Museo del Prado reivindica la libertad sexual

Vida
/ 14 junio 2017

A través de una selección de 30 pinturas, esculturas y dibujos singulares, la pinacoteca propone un nuevo acercamiento a las obras maestras que habitualmente cuelgan en sus salas.

"La palabra homosexual aparece en el siglo XIX y nuestras colecciones terminan ahí"...

Quienes a partir de hoy visiten el madrileño Museo del Prado para admirar su colección permanente se encontrarán con una propuesta singular: cuatro itinerarios complementarios que arrojan nueva luz sobre obras maestras de artistas como Caravaggio, Rubens o Goya, contemplados ahora desde la perspectiva de las relaciones sentimentales fuera de la norma.

Coincidiendo con el WorldPride Madrid, que a finales de mes convertirá la capital española en epicentro de la libertad sexual, el Prado presenta hasta el 10 de septiembre "La mirada del otro. Escenarios para la diferencia". Y lo hace "desde la absoluta normalidad", como subrayó su director, Miguel Falomir. "Somos un museo público y para todos, que tiene la obligación de dar cabida a todo tipo de mensajes", añadió. "Si nos critican, lo llevamos en el sueldo”.

A través de una selección de 30 pinturas, esculturas y dibujos singulares, la pinacoteca propone un nuevo acercamiento a las obras maestras que habitualmente cuelgan en sus salas. Así, lienzos como la "Diana y Calisto" de Rubens o la "Mona Lisa" del taller de Leonardo da Vinci -descubierta en 2012- invitan a contemplar desde una perspectiva histórica y poliédrica el tema de las identidades sexuales fuera de lo establecido.

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"La palabra homosexual aparece en el siglo XIX y nuestras colecciones terminan ahí", explicó en la presentación a los medios el comisario de la muestra Carlos Navarro. Por eso, con el fin de evitar "caer en un anacronismo" y "respetar el rigor de lo histórico", los cuatro itinerarios responden a un objetivo: preguntar a la colección permanente "qué imagen nos devuelve de todo aquello que no era la identidad sexual normativa", añadió.

El recorrido alternativo se vertebra en cuatro ejes. El primero gira en torno a las "amistades inmortales" del mundo clásico, mitificadas por la historia y la literatura y protagonizadas por hombres que amaban a otros hombres. Así lo ilustran entre otras la escultura en mármol "Orestes y Pílades" o los bustos del emperador Adriano y el atractivo muchacho que se ganó su favor, Antínoo.

El segundo itinerario, "Perseguir los deseos", aborda los castigos que sufrieron tanto los artistas como sus obras a lo largo de la historia debido a su identidad sexual o su iconografía. Algunos, como Botticelli o Leonardo, fueron sometidos a "juicios públicos espectaculares", apuntó Navarro. Lo mismo le sucedió a Caravaggio, acusado de sodomía por sus propios discípulos, mientras que otros como Bandinelli ejercieron de dedo acusador.

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Entre las obras maestras del Prado hay también cabida para las "engañosas apariencias": mujeres barbudas como la "Maddalena Ventura" de José de Ribera, el Aquiles travestido que inmortalizó Rubens o la escultura de Matteo Bonuccelli "Hermafrodito dormido", que sigue ocupando una de las salas centrales del Prado compartiendo protagonismo con las "Meninas" de Velázquez.

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Y es que según explicó el comisario Álvaro Perdices, "no se han eliminado paredes, sino que se han abierto pequeñas ventanas" en las que se significa esta nueva mirada a lo diferente. Así, aunque apenas se han movido de sitio las obras, al lado de las cartelas tradicionales cuelgan otras que ayudan a contemplarlas desde otra óptica. De ahí que no se optara por una exposición aparte: el objetivo es que las grandes obras del Prado contaran su "otra" historia.

Por último, el cuarto itinerario propone "amar como los dioses", narraciones mitológicas entre personas del mismo sexo que a lo largo de los siglos estuvieron reservadas a la mirada de los poderosos. Y como colofón y unión con la modernidad, el Prado muestra dos obras excepcionales: "El Maricón de la Tía Gila", un dibujo de Francisco de Goya que apenas había salido de los almacenes por motivos de conservación, y "El Cid" de Rosa Bonheur, expuesto por primera vez en el Museo.

Si Goya significaba aquí a este personaje marginal calificándolo como "maricón" con mayúsculas, "El Cid" de la pintora francesa cierra cronológicamente el recorrido encarnando el concepto de "insumisión", explica Perdices. Y es que Bonheur, que tuvo que pedir un permiso de travestismo para poder ponerse los pantalones de trabajo, plasma en este león "un retrato expandido" de sí misma, alejado de todos los convencionalismos y sumamente desafiante. La guinda para esta "mirada diferente" que reivindica el Prado.

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