¿De qué sirve ganar el Nobel de Literatura?
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Algunos se compran casas o pagan deudas, otros disfrutan de una jubilación anticipada que los libere del trabajo y unos pocos no logran disfrutar del reconocimiento debido a un destino trágico; ¿es el Nobel el cierre o un nuevo principio para la carrera de un escritor?
Por Cecilia Acuña para La Nación
Con el dinero recibido por el Nobel de Literatura que ganó en 1957, Albert Camus compró un antiguo criadero de gusanos de seda en la región de Provenza, que decoró con muebles de anticuarios y con un piano que mandó a traer desde París. Cuentan que una vez instalado en su nuevo hogar, comentó a sus amigos que por fin había encontrado el cementerio donde iba a ser enterrado. Por desgracia, el comentario fue más acertado: dos años después el escritor, de 46 años, moriría en un confuso accidente de auto. Al autor de El extranjero, el Nobel le sirvió para tener la casa que siempre había soñado pero no le dio tiempo para seguir publicando o para que el reconocimiento quizás terminara colapsando su carrera creativa.
No se suele reparar demasiado en lo que sucede en la vida de los escritores una vez alcanzado el Nobel, es como si de alguna manera el galardón viniera con el permiso expreso y justificado de entregarse al ocio, como un certificado de jubilación cualquiera sea la edad del autor premiado. Claro que este supuesto tiene sus bases en la realidad, en datos objetivos que con el tiempo construyeron la idea de que el Nobel -que se entrega nuevamente hoy- se concede a escritores que ya están de vuelta, que ya terminaron de recorrer su período de producción fértil y a los que sólo les queda esperar que la academia sueca decida reparar en sus obras.
Los jubilados del Nobel Cuando en 2007 Doris Lessing se convirtió en la escritora más longeva en ganar el lauro, lo primero que hizo fue preguntarse qué se suponía que iba a hacer ella a su edad -88 años- con todas las molestias que le implicaba el reconocimiento. De hecho, la británica autora de El cuaderno dorado ni siquiera pudo asistir a la ceremonia de entrega del premio debido a sus problemas de salud. No obstante, el reconocimiento recibido no eclipsó su afán literario sino que hasta la animó a escribir un último libro, una autobiografía titulada Made in England publicada en 2008, cinco años antes de su muerte en 2013.
No es el caso de su predecesor inmediato, Jean-Marie Gustave Le Clézio, que desde 1963 venía publicando alrededor de un libro cada dos años hasta 2008 inclusive y que a partir del premio desapareció de las mesas de novedades de las librerías. Al escritor francés de 75 años, el Nobel parece haberle servido para ganar reconocimiento internacional, sumar reediciones, agregar idiomas a la lista de traducciones de sus obras y tener una más que justificada excusa para tirar la toalla de las palabras. O al menos un descanso.
El criterio que viene aplicando en estos últimos años la academia sueca para elegir a los ganadores de la categoría literaria sea quizás la razón por la que se tiende a pensar que el Nobel paraliza la fertilidad creativa de quienes lo reciben. Sin embargo, la verdadera cuestión se cifra en la avanzada edad de los escritores que suelen ser reconocidos. Tomas Tranströmer, por ejemplo, el poeta sueco premiado en 2011 que murió en marzo de este año, tuvo su período intenso de producción durante las décadas del setenta y del ochenta. En su caso, el galardón tampoco le valió demasiada popularidad debido a que su género literario era la poesía. Antes de morir, él mismo dijo que ganar el Nobel era una experiencia tan agradable como agotadora, que pareciera no haberle resultado una ecuación demasiado positiva: "Una vez que la fatiga se ha apoderado de ti, tu vida vuelve a un ritmo normal, junto a la comprensión de todo lo que se descuida por vivir demasiado deprisa. Encontrar el tiempo para trabajar obviamente pesa, pero también perder el contacto con los amigos durante demasiado tiempo".
Alice Munro, reconocida con el premio en 2013 por su talento para el cuento, también entra en esta lista de escritores de la tercera edad, con más ganas de disfrutar de la serenidad cotidiana del hogar que de andar tomándose aviones, dando entrevistas o asistiendo a eventos sociales. Unos meses antes de conocerse el premio, la escritora canadiense ya había anunciado que Mi vida querida sería el último de sus libros, casi como una intriga de predestinación de lo que vendría. De todas maneras, para ella el Nobel supuso un aumento importante de las ventas de sus obras y la difusión de su nombre sobre todo en lengua no inglesa.
