La inesperada muerte del fotógrafo Ren Hang

Vida
/ 1 marzo 2017

Apadrinado por Ai Weiwei y enfrentado al gobierno chino por su arte arriesgado, Ren Hang vivía su momento de explosión

La última foto que él mismo publicó en su Instagram está realizada dos días antes de morir. Se encontraba justo en el momento de explotar artísticamente. 2017 iba a ser el año de la consagración del artista chino Ren Hang. Casi de forma simultánea, el pasado enero el museo FOAM de Ámsterdam y el Museo de Fotografía de Estocolmo le dedicaban sendas exposiciones monográficas. Los medios hablaban de él, su obra se cotizaba al alza y, esta misma semana, la editorial de referencia Taschen publicaba un volumen dedicado íntegramente a su obra, algo sorprendente para un artista tan joven.

Y, de repente, el pasado jueves, un mes antes de cumplir los treinta años, Ren Hang fallecía inesperadamente. Lo anunció el diario belga De Morgen, que aportaba un dato adicional procedente de "personas de su entorno": que el artista chino más prometedor de su generación se había suicidado en Berlín, donde estaba de paso por trabajo.

La noticia ha sumido en la perplejidad al mundo del arte. El mismísimo Ai Weiwei, considerado como uno de los artistas vivos más influyentes del mundo, había apadrinado a Ren Hang al incluirle en la terna de artistas emergentes chinos (y críticos con el régimen) que conformaban la exposición colectiva Fuck Off 2, celebrada en 2013 en el Groninger Museum.

El joven fotógrafo solía hablar sin tapujos de su depresión. En su página web dejó constancia de esta enfermedad que, según todos los indicios, podría haberle llevado a atentar contra su vida. Bajo el título My depression se agrupan distintas anotaciones y poemas en chino en las que Hang apuntó sus obsesiones, su desesperación y sus crisis existenciales.

“Cada año pido el mismo deseo: morir antes”, escribió en una de sus últimas entradas en la popular red social china Weibo, publicada en enero, en vísperas del Año Nuevo chino. En ocasiones empleaba un lenguaje que recuerda que, además de artista plástico, se consideraba poeta. “Llevo tantos años intentando curarme, compartiendo mi yo entre el papel de médico y de enfermo”, dijo a mediados de 2016. “Si la vida es un abismo sin fondo, cuando salte, la caída sin fin será también una forma de volar”, añadió entonces. La editorial Taschen envió, antes de la muerte, una nota de prensa a los medios definiendo al artista así: "Hang es un rebelde atípico. De complexión delgada, tímido por naturaleza y propenso a episodios de depresión".

Contra todo pronóstico, el reconocimiento internacional no le había traído sosiego, tal y como confesaba su editora, Dian Hanson, a la BBC. "Ren llevaba sumido en una profunda depresión desde octubre, y se había agravado por los acontecimientos políticos globales. Finalmente, el dolor ha sido demasiado para él".

A pesar, incluso, de que el propio Hang negara estar interesado en hacer arte político, tal y como declaró a Dazed en 2015: "Las ideas políticas de mis imágenes no tienen nada que ver con China. Es la política china la que se empeña en obstaculizar mi trabajo".

Sus fotografías experimentaban con el desnudo en un país que censura la pornografía desde 1949, y las autoridades no lo veían con buenos ojos. "Una de mis exposiciones fue cancelada por el gobierno chino por su contenido sexual, y en otra ocasión un visitante escupió sobre una de mis fotos", explicaba Hang a Vice. "Son solo dos ejemplos de los problemas que he tenido. Ningún medio chino publicará mis libros. Y me han arrestado mientras disparaba fotos en el exterior".

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Esta contradicción ha recorrido la trayectoria de Hang desde entonces: mostrar su obra en todo el mundo con la certeza de saber que nunca vería su trabajo expuesto en Pekín, la ciudad donde residía desde los 17 años. En 2013, el efecto Ai Weiwei cuajó y Hang participó en 15 exposiciones colectivas. Luego vendrían las individuales, en Amberes, Copenhague, Frankfurt, Nueva York, París o Viena.

Recientemente, el influyente British Journal of Photography lo definía como "uno de los faros guía de la nueva generación de fotógrafos chinos". Y no era para menos: sus imágenes, impactantes y no siempre cómodas para el espectador, reflejan la hiperactividad creativa de un adolescente que empezó a fotografiar "por aburrimiento" a sus amigos de clase en su apartamento pequinés.

El rasgo más llamativo a simple vista es la celebración absoluta de una sexualidad libre, desprovista de prejuicios y de convenciones. "Suelo retratar a mis amigos porque los desconocidos me ponen nervioso", solía afirmar. Lo interesante es que, ante su objetivo, los modelos asumían poses extravagantes sin atisbo de pudor.

En sus imágenes, hombres y mujeres interactúan con naturalidad rodeados de extravagantes elementos de atrezzo: animales, alimentos y objetos cotidianos. Algunas fotografías ceden todo el protagonismo a los órganos sexuales de los protagonistas, pero otras evocan escenarios melancólicos: paisajes al atardecer, figuras rodeadas por una naturaleza salvaje, juegos acuáticos, incluso moda.

Ren Hang nació el 30 de marzo de 1987 en Nong'An, un suburbio de Changchung ubicado en la provincia china de Jilin famosa por su industria automovilística. Nunca estudió fotografía y solía emplear una cámara instantánea de forma intuitiva. "Nunca planeo mis sesiones", confesaba en 2013. "Las ideas me vienen sobre la marcha. No controlo mis pensamientos. Vienen con naturalidad". En eso, Ren Hang era genuinamente millennial. También en su empleo frenético de las redes sociales y los medios digitales. Compartía frecuentemente su trabajo con sus numerosos fans antes que con sus galeristas o editores, y concebía su página web como un diario personal en el que volcar sus obsesiones.

Su editora, en una conversación con Hang con motivo de la publicación de la monografía de Taschen, le arrancaba una reflexión sobre la naturaleza del triunfo. "¿El éxito? No sé lo que significa", confesaba el fotógrafo. "Me gustaría que la vida transcurriera sin más. Suavemente".

Finalmente, sus deseos no se han cumplido. Tras una trayectoria meteórica que le había traído el reconocimiento del mundo del arte, de la industria editorial e incluso de la cultura pop (colaboró con Frank Ocean en el fanzine Boys don't cry), el fallecimiento prematuro de Ren Hang en plena eclosión creativa y mediática es una noticia inesperada y dolorosa. Pero también el punto de partida de lo que promete ser una nueva leyenda del malditismo contemporáneo. Una de esas leyendas necesarias para recordar que, en ocasiones, ser genial no es fácil.

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