René Magritte, uno de los pintores más enigmáticos, seductores e intrigante del siglo XX
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Casi un centenar de obras del artista surrealista belga René Magritte se reúnen en la primera gran retrospectiva que le dedica el museo Thyssen de Madrid y que se podrá “online” en la web de la pinacoteca.
La exposición del museo Thyssen Bornemisza es la primera gran retrospectiva que se recoge en Madrid del maestro del surrealismo belga, René Magritte, nacido en 1898 y fallecido en París en 1967, a la que acompaña una selección de fotografías y cintas cinematográficas.
El hilo conductor son un centenar de piezas venidas de todas partes del mundo, desde Japón a Estados Unidos, y con la colaboración de la fundación del artista.
Esta retrospectiva no ha querido reducirse solo a un discurso alrededor de estos objetos cotidianos que Magritte repitió hasta la saciedad en su obra de los años veinte del pasado siglo, y por cierto la más conocida por el público.
“Su entrega al delirio y al absurdo ensombreció su riguroso trabajo. Hay método en su locura. Magritte es más que su propia repetición y esta muestra es un intento de representar la imaginación del artista entre bastidores”, indica el comisario de la muestra, Guillermo Solana.
“Los poderes del mago”, “Imágenes y palabras”, “Figura y fondo”, “El cuadro y la ventana”, “El rostro y la máscara”, “Mimetismo y Megalomanía”, son los grandes apartados, hilos conductores, de la exposición, que perfilan también su obra.
El recorrido empieza por la obra de sus primeros tiempos para “después ir avanzando y descubrir lo paradójico, como casi todo lo de Magritte. Hay que tratar de buscar variantes, pues ya conocemos su personalidad obsesiva, pero dentro de ella, avanza y vuelve a sus grandes temáticas”, sostiene Solana.
Un artista que constantemente vuelve a sus preocupaciones, a sus problemas para buscar variaciones en ellos, “un autor muy rico que evoluciona pero que, sin embargo, a veces hay una tendencia a relacionarlo, o buscarlo solo en su obra de los años veinte tan característica y ya está. Pues bien, nos empobreceríamos, si nos quedáramos solo con esa etapa”,añade el comisario.
VISIÓN FANTÁSTICA OERO FIGURATIVA
“Quienes busquen en mi pintura significados simbólicos no captarán la poesía y el misterio inherentes a la imagen”, escribía el artista.
Para Magritte, la pintura encierra el misterio de la poesía de lo incongruente. A pesar de ser uno de los mayores representantes del surrealismo internacional, este atípico artista belga se apartó deliberadamente del mundo del inconsciente.
Su pintura carece de cualquier rastro de romanticismo y está construida con una precisión metódica y casi cerebral.
Mediante los enigmas visuales que son sus cuadros, Magritte logró crear una obra de una gran originalidad, en la que, con unas imágenes sencillas y en sí mismas visualmente comprensibles, pintadas con una técnica naturalista, conseguía transmitir significados oscuros y complejos al lograr descubrirnos el lado más misterioso.
Pese a su carácter fantástico, onírico, o mágico, su obra se va tornando cada vez más figurativa, si es que nunca lo fue.
También observamos que Magritte adquiere cada vez mayor técnica, “desde esa cierta torpeza pictórica de sus primeros cuadros le vemos avanzar en su ejecución, da un gran salto: sus cielos de los años veinte no tienen nada que ver con los de los años cuarenta; cada vez más cuida la técnica”, incide Solana.
Esta perfección o realismo de su trazo nunca renuncia a que su pintura sea un momento de crear cierta tensión con espectador.
“La pintura para él no debe ser solo una fiesta para los ojos, sino que debe darnos materia para pensar, para sorprender”, afirma el comisario.
Vivimos en un mundo donde existe una fe no racionada, por ejemplo cuando depositamos la realidad en la fotografía. Una foto puede desencadenar, si se quiere, una moda, o fomentar una creencia, etc., una fotografía manipulada puede desencadenar hasta una reacción popular... Y, sin embargo, la fotografía no es la realidad, pues puede conllevar trampas.
Magritte “reflexiona sobre el poder de las imágenes, pues son seductoras, y pueden mentir más que el lenguaje. Es decir, las imágenes nos enseñan esa complejidad que se pone en cuestión... el dolor, la emoción, incluso el lenguaje mismo”, reflexiona el comisario.
