‘Correr Para Vivir’: Cuando tu virtud se convierte en tu condena

La pantalla grande celebra la llegada de una cinta que denuncia cómo una comunidad indígena es vulnerada por el narco y que te tendrá al filo de la butaca; Vanguardia habló con el elenco y el director de una película que pone por encima de todo a la resiliencia, la fraternidad y el amor

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/ 28 abril 2024
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Una nota periodística llamó poderosamente la atención del novel cineasta Gerardo Dorantes: El desplazamiento forzado de indígenas en el estado de Chihuahua debido a la inseguridad en sus comunidades y la utilización de los rarámuris como “mulas” para traficar drogas hacia Estados Unidos gracias a su asombrosa habilidad para recorrer largas distancias corriendo.

El director tenía en sus manos una historia que contar, pero su interés no estaría en retratar el fenómeno de inseguridad que se vive en el país, sino en darle voz a quienes se ven arrastrados por esta vorágine de violencia y balas. Su intención era ponerle reflectores a los desposeídos, a las víctimas y mostrar, en la pantalla grande, cómo les cambia la vida el trasiego de droga a través de rutas por las que nuestros primeros pobladores habitaban, adoraban a sus dioses y deambulaban libremente.

La sensibilidad de Dorantes lo llevarían a internarse en la sierra Tarahumara para conocer de cerca usos y costumbres y empaparse de la cosmogonía de esta comunidad indígena para retratarla sin caer en clichés, ni romantizaciones y tampoco mostrar a esta cultura milenaria como piezas de museo o hacerle honor a la teoría del “buen salvaje” propuesta por Jean-Jaques Rosseau.

“Mas allá de sus usos y costumbres y de su interesante cosmogonía, el reto era mostrar su cultura, pero hacerlo de una forma emocionante, contarla a través de un thriller de acción, una película vertiginosa, pero real. Cuidamos mucho el no romantizar a los Rarámuris, de no verlos como objetos de estudio o seres inmaculados. No queríamos que se vieran como seres desconectados de su entorno real. Los jóvenes protagonistas son igual a los de cualquier otro lado, están tejidos con celos, ira, coraje, sexualidad, vaya, son personas reales que se ven vinculados al crimen organizado, porque el crimen no perdona, ni tampoco les importa tu historia, ni tu cosmogonía, ni el lugar que ocupas en este mundo”, comenta Gerardo, quien además rodeó a todo su equipo de especialistas en cultura indígena y además de hacerlos aprender la lengua Tarahumara, tuvieron duras jornadas para aprender a correr en la sierra bajo temperaturas inclementes y con los huaraches tradicionales.

La visión que daría a través de su incluyente cámara de cine, sería la versión de los vencidos, la de una comunidad que a ras de suelo ha luchado por no perder su identidad, sus tradiciones, ni su historia en un país mestizo. Rarámuri significa “los de los pies ligeros” y Dorantes usaría esa característica para convertirla en el eje central de una historia que apuesta por poner lo marginal en el centro, con escuchar lo que los grupos indígenas tienen para compartir con el mundo.

En ese sentido, en la película que Dorantes tenía en la cabeza, se entrelazan el amor por la naturaleza, el respeto por viejos de la comunidad, el abrazo a las tradiciones, la resistencia ante un entorno hostil, la hermandad, la fe y la resiliencia de un pueblo que no se se ha arrodillado ante la locomotora capitalista. Todo hasta que a las montañas llega la ley, el poder y la corrupción de un grupo de encapuchados con armas largas a imponer una nueva fe: La del terror y las balas.

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En entrevista con Vanguardia, Dorantes ejemplifica de forma sencilla un proyecto y una historia que le costó más de seis años poner en pie: “Es una historia de dos hermanos que comparten una conexión espiritual muy fuerte y tiene una asombrosa capacidad para correr grandes distancias. Su vida transcurre con tranquilidad hasta que sus sueños se ven truncados cuando el crimen los recluta para cargarlos como mulas para pasar droga hacia Estados Unidos. El narco se atraviesa y además se aprovecha del anhelo de estos hermanos de ser corredores profesionales”.

