‘Mi vida ha sido extraordinaria’; antes de partir, Ignacio López Tarso cumplió sus sueños
COMPARTIR
El seminarista, el militar, el agricultor, el político, el artista; luego de una extensa trayectoria y consolidarse como uno de los últimos pilares del Cine de Oro en México, “Macario” finalmente apaga su vela
“¿Se imaginó alguna vez llegar a los 98 años?”
“Sí”, fue la respuesta que dio Ignacio López Tarso durante una entrevista con Mara Patricia Castañeda, multimedia que se publicó apenas el pasado 5 de marzo, y deja en claro el refrescante amor por la vida que el poliédrico actor sentía, incluso, soñaba llegar a los 100 años con esa misma pasión por ella.
Sin embargo, durante la noche del 11 de marzo, quien habría sido uno de los artistas más aclamados por el público mexicano, y de los últimos vivos pertenecientes al Cine de Oro, falleció tras una hospitalización de emergencia, causada por la oclusión intestinal que se complicó por una neumonía.
Así, las artes escénicas ahora están de luto, mientras recuerdan al hombre cuya trayectoria de más de 70 años ha marcado las grandes pantallas, la televisión y los espacios teatrales.
TE PUEDE INTERESAR: Fallece Ignacio López Tarso a los 98 años
Pero su historia no culmina con su muerte, pues son miles de logros los que son celebrados hoy, y deja un paso sobrio a través de los tiempos, casi cerrando la extinta generación del Cine de Oro en México con orgullo.
PRIMEROS AÑOS
Tarso nació como Ignacio López López el 15 de enero de 1925 en la Ciudad de México, hijo de Alfonso López Bermúdez e Ignacia López Herrera, y hermano de Alfonso y Marta. Durante su infancia, viajó a diferentes localidades del país, entre ellas, el puerto de Veracruz, Hermosillo, Navojoa.
Empero, fue en Guadalajara donde conoció el arte que lo cambiaría todo; a la edad de 10 años, un joven López Tarso presenció su primera obra de teatro, sellando el futuro que, desde entonces, se emprendió por perseguir.
Cuando estudiaba la secundaria, en Valle de Bravo, Estado de México, la economía de sus padres fueron un impedimento para que López Tarso continuara con su formación académica, no obstante, decidió encaminarse, sin vocación alguna, como seminarista, con tal de poder culminar sus estudios.
Con el tiempo, realizó que no había ninguna pasión para llevar a cabo esta religiosa tarea, y decidió abandonarla tras su paso por el Seminario Menor de Temascalcingo (Estado de México) y el Seminario Conciliar de México en Tlalpan (Ciudad de México).
Entretanto, antes de la búsqueda del gran sueño artístico, López Tarso también cumplió su servicio militar, cuando tenía 20 años, en 1945. Durante más de un año, fue parte del cuartel en Querétaro, recorriendo los regimientos de Veracruz y Monterrey; así, obtuvo el grado de Sargento Primero.
Empero, pese a su destreza para la labor, y el consejo de algunos superiores que lo reconocieron como un militar destacado, Ignacio dio fin a su paso por las fuerzas armadas, vocación que tampoco era la suya.
TE PUEDE INTERESAR: ‘Las puertas del Palacio de Bellas Artes están abiertas siempre para él’; prepara INBAL homenaje póstumo a López Tarso
De regreso en la Ciudad de México, Tarso se dio una oportunidad en el camino empresarial, trabajando con una fabricante de ropa de mezclilla, aún con problemas económicos. Con la idea de generar más dinero, se hizo camino hacia los Estados Unidos, donde, como bracero y agricultor, se dedicaría a la cosecha.
Sin embargo, el sueño americano no fue lo que esperaba, y mientras laboraba en un naranjal del condado de Merced, en California, sufrió un grave accidente que casi lo deja parapléjico, tras caer de espaldas desde un alto naranjo.
Su idea de regresar a México con decenas de billetes estadounidenses fue suplantada por los 20 dólares que, en su lugar, apenas consiguió, y medio cuerpo cubierto de yeso. Ya en la ciudad, cumplió una recuperación de un año. No fue hasta los 24 años, totalmente sanado, cuando se convertiría en el Ignacio López Tarso que los escenarios conocen.
EL SUEÑO
En 1949, aún como López López, el actor comenzó su formación teatral en la Academia de Arte Dramático del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), instituto que fuera la única escuela de teatro en todo México.
Ahí, Ignacio aprendió de Xavier Villaurrutia, quien guio a Tarso por el mundo de las actuaciones al aire libre, en plazas, mercados y otros puntos de la Ciudad de México, además de convencerlo de cambiarse el nombre, porque con “López y López” no “alcanzaría el éxito”, por ello, el actor se basó en San Pablo apóstol para su nueva identidad, originario de la ciudad de Tarso.
Luego, bajo el yugo de Salvador Novo, tras el fallecimiento del poeta que tanto admiraba López Tarso, él y sus compañeros siguieron preparándose en el ámbito actoral, logrando su primer debut como estudiante en la obra El sueño de una noche de verano de William Shakespeare.
Enseguida, como un profesional, debutó con Nacida ayer, de Garson Kanin, en 1951. Tres años después, llegó a los cines con La desconocida, papel que disgustó al mismo Tarso, llegando a calificarla como uno de sus peores filmes. Devastado, quiso decirle adiós a la vocación cinematográfica, empero, las cintas que filmaría después fueron de gran provecho.
Entre ellos, destacan Chilam Balam (1957), Vainilla, bronce y morir o Una mujer más (1957), Nazarín (1959), La cucaracha (1959) y La estrella vacía (1960).
