El canon cambia de color
Del Museo Metropolitan a los últimos premios Pulitzer, la cultura se rinde a los creadores afroamericanos
Lo invisible se volvió visible. El pasado otoño Mastry, la primera gran retrospectiva que un museo estadounidense dedicó a Kerry James Marshall (Alabama, 1955), el artista afroamericano que ha revisado el canon occidental desde el prisma de la negritud, se convirtió en la parada indispensable en Nueva York.
Los 80 cuadros expuestos en el Met Breuer hablaban de ética y estética, de política y arte. Estados Unidos se preparaba para el final de la presidencia de Obama y la campaña arreciaba.
Cinco días después de la victoria de Trump en noviembre, la poeta afroamericana Elizabeth Alexander (Nueva York, 1962) se subió a un improvisado escenario en Washington Square Park. Allí leyó la poesía Praise Song the Day que compuso y declamó casi ocho años antes en la escalinata de la Casa Blanca durante la histórica toma de posesión del primer presidente negro. Ahora su verso “todo lo que nos rodea es ruido” sonaba distinto. Pero Alexander no parecía tan hundida como otros escritores que participaron en Verses for Hope (versos para la esperanza), aquella lectura organizada por la Poetry Foundation y la web Brainpickings. Al fin y al cabo, la comunidad afroamericana ya conocía antes de las últimas elecciones algunas verdades incómodas sobre su país, está inevitablemente está curada de espanto y preparada para la lucha.
Skaters, bailarines, mimos, vagabundos y cantantes competían por atraer al público en la ajardinada plaza. Cuando le llegó el turno, Alexander miró alrededor y habló de cómo “muchas cosas pasan al mismo tiempo”. En sus palabras resonaba algo del poema de W H Auden sobre el cuadro La caída de Ícaro de Brueghel: eso de que el sufrimiento de uno ocurre mientras otros están comiendo o abriendo una ventana. Pues bien, resulta evidente que desde 2009, mientras se calentaba el Tea Party y el supremacismo blanco y la derecha alternativa iban copando espacio hasta desembocar en la victoria de Trump, escritores y artistas negros ensanchaban los márgenes del mainstream.
Seis meses antes de que Obama llegara a la Casa Blanca terminó The Wire —la serie sobre el gueto de Baltimore que cambió para siempre la ficción televisiva, pero que nunca recibió un premio—. Aún faltaba más de un año para que el estudio de Michelle Alexander The New Jim Crow (2010) pusiera encima de la mesa el sistémico encarcelamiento de la población negra. Como presidente Obama evitaba abrir la herida de la raza, pero durante su mandato las voces que denunciaban la pervivencia del racismo cobraron fuerza y ganaron eco.
Aquella semana de noviembre en la que la victoria de Trump sacudió al mundo, esa corriente fue una catarata en la ceremonia de los National Book Awards, en la que se impusieron Ibram X. Khadi con Stamped from the Beginning (marcados desde el principio) —un libro que recorre la historia del ideario racista— y la novela de Colson Whitehead Underground Railroad (el ferrocarril subterráneo). Este mes de abril los Premios Pulitzer ratificaron la arrolladora tendencia: resultaron ganadores, además de Whitehead, la dramaturga Lynn Nottage, el poeta Tyehimba Jess y el crítico Hilton Als.
En estos agitados tiempos de lucha y resitencia política, los autores afroamericanos han saltado a primera línea y junto a artistas como Kara Walker, Lorna Simpson y Kerry James Marshall abren el canon. El talento literario y artístico de la comunidad afroamericana no es nuevo, pero alcanza ahora una apabullante visibilidad. Fruto de la cosecha del primer presidente negro y también reacción al nacionalismo blanco que ostenta el poder, la resistencia cultural tiene color.
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