¿Dolor lumbar? No hay mucho que lo alivie, según un nuevo estudio

Vida
/ 20 marzo 2025

Los investigadores examinaron 56 tratamientos para el dolor agudo y crónico. Pocos fueron eficaces.

Por: Nina Agrawal

Paracetamol. Acupuntura. Masaje. Relajantes musculares. Cannabinoides. Opiáceos. La lista de tratamientos disponibles para el dolor lumbar es interminable. Sin embargo, según un nuevo estudio que resume los resultados de cientos de ensayos aleatorizados, no existen pruebas sólidas de que estos tratamientos realmente reduzcan el dolor.

Se calcula que el dolor lumbar afecta a uno de cada cuatro adultos estadounidenses y es el principal factor de discapacidad en todo el mundo. En la mayoría de los casos diagnosticados, el dolor se considera “indeterminado”, lo que significa que no tiene una causa clara. Eso es también, en parte, lo que hace que sea tan difícil de tratar.

En el estudio, publicado el martes en la revista BMJ Evidence-Based Medicine, los investigadores revisaron 301 ensayos aleatorizados que comparaban 56 tratamientos no invasivos para el dolor lumbar, como medicamentos y ejercicio, con placebos. Utilizaron un método estadístico para combinar los resultados de esos estudios y obtener conclusiones, un proceso conocido como metaanálisis.

Los investigadores descubrieron que solo un tratamiento —el uso de antiinflamatorios no esteroideos, o AINE, como el ibuprofeno y la aspirina— era eficaz para reducir el dolor lumbar a corto plazo, o agudo. Otros cinco tratamientos tenían pruebas suficientes para ser considerados eficaces para reducir el dolor lumbar crónico. Estos eran el ejercicio; la manipulación de la columna vertebral, como la que puede realizar un quiropráctico; el vendaje de la zona lumbar; los antidepresivos; y la aplicación de una crema que crea una sensación de calor. Y aun así el beneficio fue pequeño.

“La gran conclusión de este trabajo es que el dolor lumbar es excepcionalmente difícil de tratar”, dijo Steve Davidson, director asociado del Centro de Investigación del Dolor de la Universidad de Nueva York, quien no participó en el estudio. “Encontraron que unos cuantos tratamientos son eficaces, pero los que lo fueron tienen una eficacia clínica marginal”.

Había buenas pruebas, por ejemplo, de que el ejercicio puede reducir el dolor de espalda crónico. Pero en una escala de dolor de 0 a 100, la intensidad del dolor solo se redujo en un promedio de 7,9 puntos; menos de lo que la mayoría de los médicos consideran una diferencia clínicamente significativa.

Digamos que un paciente valora su dolor en 7 puntos de 10, dijo Prasad Shirvalkar, profesor asociado de medicina del dolor de la Universidad de California en San Francisco. “Si te digo: ‘¿Y si pudiera conseguir que de ese 7 pasaras a un 6,3? ¿No sería genial?”, dijo. “No realmente. Y ese es el tamaño del efecto”.

David Clark, profesor de anestesia de la Facultad de Medicina de Stanford y médico especialista en dolor del Centro Médico de Veteranos de Palo Alto, dijo que los resultados coincidían con su experiencia como médico. “Casi nada de lo que probamos funciona muy bien para los pacientes”, dijo.

Sin embargo, tanto él como otros expertos dijeron que el estudio confirmaba que algunas terapias comunes pueden proporcionar un alivio moderado.

Por ejemplo, dijo Shirvalkar, hay muchos tipos distintos de antiinflamatorios no esteroideos, y es posible que no se aprovechen lo suficiente. “La gente podría probar dos o tres de ellos y tener efectos secundarios, pero los médicos no prueban otros”, dijo.

Y aunque la magnitud del efecto fue pequeña, los médicos siguen creyendo que es probable que el ejercicio ayude con el dolor de espalda a largo plazo. Los ejercicios de tronco, como las planchas, ayudan a fortalecer los músculos que, a su vez, sostienen la columna vertebral, dijo Shirvalkar. Además, el ejercicio tiene otros beneficios aparte de reducir la intensidad del dolor, explicó Clark, como mejorar la fuerza, la movilidad y el estado de ánimo y disminuir el impacto del dolor al realizar una tarea.

Aidan Cashin, primer autor del estudio y director adjunto del grupo de investigación Center for Pain IMPACT de Neuroscience Research Australia, dijo que el objetivo de la investigación era identificar qué tratamientos de primera línea para el dolor lumbar tenían algún efecto específico más allá del placebo, cuáles podrían ameritar ser más estudiados y cuáles podría no valer la pena seguir explorando. Había pruebas fehacientes, por ejemplo, de que el paracetamol (acetaminofén) no hace mucho, o prácticamente nada, para el dolor lumbar agudo.

El estudio incluía una larga lista de tratamientos para los que las pruebas eran “no concluyentes” porque el número de participantes estudiados era demasiado pequeño o existía un alto riesgo de sesgo en la investigación.

Eso no significa necesariamente que esos tratamientos sean ineficaces, dijeron los expertos. Una limitación del tipo de análisis que realizó Cashin fue que utilizaba datos de distintos estudios y distintas poblaciones para emular un gran ensayo. Pero en el proceso, una señal fuerte de un estudio que demostraba que un tratamiento funcionaba podría diluirse entre el ruido de otros estudios que podrían no haber sido diseñados de manera óptima, explicó.

Por ejemplo, la revisión halló que las pruebas de intervenciones como el calor (de una almohadilla térmica, por ejemplo), el masaje y la acupresión eran de baja certeza, pero esos tratamientos redujeron la intensidad del dolor en alrededor de 20 puntos.

Los médicos dijeron que las pruebas de algo como el calor podrían no ser concluyentes, pero aun así recomendarían a los pacientes que lo probaran. “Es barato, accesible y casi no causa daño”, dijo Shirvalkar.

Davidson explicó que los tratamientos para los que había pruebas no concluyentes ofrecían un punto de partida para seguir investigando.

“Lo que muestra esa lista es que tenemos opciones para trabajar en términos de explorar diferentes formas de tratar el dolor lumbar”, dijo.

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