Dorantes es lo que los Rarámuris llamarían un Chabochi, alguien “que tiene barba” y no es de su tribu. Pero además de barba, Gerardo tiene una enorme capacidad para encontrar historias y convertirlas en entrañables imágenes en movimiento. Al escucharlo hablar de su película, su pasión se desborda en su lenguaje atropellado, en la retahíla de anécdotas, en lo grande de una sonrisa que se le dibuja porque logró llevar a buen puerto su ópera prima, porque pudo contar una ficción que su esposa oía una y otra vez antes de dormir: “Los Rarámuris llevan corriendo centenares de años. Su historia se cuenta a partir de su conexión con la tierra. Ellos corren para celebrar ritos, para agradecer a la vida, a la naturaleza y a partir de los años 90 ‘s acaparan reflectores por correr 270 kilómetros sin parar. Los medios de comunicación celebraban estas grandes proezas deportivas, pero detrás de esto hay además misticismo, tradición, magia y la historia de resistencia de un pueblo ante las heladas, la sequía, la hambruna y hay que sumarle la llegada del crimen organizado a trastocar su vida pacífica. El narco llegó para aprovecharse de su capacidad para correr y esa era una historia que se tenía que contar, pero sin dejar de lado la parte humana, poniendo por encima de todo la esperanza. ‘Correr Para Vivir’ se trata de un filme inspirador y no es para nada, una apología del crimen”.

Pero esta historia requería de un protagonista que estuviera a la altura de un relato que tiene mucha dignidad. No por nada, cuando Vladimir Rivera hizo el casting, el director se percató no sólo de un rostro adusto y orgulloso que enamora la pantalla, sino su carisma y la pasión que tiene por una profesión que, asegura el actor a Vanguardia, “se trata de ponerte en los zapatos del otro, de darle voz y dignidad a un personaje”. Así nació Omero, uno de los dos hermanos que sueñan con emular al Tarahumara Arnulfo Quimare, considerado como uno de los atletas más importantes del mundo.

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En el 2006 se organizó un ultramaratón entre los mejores corredores tarahumaras y el mejor ultramaratonista del momento, Scott Jurek, en la Sierra Tarahumara. En la carrera, las sandalias de Quimare se fueron desvaneciendo y terminó la carrera descalzo, venciendo así al mejor del mundo, hazaña que quedó relatada en el libro “Nacidos para Correr”.

En el filme, estos dos hermanos sueñan con emular al corredor Rarámuri, pero como bien lo dice el director: “Tu mayor virtud se puede convertir en tu gran condena”. En la historia Vladimir, quien personifica a Omero, es el hijo modelo que no tiene malicia, un ser noble y soñador que, aunque es mestizo, quiere ser aceptado por la tribu y también convertirse en motivo de inspiración para un país donde abunda el racismo y el clasismo.

Vladimir Rivera ve a su personaje como un héroe trágico y así se lo mostró al mundo: “Omero personifica la parte bondadosa del pueblo Tarahumara. Pero no se trata de alguien ingenuo, sino más bien de un soñador. Se trata de alguien que anhela tanto convertirse en un corredor reconocido, que su fervor hace que no se dé cuenta de las vicisitudes que tiene que pasar para poder lograrlo. Pero lo lindo de la película es justo la metamorfosis que sufre este personaje para conseguir su sueño”.