El Nobel motivador Pero no a todos el Nobel les supuso más una carga que una motivación para seguir escribiendo. El reconocimiento otorgado a Mo Yan en 2012 le abrió las puertas hacia el mundo más allá de los límites de China. En aquel momento, el autor aseguró que el premio resultaba una inspiración para esforzarse más en su escritura y crear nuevas obras. Casi desconocido en Occidente y con sólo tres de sus libros en español -El sorgo rojo, Rana y Grandes pechos anchas caderas-, desde que fue galardonado gran parte de su producción de novelas y relatos cortos fue traducida a distintos idiomas. Algo similar sucedió el año pasado con Patrick Modiano que, aunque con un nombre reconocido de este lado del mundo, gracias al premio todas sus novelas llegaron traducidas a las librerías.
Sin hacer generalizaciones -debido a que resulta un verdadero enigma la razón de selección de uno u otro escritor, más allá de las justificaciones del fallo- hubo una época en la que la política de entrega del premio aplicada por la Academia Sueca de Letras parecía pasar por reconocer a pioneros literarios en sus períodos de producción fértil. A partir de este supuesto, el premio adquiere una utilidad inmediata. Rudyard Kipling ganó el Nobel con 42 años, en 1907, y es hasta ahora el autor más joven en haber recibido el galardón. Después del reconocimiento, el escritor angloindio, famoso por las obras El libro de la selva y El hombre que pudo ser rey, siguió publicando hasta su muerte en 1936. De hecho, entre otros textos, durante la época pos Nobel escribió If, uno de sus poemas más célebres.
Para el poeta William Butler Yeats, ganador en 1923, la distinción implicó un importante aumento de la venta de sus libros que, junto con el reconocimiento económico, le permitió tener dinero por primera vez en su vida y no sólo pagar sus propias deudas, sino también las de su familia. El también irlandés George Bernard Shaw fue reconocido con el Nobel en la etapa creativa más destacada de su carrera, en 1925, cuando cada una de sus piezas teatrales era un éxito asegurado. El dramaturgo, además, obtuvo el Oscar en 1938 en la categoría de mejor guión adaptado por la película Pygmalion, basada sobre su obra teatral.
Así como Albert Camus se compró una propiedad en La Provence con el dinero del premio, Gabriela Mistral lo utilizó para instalarse en la ciudad de Santa Bárbara, Los Ángeles, donde adquirió la casa en la que continuaría escribiendo los años siguientes al reconocimiento en 1945. Para la poetisa chilena, el Nobel significó un quiebre en su carrera creativa: fue la primera escritora latinoamericana en recibirlo. Y, por ahora, la única.
Nóbeles y eclipsados Cuando a partir de los noventa, el comité de la academia sueca comenzó a aplicar un criterio de selección mirando más allá de Europa y Estados Unidos e intentando incluir a las expresiones literarias alejadas de estos ejes, sucedió que cada vez más galardonados recaían en el desconocimiento para el público tan sólo meses después de recibir el premio.
Con alrededor de una decena de obras publicadas, encontrar un ejemplar de Derek Walcott en las estanterías de una librería puede resultar una tarea heroica. En 1992, el dramaturgo y poeta caribeño recibió el Nobel "por una obra de gran luminosidad". Su obra tuvo un brillo efímero fuera de su país de origen tras la distinción. Lo mismo puede decirse de otros ganadores recientes, como Kenzaburo Oé -novelista japonés Nobel 1994-, Seamus Heaney -poeta irlandés Nobel 1995-, Wislawa Szymborska -poetisa polaca Nobel 1996-, Gao Xingjian -novelista chino Nobel 2000- y Elfriede Jelinek -dramaturga austríaca Nobel 2004.
El Nobel de Literatura en números Hasta ahora, contando en el 2015, el premio de la Academia Sueca de Letras ha sigo otorgado a 112 personas.
Un total de 14 dramaturgos fueron reconocidos con el Nobel, entre ellos, Frederic Mistral (1904), Luigi Pirandello (1934), Samuel Beckett (1969) y Harold Pinter (2005).
Christian Matthias Theodor Mommsen en 1902 y Sir Winston Leonard Spencer Churchill en 1953 fueron reconocidos por sus textos de índole histórica.
En la categoría de ensayistas aparecen tres nombres Rudolf Christoph Eucken (1908), Henri Bergson (1927) y Earl Russell (1950).
33 son los poetas que han sido reconocidos con el Nobel. T.S. Eliot (1948), Juan Ramón Jiménez (1956), Pablo Neruda (1971) y Octavio Paz (1990) son algunos de los nombres que aparecen en la lista.
Los novelistas son una multitud de 77 escritores entre los que se destacan Anatole France (1921), Thomas Mann (1929), Herman Hesse (1946), Ernest Hemingway (1954), John Steinbeck (1962), Gabriel García Márquez (1982), Toni Morrison (1993), José Saramago (1998), John M. Coetzee (2003), Orham Pamuk (2006) y Mario Vargas Llosa (2010).