La píldora cambió todo

Vida
/ 26 abril 2017

Los anticonceptivos orales provocaron la revolución más trascendente del siglo 20. ¿Por qué fueron tan exitosos? Porque los crearon para las mujeres… y ellas sabían lo que querían.

La píldora anticonceptiva provocó uno de los más profundos cambios sociales de la humanidad. Todo el mundo concuerda con eso. De hecho, esa era una de las razones para desarrollarla, al menos desde el punto de vista de Margaret Sanger, la activista que urgió a los científicos a que la hicieran posible.

Sanger soñaba con una liberación sexual y social de las mujeres, que las dejara en igualdad de condiciones frente a los hombres. Pero la píldora no sólo desató una revolución sociosexual; también impulsó la economía en todos los ámbitos del planeta.

Y lo más importante es que, por primera vez en la historia, funcionaba a la perfección.

Por siglos, los amantes habían probado toda clase de trucos para evitar un embarazo. Desde tampones de estiércol de cocodrilo en el antiguo Egipto, hasta aceite de cedro, recomendado por Aristóteles, sin contar el método preferido de Casanova: usar medio limón como capuchón cervical.

Incluso la alternativa moderna más obvia, los preservativos masculinos y femeninos, todavía tienen sus bemoles, ya que si no se usan de la manera apropiada pueden rasgarse o resbalarse.

El caso es que la efectividad de la píldora resultó abrumadora: en un año, por cada 100 mujeres sexualmente activas que usaban el condón como método anticonceptivo, 18 quedaban embarazadas. La tasa de fallas de la esponja es similar, y la del diafragma no es mucho mejor.

Pero con la píldora, la tasa de efectividad es de 99.7 por ciento (casi 100 por ciento), si se usa apropiadamente.

Propia, privada y discreta
Pero una de las grandes ventajas de la píldora es que la responsabilidad de uso quedó a cargo de la mujer.

La píldora le dio a las mujeres el control, pues usar condones implicaba negociar con su pareja. Y el diafragma y la esponja eran muy liosos.

Ahora hay otros métodos, pero entre los que había en ese entonces, y dadas las circunstancias sociales, la píldora resultaba mucho más ventajosa, particularmente cuando se permitió que las mujeres pudieran adquirirlas y usarlas sin permiso de nadie.

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En fin, la decisión de tomar la píldora era propia, privada y discreta. Por lo tanto a nadie le extrañó que todo el mundo la quisiera.

El primer país en aprobarla fue Estados Unidos, en 1960, y en sólo cinco años casi la mitad de las mujeres casadas que usaban métodos anticonceptivos tomaban la píldora.

Y para mediados de los 70s, la píldora era la forma más popular de control reproductivo entre las adolescentes estadounidenses de 18 y 19 años.

Fue entonces que empezó la verdadera revolución: la revolución que involucró en todas partes a la chicas solteras.

El efecto en las universidades
En Estados Unidos, hasta 1970, las carreras de Derecho, Medicina, Odontología y Administración de Empresas, habían sido muy masculinas. De hecho, entre 92 y 99 por ciento de los graduados en esas carreras eran hombres.

Equipadas con la píldora, las mujeres empezaron a incursionar en esos campos. Primero ocuparon el 20% de las aulas, luego el 25%, y para 1980 a menudo constituían por lo menos el 30% de los alumnos y de los graduados.

No era sencillamente que las mujeres estaban yendo a la universidad, sino que en ciertas carreras, como Medicina y Derecho,  la proporción de mujeres aumentó de manera dramática.

Antes, para poder cosechar los beneficios de los cinco o más años que se requerían para calificar como doctora o abogada, las chicas tenían que estar seguras de que un bebé no interrumpiría sus estudios y de que podían evitar convertirse en madres hasta tener por lo menos 30 años de edad.

Pero lo importante es que la píldora les había dado el control sobre su fertilidad, así que podían  invertir tiempo, dinero y esfuerzo en las carreras de su elección.

Cambio de dinámica
Antes de 1960, para una mujer, el hecho de querer ser médica, odontóloga o abogada, era el equivalente a construir una fábrica en una zona de terremotos: un poco de mala suerte y toda la inversión se vendría abajo.

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Para los años 80s, ya no eran sólo las mujeres de las clases altas las que podían darse el lujo de estudiar.

Por supuesto que podían abstenerse de tener relaciones sexuales en aras de una carrera profesional, pero muchas no querían hacerlo.

Antes de la píldora, la gente se casaba joven. Y una mujer que retrasara tener relaciones afectivas hasta los 30 años de edad probablemente se le haría difícil encontrar marido pues sus contemporáneos ya estarían casados.

La píldora cambió la dinámica de todo eso: las solteras podían tener relaciones sexuales con un riesgo sustancialmente bajo de quedar embarazadas.

Y eso significó que incluso las mujeres que no usaban la píldora tampoco tenían que correr a casarse.

Los bebés empezaron a llegar más tarde y en el momento en el que las mujeres escogían. Es decir, ellas tenían tiempo de labrarse una carrera profesional.

Y en manos de las jóvenes, todo eso cambió al mundo.

Sabían lo que querían
Por supuesto que muchas otras cosas estaban cambiando para las mujeres en los 70s: se legalizó el aborto, se aprobaron leyes contra la discriminación por género, el movimiento social feminista tomó fuerza y los empleadores le abrieron las puertas a las mujeres que desearan trabajar.

Armadas con esas pildoritas, las mujeres pudieron penetrar el mundo masculino.

Un estudio llevado a cabo por los economistas Claudia Goldin y Lawrence Katz, de Harvard, encontró que la píldora le permitió a las mujeres retrasar el matrimonio y la maternidad e invertir en sus propias carreras.

“Cuando estudias otros factores de cambio, ninguno explica tan bien lo que sucedió”, señalaron Goldin y Katz, quienes checaron el efecto de la píldora en cada uno de los estados de la Unión Americana. Y en todos y cada uno de ellos, cuando aumentaba el consumo de la píldora, aumentaba también el ingreso de las chicas a las universidades.

Lo que indica la importancia que representaba para una mujer completar y asegurarse una carrera universitaria antes de tener hijos.

Pero las jóvenes de los 70s no necesitaban ver los resultados de esa investigación, ellas ya sabían lo que querían.

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Al otro lado del Pacífico
En Japón, una de las sociedades más avanzadas tecnológicamente, la píldora anticonceptiva no fue aprobada hasta 1999.

O sea que las chicas japonesas tuvieron que esperar 39 años más que las estadounidenses y latinoamericanas para tener acceso al ya famoso anticonceptivo oral.
Como resultado de ello, la desi-gualdad económica entre géneros en Japón es considerada como la peor en el mundo desarrollado.

Es imposible desenredar la causa y el efecto en este caso, pero la experiencia en Estados Unidos indica que no es una coincidencia: la desigualdad de géneros en Japón obedeció al hecho de retrasarle a las japonesas el acceso a la píldora por dos generaciones (con el enorme impacto que eso produjo sobre la sociedad nipona).

Todavía en la actualidad la diminuta pastilla anticonceptiva sigue transformando la economía mundial. 

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