Y si leemos...Dos autores jóvenes
A propósito del pasado Día Nacional del libro, recientemente ejemplificaba sobre algunos proyectos editoriales, referentes de la simulación que suele parasitar alrededor de la vida artística. Es curioso que ahora, desde políticos hasta booktubers, requieran la publicación tradicional de un libro para legitimarse.
Sin embargo, para la literatura coahuilense hay esperanza. Ya no tanto en la voz de sus autores consagrados, de los que fueron rebasados o los que vieron desgastada su apuesta. La literatura de verdad emerge aquí y allá con la fuerza de la hierba salvaje, más allá de definiciones o proyectos de pluralización homogénea. Porque los escritores no pueden fabricarse.
O, díganme: ¿Qué fue de aquella tan cacareada generación de “Los Novísimos” que cierto editor coahuilense quiso impulsar como tentativa generacional, allá por el 2000?
De ellos no hubo ni renovación, ni obra, ni nada.
Hoy hay esperanza porque nueva sangre viene saltando los diques, empujando. Con ínfulas justificadas, buscando nuevos caminos, otros horizontes. Autoedición, sellos extranjeros, con lecturas, interdisciplina y una voluntad avasallante.
Nombres, nombres
Noveles autores emergen y son ya el presente de la literatura coahuilense: pienso en la obra de autores como Laura Luz Morales, Miguel García, Elena Gómez, Carolina García, Édgar Valdés, Leticia Dávila, Óscar Mesta, Luis Castro, Ángel Cuandón, José Luis Molina, Raymundo Mendoza, Nova Reyes, Jetzabé Múzquiz, Martín Molina, Sergio Ramos, Luly Fuentes y otros que se me escapan…
Escritores no cohesionados en torno a una generación, un grupo o un estilo. Delimitados en sus particulares estilos, temas y preocupaciones específicas. Voces distintas.
De esta vorágine de voces rescato para esta reseña dos de los más jóvenes: Carlos Mirón (Saltillo, 1992) y Cecilia Sepúlveda (Saltillo, 1994).
Carlos se ha estrenado este año con su primera novela “Caminando de rodillas” (Punto y coma editores, 2017) y Cecilia con su primer libro de cuentos “De la supervivencia de los salmones y otras especies”, bajo el sello portugués Chiado Editorial.
Supervivencia
Fincado en los ambiguos terrenos de la autoficción, “De la supervivencia de los salmones y otras especies” se nutre de una prosa transparente que abreva en lo cotidiano. El primer libro de Cecilia nos demuestra que -contra las falsas concepciones en boga- es posible ejercer una prosa contemporánea y sin estridencia. Imágenes y situaciones que aún desprendidas de lo más rutinario, rezuman fascinación y extrañeza.
El viaje, el equívoco, la correspondencia, la tristeza; éstos son algunos de los ingredientes que su autora utiliza con aparente simpleza, con maestría:
“Nací triste. Llegué llorando. Desde entonces de vez en cuando mis ojos se llenan de mar. Lloramos, pues. Si a solas, a gritos. Con gente, en silencio. Y dejar que los ojos se limpien como quieran. Que así enjugan las imágenes que más les cuesta ver.”
Y la plenitud como otra retórica:
“¿Alguna vez fui así de joven? ¿Así de feliz? ¿Conocí alguna vez el amor de esta manera? Sí: varias veces. Como un chubasco inesperado, la nostalgia inundó la escena. Nostalgia en temporal. Las aguas tranquilas de los recuerdos arremetían violentamente contra mi cuerpo, expuesto como un faro.”
La sangre y la letra
“Caminando de rodillas”, del joven narrador Carlos Mirón, va en otro sentido.
Es un libro como su tema, duro y filoso. Desde su vertiginoso arranque, convertido en larga elipsis a lo largo de su desarrollo, para volver de nuevo al terrible momento inicial.
Y la rutina, y la ciudad, y el sexo y la política como pesadilla.
El libro de Carlos es anómalo en más de un sentido: pocas novelas escritas en Coahuila han abordado la violencia política contemporánea como este texto:
“Desde el piso , pude abrir un ojo. Veía hacia la calle. Vi a Malena con su peluca de cabello corto. Estaba recargada en una pared, sentada en cuclillas y con una niña en sus brazos. La protegía de los policías que ni siquiera la miraban. Era como si una defensa invisible las escudara de cualquier ataque.”
Contrapuesto a este clima ominoso, como una suerte de contrapunto vital, Mirón se despoja de todo pudor para contar como pocos narradores actuales el ejercicio de una sexualidad liberadora, anárquica, brutalmente explícita. Pasajes que se emparentan por momentos al limbo de la libertad juvenil que Bernardo Bertolucci dibujara en su magistral cinta “Los soñadores”.
“Caminando de rodillas” por otra parte, es un libro fundacional en lo temático. Hasta donde se, ninguna novela de antes o ahora había tocado el tema del magnicidio.
La lucha política, la clandestinidad, el vivir a salto de mata, esos tiempos confundidos de la lucha ideológica y la rabiosa libertad del sexo como preámbulo al fin del mundo me hicieron recordar uno de los cuentos más logrados del extinto narrador mexicano Guillermo Samperio, ganador del Premio Casa de las Américas: “Aquí, Georgina”.
Y el final brutal: México, censo sensorial del infierno en tierra de los encontrados y los desaparecidos:
“De pronto vi que estaba frente a la hoguera. Olía a cabello quemándose. El olor de la carne carbonizada infestaba el ambiente. Me limpié la nariz con mi hombro y recordé la mano del profesor sobre mí. Recordé cuando usaba ropa limpia y los vestidos de Débora mientras discutía con su hermano en su casa. También la casa donde yo vivía infeliz, mi trabajo que a duras penas pagaba los gastos de mi escuela y en el cual ya no podría a volver a sentir el olor del café.”
De la supervivencia de los salmones y otras especies.
Cecilia Sepúlveda
Chiado Editorial. 2017. 104 p.
Caminando de Rodillas
Carlos Mirón
Punto y coma editorial. 2017. 196 p.