que les firmara el libro, a tomarse una foto, a platicarme que les había inspirado, y no eran solamente niños”.
Es por esta cercanía que busca la gente con los autores que Quitzé Fernández considera fundamental la existencia de los libros impresos.
“El niño que se quedó a vivir arriba de una nube” está publicado por la Secretaría de Cultura y producido por Amonite, empresa que el autor dirige, en donde se encargaron del diseño y de la escritura. La ilustración corrió a cargo de Carlos Vélez, quien también hizo la de “Los niños del Mezquite”.