Vladimir no puede estar más identificado con su papel, pues cuando decidió dedicarse a la actuación en su natal Puebla, asegura que sabe lo que se siente ser “el prietito en el arroz”: “Yo he estado en ese lugar en donde te ven y te hacen menos. En momentos así o claudicas o sigues adelante y yo les dije ‘yo tengo las ganas, déjenme demostrarles que puedo vivir de la actuación’. Y mira como da vueltas la vida, porque desde ahí cree a mi personaje, lo hice con todo el respeto y el amor por una raza de seres sobre humanos como son los Rarámuris. Yo desde que me puse sus huaraches, me prometí que los iba a portar con todo el honor que merece llevarlos puestos”.

Omero, en palabras del protagonista, es un ser complejo y humano que tiene mucho de esa madera con la que estamos hechos los mexicanos: “No sólo se trata de un buen ser humano, se trata de alguien que lucha contra viento y marea para trascender en la vida. Omero es alguien con mucha fortaleza interna, es alguien que siempre quiere dar lo mejor de sí mismo a pesar de tener todo en contra. Es alguien que jamás deja morir la esperanza y ese es el mensaje que queremos mandar con esta película: El espíritu inquebrantable de los mexicanos nos puede llevar a realizar hazañas gigantescas a pesar de las adversidades”.

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La actriz Emma Malacara es la esposa del hermano de Omero y una víctima colateral de la irrupción de “la maña” en el hermoso territorio que habitan los Tarahumaras. Las Barrancas del Cobre, los majestuosos atardeceres y la sierra que le abrió los brazos a la producción, se convirtió en un personaje más de la cinta. Las mujeres son espectadoras, pero al interior de la familia, son los muros que sostienen el hogar, son la base de todo: “Hacer esta película fue llegar al primer escalón de un sueño que vengo construyendo desde que soy niña: Hacer ficción y contar historias en el cine. La visibilidad que nos da esta película es muy importante para los que no somos el tipo de personas que protagonizan películas nacionales. Para mí era importante que mi rostro también pueda aparecer en la pantalla grande, porque desde niña estuve muy acostumbrada a ver cine pero no a ver rostros morenos y con bellezas no hegemónicas como el mío. Interpretar a Arcuhé en esta película fue conectar con la rabia y el dolor de las mujeres que son afectadas por el narcotráfico, pero también fue conectar con el silencio para poder sobrevivir”.

Cuando se le pregunta al director qué tan difícil fue llevar a la pantalla una película que invita a la reflexión, que denuncia, pero que también apuesta por el deporte, la familia y las raíces prehispánicas, él lo tiene muy claro: “El cine y el arte es un reflejo de nuestra sociedad y por más que digamos que no queremos hablar de esos temas, son cosas que nos aquejan todos los días y debemos ponerlas sobre la mesa. Sin embargo, este filme se trata de una experiencia estética inmersiva. Se van a llevar una muy grata sorpresa porque se puede dar ‘un tiro’ con las cintas ‘gringas’ a partir de su buena factura y sus valores de producción. Estoy seguro que van a experimentar una aventura épica, se trata de un thriller de acción súper intenso, visceral, intrigante, pero también inspirador y profundo. No sólo los vamos a hacer reflexionar, sino que los vamos a divertir con una propuesta esperanzadora que va a generar un impacto positivo en el espectador”.

EL DATO

La película representa la ópera prima del director Gerardo Dorantes, quien asimismo coescribió el guión con Fabián Archondo (Historia de un crimen: La búsqueda).

Emiliano Villanueva (Una película de policías) se encargó de la fotografía, mientras que la música estuvo a cargo de Emiliano Motta (El Sueño del Mara’akame).

Esta es una producción de la compañía Varios Lobos.

La cinta es protagonizada por el debutante Vladimir Rivera Mata y Manuel Cruz Vivas (Radical).

El resto del elenco incluye a actores como Eligio Meléndez (Sueño en otro idioma), Mayra Sérbulo (Apocalypto), Emma Malacara (Lo que la gente cuenta) y Osvaldo Sánchez (Mis demonios nunca juraron soledad).

La película se estrenó el pasado 25 de abril de 2024 en cines de México, cortesía de Cinépolis Distribución.

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