La legión de la niebla ha vuelto a casa

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De noche en la montaña, conversan ante el fuego una lista de personajes coloridos: una hechicera verde, un poeta silencioso, una directora de arte, un representante del orden parlamentario, una profesora de primaria, una versificadora bilingüe, un artista sonoro, una arquitecta que busca titularse, una administradora, un estudiante en pausa, y un rapero y malabarista.
Vienen de darle un concierto a la montaña: cada uno fue integrante efímero de una orquesta que raspaba o hacía vibrar las piedras, mientras uno de ellos bailaba al tiempo que registraba los sonidos: sonidos como gotitas de lluvia, como suaves golpes para competir con los pájaros azules, como hilos que esa mañana comenzaron a tejer un manto comunitario. Están allí perdiendo el tiempo, sentados, haciendo poca cosa: solo mirar, conversar, probar las piedras o las hojas, oler los frutos de los pinos.
Abandonaron la ciudad para dar espacio al ocio: cantarle a la montaña y a su esplendor natural que se está yendo al no ser nombrado, también a la oscuridad de su poder, a sus hechizos y a los momentos hilarantes que de allí nacen; en fin, a la antigua relación hombre y naturaleza.
En una de las rocas elevadas de la montaña, uno leyó versos de Cavafis con intensidad porque tenemos derecho a nuestra pequeña y boscosa Ítaca. Otra dijo: “el camino ya está trazado”. Algunos trabajaron sus miedos a las elevaciones, otras volvieron a parajes conocidos. Su presencia fue un acto voluntario que deriva en poemas, en sonidos, en rimas, en imágenes que preservan momentos.
El fuego sigue crepitando en la noche blanca de Luna llena. Han encendido el durante dos fines de semana. Y el fuego cuidado por dos hombres. Alrededor de su luz, todos vuelven a reír como niños, acaso no han abandonado esta condición que reúne hasta ahora cierto grado de rebeldía y ternura. En ramas secas ensartan bombones que asan en las llamas.
En a penumbra llega la ayuda, uno que ayuda a comprender los alcances del cuerpo. Y en la mañana descienden rocas, conquistan libertades; una recién convidada cuelga boca abajo desde la cuerda y su cabellera cae como un río de hojarasca.
Se han ido por las veredas del cañón persiguiendo el sonido del agua. La encontraron. Espejos cayeron en estelas de rocas. Espacios de silencio y conversaciones. Uno dijo que los insectos en el agua dibujaron letras con un mensaje para él inexplicable: QEAP. Otra dijo que los mensajes para el grupo le serían dados a él y otros los descifrarían. La profesora entonces supo que esa extraña palabra quiere decirnos: Que El Amor Piense.
Todos, aprendices de la escritura natural, se pliegan a ella. Han vuelto aquí y volverán. Seguirán haciendo poca cosa: conversando, preparando un concierto de sonidos de hojas, piedras, agua y voces. Volverán. Seguirán en su hacer nada: mirando la luna y durmiendo de cara a ella tres o cuatro, arrullados por las voces del resto que sigue conversando alrededor del fuego. La legión de la niebla se dio cuenta de que necesita volver. Ha reconocido que esta es su verdadera casa.
claudiadesierto@gmail.com