José Zorrilla y 200 años tras 'Don Juan Tenorio'
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El autor del más famoso Don Juan nació un día como hoy de 1817, hace 200 años. Su vida emuló al Tenorio en algunos aspectos y su obra posee elementos que proyectan las relaciones con su padre y su privacidad en general.
De 1854 a 1866, el poeta y dramaturgo José Zorrilla vivió en México. Ajeno a las intrigas y trifulcas políticas de aquel momento, sus primeros años los pasó en relativo anonimato. Sin embargo, al instaurarse el Segundo Imperio Mexicano, Zorrilla se involucra con el Emperador Maximiliano, y de esa amistad resultante, el escritor pasa a ser el director del desaparecido Teatro Nacional (Teatro Imperial en aquella época).
En 1865 dirige el estreno de su Don Juan Tenorio, primera vez que fue puesta en escena para la nación. A su regreso a España, ya muerta su esposa, de quien estaba huyendo, y con el anuncio, en 1867, del fusilamiento del Emperador Mexicano, sufre de una crisis religiosa, expresada en su poema “El drama del alma”, donde criticó duramente tanto a los liberales mexicanos como a Napoleón III y al papa, por haber abandonado a su amigo.
Nacido en Valladolid, hijo de un padre estricto al que nunca pudo complacer, José Zorrilla se vio inmiscuido en más de un acto de rebeldía contra su progenitor. El más importante de ellos sucedió cuando, camino de Lerma, donde iría a trabajar en un viñedo, robó una mula y se fugó a Madrid. Aquí comenzó su carrera literaria, con obras de teatro que, según algunos biógrafos, él aseguró haber terminado en cuestión de días.
Su “opus magna”, Don Juan Tenorio: drama religioso-fantástico-romántico (su nombre completo), vio la luz en 1844, obra que relata la historia de este hombre mítico, quien apuesta contra un camarada el ser capaz de seducir a dos mujeres, una novicia y otra prometida, añadiendolas a una larga colección de conquistas.
La narración explora un tema que en la actualidad sería difícil siquiera de proponer. Pues el ícono machista de Don Juan es redimido al final, siguiendo las creencias católicas de su autor, de que todo pecador puede encontrar la absolución. Por esto mismo es importante su obra realizada en represalia a la muerte de Maximiliano, pues el autor de esta puesta en escena que ve a un “demonio” ser expiado, no pudo sostener su fe cuando la afrenta se volvió más personal.
Por supuesto, estamos hablando también de un texto escrito en un tiempo donde este tipo de prácticas, sino del todo permisibles, eran pasadas por alto. A pesar de esto, Carlos Mayoral, en un escrito para El Español, defiende la obra, argumentando que, de igual manera que otras mujeres del período romántico, Doña Inés es un personaje femenino fuerte, destacable. A diferencia de otras iteraciones del Tenorio, donde la mujer queda presente como un mero objeto, aquí ella sobresale como un factor importante, con autoridad y decisión en el desenlace.
Víctima de un tumor cerebral, murió en Madrid en 1893, durante una operación fallida que buscaba extirparlo. Sobre él, su biógrafo dijo que era: “Ingenuo como un niño, bondadoso y amigo de todos, ignorante del valor del dinero y ajeno a la política”.
El valor de su obra en general aún permanece presente, y el Tenorio en particular continúa como referencia para inspiración o reinterpretación, ya sea cómica o dramática, de época, actual o atemporal. No es de extrañarse entonces las incontables producciones anuales que llevan el nombre de Don Juan de una u otra manera en el título.