Evolución en crisis

Vida
/ 11 noviembre 2015

La ciencia, la cultura y la tecnología, nos están convirtiendo en seres cada vez menos dependientes del entorno y de la selección natural

Charles Darwin ha pasado a la historia como el ‘Padre de la Teoría Evolutiva’, pero su aportación más relevante no fue plantear esa teoría, sino proponer un mecanismo que explicara su funcionamiento, como lo puso de manifiesto incluso en el título de la primera edición de su gran obra publicada en 1859: ‘El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida’.

La evolución mediante la selección natural se produce si se cumplen cuatro principios fundamentales: (1) que el carácter sobre el cual actúa el medio ambiente sea variable, como por ejemplo la estatura; (2) que sea heredable, es decir, transmitido por los genes, (3) que le confiera alguna ventaja a sus portadores, y (4) que a través de la reproducción pueda ser transmitido a un gran número de descendientes.

El mecanismo involucrado en la selección natural es algo que nuestra especie ha venido observando desde tiempos remotos. 

Tomemos como ejemplo la producción de leche…

Desde que iniciaron la domesticación de animales, los humanos han intentado mejorar la producción láctea del ganado mediante la aplicación artificial de los mecanismos de la selección natural. 

Entérese: Desarrollan diccionario chino para entender lenguaje de osos panda Incluso podemos ver que, desde una perspectiva evolutiva, aumentar la producción de leche cumple con las premisas básicas de la selección natural, planteadas en los puntos 1, 2, 3 y 4, ya mencionados. 

Por una parte, la producción de leche es un carácter ‘variable’ (1), ya que algunas vacas producen más que otras; además es ‘heredable’ (2), pues las terneras descendientes de las vacas más productoras tienden a producir ‘mayor cantidad de leche’ (3); y es un carácter que puede ser transmitido a través de la reproducción (4). 

Las diferencias de los mecanismos de acción entre la selección natural y la artificial están en la forma de ejercer la presión selectiva: los ganaderos seleccionan artificialmente aquellas vacas más productivas, mientras que en la Naturaleza esa presión la ejerce el medio ambiente.

Lea más: Sensualidad retro, el estilo de Purienne Introducir este parámetro (la selección artificial) en la ecuación evolutiva, es esencial para comprender cuál será el futuro evolutivo de nuestra especie. Aunque antes de hablar del futuro es interesante revisar el pasado, ya que nuestro cuerpo —bien sea a nivel molecular o morfológico— es un reflejo de nuestro pasado evolutivo. 

Cambios en el tiempo
Hoy sabemos que los humanos evolucionamos rápidamente desde el Periodo Neolítico, hace unos 12 mil años, cuando de ser una sociedad de recolectores de frutos y cazadores, pasamos a ser una sociedad de agricultores y ganaderos. 

Esta transición implicó cambios en la dieta (la alimentación se volvió más diversa), cambios en la estructura demográfica (pasamos del nomadismo al sedentarismo, y de las aldeas a las ciudades) y cambios provocados por los agentes patógenos (virus, bacterias y parásitos) que portaba el ganado que domesticaban nuestros ancestros (y que durante mucho tiempo nos han enfermado).

Entérese: 2,000 mujeres al año se contagian de VIH La domesticación de plantas (agricultura) y la domesticación de animales (crianza) tuvo, entre otras consecuencias, una mayor presencia de carbohidratos en la dieta. 

Los carhohidratos se digieren gracias a una enzima denominada ‘amilasa salivar’ que los degrada para convertirlos en azúcares simples, mejor asimilados por el organismo humano.

La actividad de esta enzima está íntimamente relacionada con el número de copias de un gen llamado Amy1: de manera que a mayor número de copias de ese gen, más efectiva es la amilasa para degradar los ccarbohidratos, lo cual mejora la asimilación de esos nutrientes. 

Lea más: Un cuadro de Modigliani, segunda obra más cara subastada en el mundo Es decir, a partir del Neolítico se produjo una presión selectiva que favorecía a las personas que tenían más copias del gen Amy1, ya que esas personas asimilaban mejor la dieta rica en carbohidratos. Por ese motivo, en la actualidad las poblaciones que han tenido una dieta tradicionalmente basada en productos ricos en carbohidratos presentan, por término medio, un mayor número de copias del gen Amy1.

Mirando al futuro
Estos planteamientos nos llevan a una conclusión lógica: para poder hacer una proyección del futuro evolutivo hay que comprender en qué marco medioambiental nos encontramos ahora. 

Parece evidente que nuestro entorno está siendo influenciado por una cultura más compleja con avanzada tecnología y, además, estamos menos expuestos a las enfermedades, gracias a los adelantos biomédicos. 

Entérese: Por qué deberías dejar tu trabajo y recorrer el mundo antes de los 30 En otras palabras, cada vez somos ‘más independientes del entorno’, por lo que el efecto de la selección natural ‘será cada vez más débil’ para modificar el entorno y para modificarnos a nosotros mismos. 

Esto nos levará a un futuro en el que se producirán menos novedades evolutivas y menos innovaciones genéticas, un mundo congelado desde el punto de vista de la evolución tal y como la conocemos.

Ya inmersos en este contexto ¿seguiremos evolucionando? Sin lugar a dudas, aunque a menor velocidad. De hecho, hay varios ejemplos que apoyan esta idea… 

Lea más: Vacuna barata erradica casi por completo la meningitis A en África Los ejemplos 
Hace algunos años, varios científicos de la Universidad de Yale demostraron que las mujeres del futuro serían dos centímetros más bajas que las actuales, tendrían un peso corporal ligeramente superior –dos kilos más— y niveles más bajos de presión sanguínea. 

Pudieron hacer estas predicciones porque demostraron que ese fenotipo de mujer es el que tiene un mayor éxito reproductor en la actualidad y, por lo tanto, tendería a estar más representado en el futuro. 

Otro ejemplo
Otro ejemplo interesante lo encontramos en algunas variantes de un gen asociado a la diabetes tipo II: se ha comprobado que este gen ha experimentado una ‘selección positiva reciente’. La interpretación no está del todo clara pero parece estar relacionada con la capacidad de regular las hormonas leptina y grelina, que son las que controlan el hambre y lasaciedad.

Entérese: Los niños no frenan la carrera de la mujer, son los maridos Ante este panorama se puede asegurar que los humanos seguiremos evolucionando, pero de una forma más lenta, gracias al efecto de la cultura y la tecnología. No obstante, resulta difícil predecir de forma precisa, en qué dirección se producirán los cambios. (Antonio González-Martín, zoólogo y antropólogo  de la Universidad Complutense de Madrid)

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