¿Maldición o problema estructural? El drama de las adaptaciones de los videojuegos al cine
Con la llegada de la serie de HBO basada en el popular juego The Last of Us nuevamente surgió la conversación sobre si las adaptaciones al cine o televisión pueden ser buenas o están condenadas a quedarse en la mediocridad
Desde que en 1993 llegó a salas de cine del mundo la adaptación de Super Marios Bros, de Nintendo, ese legendario juego del plomero que salta y destruye bloque de ladrillo con su cabeza, seguida de otros intentos como Mortal Kombat y Street Fighter en los siguientes dos años, las tres consideradas muy malas películas, se comenzó a hablar de una maldición en el género, al grado de que parecía imposible adaptar esas historias a este otro lenguaje.
Con el paso de los años, por intentos que se hacían, ninguno parecía poder lograr romper con esa “maldición”. Todavía a principios de los 2000, “Lara Croft: Tomb Raider”, con Angelina Jolie en el rol titular, logró algo de éxito —el suficiente para tener una secuela—, gracias a que el género de aventura, con otras películas como “La Momia”, protagonizada por Brendan Fraser, estaba de moda, pero los críticos no fueron muy bondadosos con ella.
Porque en esencia existe un problema que impide la correcta extracción de la experiencia de un videojuego y llevarla a la pantalla, chica o grande. Y es que el primero es un medio activo, donde la persona que lo experimenta está tomando decisiones e influenciando, en mayor o menor medida, lo que sucede, mientras que en el segundo se trata de una situación pasiva, donde solo se trata de sentarte a disfrutar de la acción sin intervención alguna.
Esto se suma a las dinámicas del capitalismo que, querámoslo o no, son parte importante de que una adaptación así se haga. Si un videojuego es popular, los estudios querrán sacarle más dinero llevándola a otras plataformas. Pero esto provoca que el proceso en sí caiga en manos de expertos que no conocen el material original, o no están lo suficientemente familiarizado —o en el peor de los casos ejecutivos que imponen ideas sin justificación—, lo que lleva a cambios que enojan a los fans de dicho juego o a tropiezos en la producción que impiden que se realice un buen producto.
Sin embargo, pareciera que poco a poco esta “maldición” está quedando atrás. Si bien se llegó a creer que, en 2017 la película de “Assassin’s Creed”, serie con una mitología de tal dimensión —y una cualidad ya cinematográfica en sí misma—, lograría esto, fue en 2019, con la inesperada llegada de “Detective Pikachu”, que decidió no adaptar estrictamente un juego, sino contar una historia dentro del mundo Pokemon.
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Poco después llegó “Sonic”, que más allá del escándalo del primer diseño del personaje, fue bien recibida como una comedia de aventuras por público y críticos, y nos trajo de vuelta a Jim Carrey como el Dr. Robotnik.
La televisión y el streaming no se quedaron atrás. En 2017 la primera temporada de Castlevania, de Netflix, comenzó a demostrar que se podía contar una buena historia y al mismo tiempo desviarte un poco del material original y ahora el turno le toca a Sony y HBO, con The Last of Us, que además de tener un elenco estelar —con Pedro Pascal y Bella Ramsey como protagonistas—, también aprovecha que su fuente es un videojuego que destaca más por su historia que su jugabilidad.
Incluso otros esfuerzos como la más reciente adaptación de Mortal Kombat han sido mejor recibidos, por lo que parece que las futuras versiones cinematográficas de nuestros juegos favoritos podrían llegar a mejor puerto que sus predecesores.
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