“La gran lección es habernos enseñado esa complejidad que tienen las imágenes. Pero Magritte es un ilusionista que cae en la tentación de revelar sus trucos”, añade.
MAGRITTE Y SUS ROSTROS
“El misterio es una constante en la obra de Magritte. De frente a los personajes los tapa la cara y los coloca mejor de espaldas. La explicación quizás se apunte por haber vivido el suicidio de su madre, cuyo cadáver fue encontrado con el camisón sobre la cara”, desvela el experto.
Este historiador del Arte también indica que, desde 1926 a 1931, contrapone planos asimétricos, resumen de elementos que oculta a medias y que desvelan lo que muestra. Los cuencos, la imágenes huecas, agujeros en formato de imágenes, son utilizados para contar todas las historias y que están detrás del cuadro, que se pueden reducir al absurdo.
Una visión que esconde la cara de su personaje. “Tan pronto el personaje aparece de frente sin dar la cara, como que se la tapa con un paño o le pone el sombrero. No deja la duda de si estamos viendo lo que creemos ver. También cambia la escala de los objetos”, indica.
Una manzana, un hombre, una pipa, todo es una ilusión y su máquina sigue produciendo cual hechicero, es como un superhéroe que desvela que “una mesa no es una mesa, el océano no es lo que parece,.... que ponen en cuestión la realidad, objetos que no tienen nombre. Nombres sin objeto y objetos sin nombre”, comenta Solana.
Son elementos los que imitan a los seres y, al mismo tiempo, existe un mimetismo recíproco y el animal pasa a ser fondo y viceversa, el fondo, animal. Objetos, huecos vacíos, puertas cerradas donde se ve lo que hay detrás, indica el comisario.
EL GRAN MAGO
Pero este ilusionista cae en la tentación de revelar sus trucos, describir la mentira del arte.
Hacia 1950 elabora con sus amigos un artilugio con el que componer cuadros como un “maquinista, un mago”. Asocia al artista con ese ilusionista que posee el poder de tocar las cosas y, al igual que el mago, se convierte en hechicero, en ilusionista o superhombre. Por ejemplo, en pintura, un océano no es lo que parece; la fruta tampoco es lo que pareciera... Todo lo cuestiona: los objetos, la imagen del hombre, hasta el nombre!, según afirma Solana.
Llega a una fórmula, a una paradoja suprema: “Magritte dice: Esto que ves, parece una pipa, pero no es una pipa porque no puedes fumar en ella”, comenta sobre el surrealista belga.
No se olvida el comisario de agradecer la colaboración a la comunidad de coleccionistas de arte, en especial al mexicano, Juan Antonio Pérez Simón, que ha prestado obras muy significativas.
El término ‘Surrealismo’ fue acuñado en 1917 por el poeta y crítico naturalizado francés Apollinaire, pero fue en 1924 cuando el escritor André Breton lo utiliza para describir un movimiento políticamente radical empeñado en cambiar el mundo, que pasó a identificar, tanto un estado de ánimo, como una nueva visión estética.
Pero el surrealismo belga de Magritte nada tiene que ver con el resto. Magritte juega con la teoría de los signos.
Mediante el uso de imágenes y palabras, da cuenta de la inadecuación del signo a su referente: imagen y palabra son solo representaciones que sustituyen la verdadera realidad. Es como un golpe, al menos teórico, al concepto del arte como mera imitación de la naturaleza, situándose a las puertas de lo conceptual.
DESTACADOS:
+ “La idea es mostrar todo Magritte, uno de los pintores más enigmáticos, seductores e intrigante del siglo XX y que ha ido creciendo en popularidad, para ponerse a la altura de Dalí,el más conocido por la gente”, indica Guillermo Solana, director del Museo Thyssen-Bornemisza y comisario de la muestra.
+ Las muestra “La máquina Magritte” ha sido posible gracias a las obras de 30 países”, destaca Solana, entre ellos de México.
+ El visitante presencial o virtual, a través del recorrido en 3D en la web del museo, puede admirar 95 obras, algunas de ellas transformadas en “auténticos iconos” del surrealismo.
Por Amalia González Manjavacas EFE/Reportajes