Insectos comestibles
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¿Cuántos insectos usted ha comido en su vida estimado lector?
Salpicón
Hace días, el Delegado Federal de Economía en Coahuila, Marcos Durán, invitó grata charla y merienda en un lugar el cual ya se ha afianzado en el paladar de los norteños, “La Vaca argentina.” Convenimos hora y allí llegamos puntuales los dos. Como siempre, parlar con el funcionario el cual maneja al dedillo la cuestión económica del Estado, es un grato ejercicio de esgrima verbal. Nos apoltronamos en una de sus mesas y pedimos limonadas, don Marcos Durán tiene años sin probar alcohol. Cosa sana sin duda. ¿Yo? Yo me acoplo con el comensal e interlocutor en turno. Aunque usted lo sabe, soy bastante competente para tomar buenas libaciones de vino tinto, cerveza o cuanto licor haya de por medio. No es un orgullo decirlo, pero me gusta y de algo tengo que morir, vaya. Ese día recuerdo haber pedido una cerveza o una copa de vino tinto. No más.
De entrada, como “botana” pues, don Durán pidió un plato de insectos; “chimiquiles”, dijo, si mal no recuerdo. Aunque en otros lugares del país usted los puede pedir como “jumiles.” Calientes, ricos, tostados, llegaron en un platón rebosante de ellos y al lado, un canasto con tortillas de maíz recién hechas y así prepararnos unos mexicanísimos tacos de insectos. Don Marcos les agregó salsa, un poco de sal de mar (prohibida por el Gobernador Rubén Moreira en la mesa de los coahuilenses), limón y… ¡para dentro! Quien esto escribe sólo los hizo taco, los rocié con sal y me merendé varios. Un lujo para el paladar.
En honor a la verdad, no sabía que en “La Vaca argentina” ofrecieran este tipo de comida, propia del centro del país o del sur, que es donde más la he probado en mis correrías. Desde la época prehispánica, en México se consumen insectos como alimento en ocasiones cotidiano en las zonas rurales y éstos han pasado a ser un platillo refinado y caro en las mesas de restaurantes gourmets. Al consultar el espléndido “Diccionario enciclopédico de gastronomía mexicana”, aquí se comenta de la diversidad de insectos comestibles, gusanos como el pexjol, cupiche, elotero, gusano de nopal, de maguey; amén claro de los muy conocidos como chapulines, escamoles, jumiles, padrecitos, tenanas, ticocos y zatz.
En mi Estado adoptivo de Chiapas, sin duda, uno de los lugares más bellos no sólo de México, sino del mundo entero, y cuando voy a casa de mi hermano José Guerrero Esponda, éste siempre me hace recorridos de tipo gastronómico, sin faltar claro, la buena charla con alcohol y la visita como peregrinaje obligado a varios lugares icónicos del Estado. Aquí probé zatz, las cuales recuerdo como hormigas fritas, doradas, como si usted estuviese comiendo aquí como botana los socorridos cacahuates salados en cualquier bar o cantina norteña. Y es que Chiapas lo ofrece todo en materia gastronómica. Aquí probé un manjar de entre decenas: el caldo “levantabolos.” En traducción directa al cristiano es lo siguiente: es un cocido de res (“puchero” le dicen en varios lugares aquí en el norte) debidamente aderezado con hartas verduras y picante, lo cual vuelve a la vida a los que andamos “bolos”; es decir, briagos, borrachos de un día anterior.
Ahora que se ha formado una polémica realmente estéril y huera porque la Organización Mundial de la Salud ha dicho que comer carne de hamburguesa o alimentos procesados, provoca cáncer, el consumir insectos puede ser una buena opción de alimentación si usted quiere vivir como 128 años sobre la tierra. Yo, como no tengo pretensiones y soy a la antigüita de morir cuando Dios quiera, no pienso privarme de las descomunales hamburguesas, las cuales fueron diseñadas para “pecar”, por el chef de academia, don Emiliano Pimentel. No pienso dejar de ir al “Broxton”, jamás. ¿Cuántos insectos usted ha comido en su vida estimado lector? En Chiapas probé sopa de chipilín con insectos tan raros, que aún hoy no sé qué eran…