2020: un recorrido científico marcado por el COVID-19, el año de la pesadilla sanitaria

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/ 29 diciembre 2020

Así fue cómo fue creciendo este año infausto marcado por la pandemia del coronavirus, surgido en China

CDMX.- El 24 de enero del 2020 la revista especializada The Lancet publicaba un texto con el reporte de un grupo de 41 personas hospitalizadas por neumonía causada por un nuevo betacoronavirus (2019-nCoV). El reporte epidemiológico de estos pacientes hospitalizados en Wuhan, China, se convirtió en uno de los artículos más citados del 2020. Se trataba de una de las primeras piezas del rompecabezas de una pandemia que no concluye, pero que ha dado paso a una serie de avances científicos que marcaron este año.

Se calcula que más de 200 mil artículos científicos sobre el SARS-CoV-2 fueron publicados durante 2020. Durante el primer trimestre, más de la mitad de los autores de las publicaciones sobre el virus eran chinos, pero la rápida extensión del Covid-19 fue incluyendo a expertos de todo el mundo en los reportes, como los científicos de la Escuela Imperial de Londres (Imperial College London), cuyo informe del 16 de marzo sobre el encierro y medidas de distanciamiento para evitar millones de muertes se convirtió en uno de los más consultados del año.

LA FUERZA DE LA GENÓMICA

El retrato del enemigo debe ser puntual para poder enfrentarlo, es así que descifrar velozmente el código genético del nuevo coronavirus fue fundamental para comprender mejor su funcionamiento y desarrollo. El 10 de enero, un equipo de científicos de China y Australia publicó en línea (virological.org>) la secuencia genética del amenazante virus que había aparecido a finales de diciembre del 2019 en Wuhan. Diez días después ya se confirmaba el poder de su transmisión humano-humano y a mediados de febrero los científicos ya tenían imágenes de la estructura a nivel atómico de su proteína espiga.

Desde su descubrimiento, la secuenciación genómica del nuevo coronavirus fue uno de los principales pasos para combatirlo. Su rápida secuenciación permitió clasificarlo, definirlo e incluirlo como un nuevo miembro de las familias de virus ya conocidas. El SARS-CoV-2, nombrado así el 11 de febrero del 2020, subrayó el importante papel de la investigación molecular en esta nueva era.

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Durante este año se lograron secuenciar miles de genomas completos del virus en diferentes partes del mundo, gracias al análisis de muestras de pacientes. De esta forma, se ha podido rastrear tanto su origen, como su capacidad de diseminación en las diferentes poblaciones del mundo entero.

Ali Shilatifard, director del Instituto Simpson Query de Epigenética de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, señalaba en un artículo publicado en la revista Science que la primera aplicación de la investigación molecular fundamental para COVID-19 fue la secuenciación rápida del genoma del SARS-CoV-2. Las técnicas de secuenciación masiva, proporcionaron miles de millones de lecturas de su ADN en un solo día. El especialista consideraba que otra de las aplicaciones fundamentales durante el desarrollo de la pandemia fueron los métodos para identificar individuos infectados aprovechando la secuencia del genoma viral.

Por otra parte, la capacidad de los investigadores para compartir las secuencias de SARS-CoV-2 obtenidas en las diferentes geografías, permitió elaborar un mapa dinámico de su evolución que ha permitido visualizar la progresión espacial y temporal del virus. Esta información fue de vital importancia en el desarrollo de las vacunas que ya empiezan a distribuirse en algunos países tras otro de los grandes hitos del 2020: decenas de vacunas candidatas con ensayos clínicos a gran escala realizados casi al mismo tiempo.

UNA NUEVA ERA EN VACUNACIÓN

Precisamente en el desarrollo de las inmunizaciones contra el SARS-CoV-2 se localizan otros de los avances más espectaculares a nivel científico que ha traído consigo la pandemia. El virus impulsó que se probaran tecnologías, ya en desarrollo, pero con las que nunca antes se habían producido vacunas autorizadas, como el ARN mensajero (ARNm). Su funcionamiento implicaría no solo una nueva fase contra la pandemia, sino una revolución en el mundo de las inoculaciones.

Tras el terrible impacto del virus, los tiempos de generación de respuestas más tangibles, como la posibilidad de una vacuna, han parecido largos (excesivamente largos), pero en la realidad de un laboratorio, los tiempos han batido un récord histórico, reduciéndose este año a casi la décima parte de lo que hubiera tomado bajo otras circunstancias. Esto ha sido posible gracias a las plataformas listas para crear estos productos y el bagaje de muchos años de investigación. En este sentido, se reconoce el trabajo de muchos científicos, como el de la bioquímica húngara Katalin Karicó con un trabajo de casi tres décadas sobre la modificación del ARNm para facilitar la creación de vacunas genéticas más precisas y seguras.

Los fundadores de BioNTech (la aliada de Pfizer), los científicos de origen turco, Ugur Sahin y Özlem Türeci, convirtieron a Karicó en su principal aliada, quien no quitó el dedo del renglón sobre este tipo de vacunas que transportan las instrucciones genéticas para que las células huésped fabriquen al antígeno deseado y que han cambiado la historia de las inmunizaciones, según ha dicho Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los Estados Unidos.

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Los tiempos de fabricación y las fallas en las cadenas de suministro podrían retardar el ambicioso proceso de distribución de las vacunas en todo el mundo; sin embargo, los expertos consideran que incluso si funcionara una fracción de las más de 150 candidatas en desarrollo (52 en ensayos clínicos y 15 en la última etapa), la oferta abriría nuevas posibilidades y los trabajos para la creación de más vacunas no se pueden suspender. Con un menú más amplio, los países podrán elegir las vacunas que mejor se adapten a sus presupuestos y capacidades de administración, e incluso en un mayor plazo podrían estar disponibles vacunas específicas para los diferentes grupos poblacionales.

La creación del fondo COVAX también es considerado por las publicaciones en ciencia especializada que hacen su recuento de este año, como un logro distintivo del 2020; un discreto paso que busca democratizar los alcances de la ciencia. El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, ha subrayado repetidamente la necesidad de hacer que las vacunas COVID-19 sean “un bien público mundial”, asequible y disponible para todos.

Hasta el momento, 189 países participan en este esfuerzo internacional liderado por Gavi, la Alianza de Vacunas; la Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante Epidemias (CEPI) y la OMS. Este proyecto tiene como objetivo entregar dos mil millones de dosis para fines de 2021. COVAX es el pilar de la vacuna de una asociación global para acelerar el desarrollo de pruebas y medicamentos de coronavirus, conocido como Acelerador de Acceso a Herramientas COVID-19 (ACT), que, sin embargo, enfrenta un déficit general de 28 mil millones de dólares, según cifras de la ONU.

El camino aún es largo, pero los avances logrados este año con la creación de nuevas vacunas y la rapidez para compartir los avances científicos a nivel global podrían no sólo ser piedra angular en las estrategias para combatir esta pandemia, sino también convertirse en la clave para combatir otras enfermedades mortales en el futuro.

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