¿Por qué no decirle a alguien que se ve increíble hoy?

Vida
/ 17 diciembre 2024

No subestimes el sencillo poder de hacer un cumplido a un desconocido.

Por: Sadie Stein

Un lunes por la mañana, hace un par de semanas, iba al trabajo en el tren local del centro de la ciudad cuando me fijé en una mujer que iba un poco más adelante en el vagón con un atuendo perfecto. No es que tuviera nada llamativo —si no me falla la memoria, llevaba pantalones verdes, camisa abotonada, zapatos Mary Jane y una chaqueta de tweed corta—, pero las proporciones eran perfectas. Estaba claro que el conjunto se había conformado con mucho cuidado.

Elegí el momento —a dos paradas de mi destino, por si las cosas se ponían incómodas— y me dirigí hacia ella.

“Disculpa”, dije. Puso una cara de justa desconfianza. “Solo tengo que decir: me encanta todo tu look”.

Se sintió halagada. Hablamos brevemente de su excelente bolso hobo. Cuando volví a mi asiento, la mujer que estaba a mi lado dijo: “Que le hayas dicho eso a ella me inspiró para decirte: he estado admirando tu atuendo”.

Quizá no sea lo que la mayoría de la gente considera un momento neoyorquino, pero se ha convertido en uno para muchos este otoño. El mercado de los cumplidos está en auge.

“Sin duda ha habido un repunte”, dijo Kaitlin Phillips, publicista en Manhattan. Dijo que la habían alabado por su ropa inesperadamente cuatro veces en una semana, a pesar de que “no era una experta en estilo”.

“En definitiva, últimamente hay más”, dice Kristin Roa, de 33 años, bailarina que radica en Manhattan.

Tras hacerse un nuevo corte de pelo corto, Roa se sentía un poco insegura al respecto. Pero no por mucho tiempo: “Hoy me halagaron no una sino dos veces por mi pelo, ¡todas antes de las 10 a. m.!”, dijo. “Ambas me agarraron desprevenida, pero fueron muy apreciadas”.

El elemento sorpresa hace que los cumplidos sean más dulces. Y los cumplidos motivan a quien los recibe a hacerlo mejor.

La semana pasada, en un museo, Melanie Dunea, fotógrafa que radica en Tribeca, dijo que “una mujer muy elegante” se detuvo para decirle lo guapa que se veía.

“Me quedé atónita y dejé escapar: ‘Me puse esta vieja bufanda enorme en el último momento porque siempre tengo frío en el cuello; me preocupaba verme vieja’”, recordó Dunea, de 53 años. “‘Au Contraire’, me dijo. ¿Verdad que fue lindo?”.

Una vez, cuando Rebecca Gardner, organizadora de eventos, dejó a su perro Percy en la peluquería de mascotas, la mujer que trabajaba detrás del mostrador se fijó en su vestido vintage de lunares. “Los demás empleados se le unieron con aplausos”, dijo Gardner. Ahora busca vestirse bien siempre que visita la peluquería de mascotas.

Chloe Malle, quien edita Vogue.com, experimentó recientemente este fenómeno en un lugar poco habitual: un funeral. Dos desconocidos elogiaron la chaqueta de satín color chocolate que llevaba puesta. “De alguna manera, inesperadamente, fue la forma perfecta de conectar con la gente en un acto solemne en el que no siempre es fácil entablar conversaciones ligeras”, dijo.

La moda, las elecciones de maquillaje y la fragancia son una especie de “espacio común”, según Jess Matlin, directora de Belleza y Hogar de Moda Operandi; son puntos para empezar a conversar que pueden crear conexión e incluso aliviar la sensación de aislamiento.

Puede que haya algo claramente pospandémico en el placer de hacer un cumplido a alguien en persona.

“Lo que más eché de menos durante la pandemia fue hacer cumplidos a otras mujeres”, dice Lizzy Weinberg, peluquera. “Porque al fin y al cabo, nos vestimos las unas para las otras”.

Ahora que todos hemos vivido sin interacciones casuales, dice Matlin, podemos elegir cómo queremos estar en el mundo. “No es un derecho, es un privilegio tener esa conversación: entrar casualmente en el mundo de alguien y salir de él, con elegancia”.

Aunque las mujeres se sientan más generosas a la hora de repartirlos, los cumplidos pueden conllevar un bagaje cultural. Llamar la atención sobre el aspecto de alguien puede ser un territorio tenso, y algunas temen parecer demasiado aduladoras.

“Mi madre de Nueva Inglaterra siempre me enseñó a no hacer cumplidos ni comentarios sobre la vestimenta o el aspecto de los demás (y nunca, nunca sobre las joyas), para que no se cohibieran o, peor aún, parecer una tonta babeando sobre los diamantes de otra persona”, dijo Alice Vartan, diseñadora de interiores que trabaja en Nueva York y Filadelfia.

Pero Deborah Blum, directora del Programa Knight de Periodismo Científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts, recibió un consejo diferente: “Mi abuela de Kentucky solía decir que la forma más fácil de hacerte feliz a ti misma es hacer feliz a otra persona”. El estrés del mundo, dijo Blum, se hacía más llevadero “sazonándolo con una pizca de bondad”. Y le hace sentirse mejor tener interacciones amistosas con desconocidos.

Aparte de levantar el ánimo, entablar conversaciones sobre el estilo personal de alguien tiene otras ventajas.

“Quizá sea en esta época en la que Instagram o cualquier buscador de Internet intentan venderte cosas que ya tienes”, dijo la sumiller Victoria James, “pero ahora me inclino más por las recomendaciones personales”. Dijo que hace poco pasó junto a una mujer con una preciosa mochila de cuero y le dio la vuelta a la manzana para preguntar dónde podía comprar una igual.

A veces estos encuentros conducen a peticiones de información movidas por el deseo de imitar el look, que quizá sea la forma más sincera de adulación. Pero más a menudo, la gente dice que recibe (y hace) cumplidos por el bien de lo que Roa llama “repartir un poco de alegría”.

Emilie Hawtin, escritora que también trabaja con sastres para confeccionar meticulosas prendas femeninas, dice que hace cumplidos cuando ve a alguien con un estilo personal excepcionalmente único, independientemente de si ella misma llevaría ese estilo. “Cualquier forma en la que podamos levantar el ánimo de alguien, o hacerle sentir visto, es lo menos que podemos hacer por los demás”, dijo.

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