Cultura y Pop: La Resurrección de Barnes and Noble
Varias grandes cadenas de librerías se declararon en quiebra, y Barnes and Noble empezó a sufrir: cerró cientos de tiendas, recortó puestos de trabajo, y aún así siguió perdiendo dinero
Barnes and Noble empezó como una pequeña librería en Manhattan allá por 1917. Hacia el 2000, era una de las cadenas de librerías más grandes del mundo, con 726 tiendas que ofrecían miles de libros pero también revistas, novelas gráficas, juegos de mesa, juguetes, música y regalos.
La idea detrás de su modelo de negocio era simple. Ofrecían los best-sellers con descuento, sabiendo que la gente vendría a comprarlos, y además pondría en su carrito de compras otro libro, una revista, y tal vez un regalo.
La cadena se convirtió en un monstruo que mató a muchas librerías independientes, que eran incapaces de seguir el ritmo de los descuentos. Muchos autores, lectores y libreros la detestaban.
Luego llegó Amazon, que copió el juego, pero lo jugó mejor: ofreció mayores descuentos y una oferta aún mayor de libros, que enviaban por correo a cualquier lugar.
Varias grandes cadenas de librerías se declararon en quiebra, y Barnes and Noble empezó a sufrir: cerró cientos de tiendas, recortó puestos de trabajo, y aún así siguió perdiendo dinero. Para empeorar las cosas, Amazon lanzó el Kindle, que permite comprar prácticamente cualquier libro al instante, y los libros empezaron a competir por atención con el iPhone y la explosión de YouTube, Facebook, Instagram, streaming y videojuegos que trajo.
A Barnes and Noble se le puso cara de dinosaurio: demasiado grande, demasiado lento y demasiado viejo, camino de desaparecer. Tuvo cuatro directores ejecutivos en cinco años y fue vendido a una empresa de fondos de inversión del tipo que sólo se ocupa en obtener ganancias, aunque eso signifique despiezar y vender en saldos a empresas en problemas.
Pero para sorpresa de la industria literaria, en 2024 Barnes and Noble está obteniendo beneficios, tiene seiscientas tiendas y por primera vez en años planea crecer y abrir cincuenta tiendas más.
¿Qué sucedió? El fondo de inversiones puso al frente de la compañía a una persona que entiende a las librerías de una manera que los ejecutivos con maestrías en negocios jamás lo harán.
James Daunt fundó en 1990 Daunt Bookshoops en Inglaterra, una librería especializada en viajes que eventualmente empezó a publicar sus propios libros. Su experiencia fue clave para que en 2011 la cadena Waterstones —la Barnes and Noble del Reino Unido— recurriera a él para salvarla de la bancarrota.
El fondo de inversión tomó nota de su éxito, y Daunt llegó a Barnes and Noble en 2019 con las ideas claras. Una librería tiene que funcionar como una tienda independiente, en el sentido de que debe reflejar los intereses de su comunidad. No tiene sentido perder el tiempo con investigaciones de mercado, como hacían sus predecesores: las librerías son para todos. Lo que hace que una librería sea especial no se puede explicar con palabras. Los iPhones no son enemigos; en cambio, hay que prestar atención a los libros que se vuelven virales en TikTok.
Pero lo más importante es que Daunt percibió dos cosas en el éxito anterior de Barnes and Noble que pocos comprendieron. En primer lugar, en muchas ciudades era la única librería. En segundo lugar, a las personas a las que le gusta leer les gusta estar rodeada de libros. Van a las librerías a hojear novedades, a leer un par de párrafos, a sentarse en una mesa a tomar un café con una revista, a mirar portadas para ver cual los atrae.
En la lucha contra el modelo Amazon, Barnes and Noble es ahora considerado por la industria literaria como un ancla crucial para el resto del ecosistema, ya que mantiene a las editoriales comprometidas con la distribución de libros impresos y la creación de más lectores.
Cuando uno visita una tienda de Barnes and Noble —recomiendo la de Union Square en Nueva York— encuentra una librería amplia y agradable, con mesa tras mesa tras mesa que muestran las portadas de libros de lo que usted pueda imaginar: ficción, no ficción, actualidad, política, historia, memorias, biografías, arte, deportes, tecnología, viajes, comida, cómics, manga, fantasía, ciencia ficción. Miles de estos libros son nuevos; miles son reimpresiones. Sus portadas son un arte en sí mismo. El lugar se siente vivo y dinámico.
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La cantidad de temas, conocimiento, experiencias, ideas, puntos de vista, y vidas que todos esos libros —muchos traducidos de otros idiomas— contienen es abrumadora. Y todos los días, miles de personas los compran y leen.
La semana pasada mencioné lo mucho que me sorprende que mucha gente piense en los Estados Unidos como un país sin cultura, lleno de gente ignorante. Como sucede a menudo, lo que esta opinión revela es (gulp) precisamente los males que menciona.