Bélgica conmemora los 50 años de la muerte de René Magritte

Vida
/ 15 agosto 2017

Muchos ven en René Magritte el símbolo de un país que incluso los propios belgas califican de surrealista, de la "belgitude" ("la actitud belga"), aunque su legado cobra un sentido global en un mundo cargado de contradicciones.

Bélgica conmemora hoy los 50 años de la muerte de Magritte, su icono del surrealismo, que falleció el 15 de agosto de 1967 en Bruselas a causa de un cáncer de pulmón, con un extenso programa de actividades que se prolongará durante todo el año.

La huella del pintor René Magritte, icono del surrealismo belga, estará más viva que nunca este año en Bélgica, donde instituciones, museos y varios monumentos del país rendirán homenaje al artista a través de exposiciones y experiencias virtuales.

El núcleo del homenaje será Bruselas y, en concreto, el museo Magritte, con una gran exposición a partir del 13 de octubre que indagará en su diálogo con Marcel Broodthaers, que influyó enormemente sus creaciones y su manera de representar los objetos.

La idea del museo es también reunir las creaciones de artistas contemporáneos posteriores a 1980, como George Condo o Gavin Turk, Sean Landers o David Altmedj, que han reflexionado en sus obras sobre esa manera de reproducir los objetos.

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El homenaje del museo incluye productos de mercadotecnia como la creación de una cerveza de la que se pondrán más de 4.000 litros a la venta en el museo, un proyecto virtual con el Google Arts Institute para difundir su obra, conferencias y visitas pedagógicas.

Además, para 2019 el museo prepara una gran exposición "Magritte-Dalí", para mostrar la relación artística entre ambos, desde que en 1929 el belga fue a pasar un verano a Cadaqués (noreste de España) y quedó impregnado para siempre del modo en que el artista catalán creaba universos imaginarios.

Muchos ven en René Magritte (Lessines, 1988 - Bruselas, 1967) el símbolo de un país que incluso los propios belgas califican de surrealista, de la "belgitude" ("la actitud belga"), aunque su legado cobra un sentido global en un mundo cargado de contradicciones.

En su vida personal, Magritte tuvo unos inicios difíciles: su adolescencia estuvo marcada por el suicidio de su madre, que se arrojó al río Sambre cuando tenía catorce años; con quince años conoció a Georgette Berger, con quien se casó y fue su única musa.

El artista siempre negó cualquier dimensión biográfica en su obra, aunque las alusiones al trauma de la muerte de su madre o a su propia personalidad enigmática son claras.

Una de las obras más ambiciosas de Magritte está fuera de su museo aunque también e Bruselas, en el Teatro Real de las Galerías Saint-Hubert, donde Magritte creó, en el techo, su mayor cielo de nubes, casi invisible por la suciedad y el paso del tiempo hasta que fue sido recientemente restaurado.

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