En este momento cumbre para la vida del ya Ignacio López Tarzo, en 1960, se consolidó como actor gracias a Macario, cinta de Roberto Gavaldón, inspirada en la novela homónima de B. Traven, y con guion de Emilio Carbadillo, que resultaría multipremiada y condecorada no sólo en México, sino, a nivel internacional.
Se trata de la primera película mexicana en ser nominada a un Premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (Academy Award), mejor conocido como los Premios Óscar, en la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera. Asimismo, fue reconocida en el Festival Internacional de Cine de Cannes de 1960.
En Rotten Tomatoes, la película tiene una aprobación del 100 por ciento, basada en 5 reseñas que la califican con un promedio de 9.0/10. Su reconocimiento la posicionó en la lista de las 100 mejores películas del cine mexicano, donde ocupa el lugar número 59.
A partir de este indudable éxito, llegaron los filmes que también levantaron la carrera artística de López Tarso; desde Rosa Blanca (1961) La Bandida (1962), Cri Cri, el grillito cantor (1963), El hombre de papel (1963), El gallo de oro (1964), Tarahumara (1965), La vida inútil de Pito Pérez (1970), La generala (1971), El profeta Mimí (1972), Rapiña (1973), y Los albañiles (1976), entre otros.
Desde 1957, el capitalino participó en diversas telenovelas, como Amor y orgullo (1966) La tormenta (1967), El honorable señor Valdez (1973), El derecho de nacer (1981), Imperio de cristal (1994), Esmeralda (1997), ¡Vivan los niños! (2002), De pocas, pocas pulgas (2003), Mañana es para siempre (2008), La que no podía amar (2011), Corazón indomable (2013), La malquerida (2014), entre otras.
A partir de 1963, Tarso también incursionó en la televisión, donde destacan El Pantera (2007-2009), El encanto del águila (2011), Como dice el dicho (2012, 2016), entre otros.
Cabe destacar que, además de pertenecer a los escenarios, Ignacio López Tarso perteneció a diversas instituciones en el gremio, por ejemplo, a la Asociación Nacional de Actores (ANDA), la Asociación Nacional de Intérpretes (ANDI) y el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC).
Incluso, fue diputado federal del 1 de septiembre de 1988 al 31 de agosto de 1991.
Además, ha recibido importantes condecoraciones, como la Presea Ángel de la Esperanza por Trayectoria de Excelencia, otorgada por la Fundación Cultura Sin Fronteras México; Medalla de Oro Conmemorativa Bellas Artes por el INBA; Gran Orden de Honor Nacional al Mérito Autoral; Premio Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York; Golden Gate Award en el Festival Internacional de Cine de San Francisco por El hombre de papel, y el mismo, pero por Macario.
Igualmente, cuenta con dos premios Ariel y dos Premios TVyNovelas; uno de la Premios de la Asociación de Cronistas y Periodistas Teatrales (ACPT) y otro más de los Premios Bravo.
CUMPLE SUS SUEÑOS
En sus últimos años de vida, el galardonado actor mexicano expresó sus deseos de llegar a los 100 años de vida, sin embargo, sólo si aún conservaba su pasión por la misma, empero, hasta su último aliento, así lo fue.
“Mi vida ha sido muy bonita, me siento tranquilo, he sido muy productivo y me ha ido muy bien. Es una bendición, me siento muy contento cada que despierto en mi cama y vivo un día más, tengo unos ánimos enormes y un gran gusto por la vida”, dijo a Milenio, en una de sus entrevistas.
Asimismo, recordó la gratitud que le brindó su Macario, reconocimiento que lo llevó a la India, Rusia, Israel, Irlanda y otros países donde asegura “llegué con Macario bajo el brazo”.
“En la India estuve más de un mes, lo mismo que en Israel, en Moscú, fui también a Leningrado y a Georgia, la tierra de Stalin, conocí todos estos lugares por Macario, anduve para arriba y para abajo”, afirmó.
Hace algunos años, el mexicano reiteró que su carrera ha sido muy grate, muy “recordable”: “La he querido muchísimo porque he hecho lo que había soñado hacer”, dijo, emocionado.
TE PUEDE INTERESAR: Ignacio López Tarso se prepara para llegar al siglo de vida
“He gozado muchísimo. He disfrutado mucho. Me decía mi doctor, ‘¿Te gusta vivir?’, ¡Me encanta! ¡Me encanta! Mi vida ha sido verdaderamente extraordinaria; las obras de teatro que tenía en la menta, ilusión; ‘¿Cuándo podré hacer Shakespeare? ¿Cuándo podré hacer a los griegos?’, pues nada, llegaron, llegaron, sin buscarlos. Me los daban, me los ofrecían. Una carrera preciosa”.
Al actor le sobreviven tres hijos, fruto de su matrimonio con la fallecida Clara Anda: Susana López Aranda, quien es periodista, escritora y madre de Antonio Sánchez, creador de la banda sonora de Birdman, película de Iñárritu, ganadora del Óscar; Juan Ignacio Aranda, el único que se dedicó a la actuación, y, finalmente, Gabriela, de quien poco se sabe.
Su hija Gabriela es mencionada en una de sus últimas entrevistas, con Patricia Castañeda. Ahí, Tarso reveló que vive con ella, mientras la mujer dirige una de las escuelas más antiguas del barrio. A semanas de celebrar sus 98 años, el actor se entusiasmaba mientras recordaba que ya tiene nietos y bisnietos, y sus hijos se reúnen con él frecuentemente.
“¿Se imaginó querer llegar a los 100?”, pregunta la periodista Mara Patricia Castañeda.
“Sí”, vuelve a contestar López Tarso. “Pero si puedo llegar como estoy, si pierdo facultades, ya no; si ya no sé quién soy, si ya no reconozco, si pierdo el sabor a la vida, ya no”.