Candidaturas independientes que no son estrictamente ciudadanas

Politicón
/ 2 febrero 2017
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Los ciudadanos tenemos a una caterva de enemigos públicos a los que sin embargo, damos trato preferencial y les costeamos una vida que no encuentro mejor manera de describir que “de peluches”.

Por supuesto, hablo de nuestros gobernantes y representantes cuyas prioridades parecen acomodarse en el siguiente orden de importancia:

1.- Procurarse una vida regia a cambio de un esfuerzo mínimo.
2.- Criar, educar y perpetuar a su descendencia en la misma cultura del agandalle.
 3.- Saquear tanto como le sea posible al patrimonio, tesoro y riqueza nacional, ya sea en dinero o en especie, en tierra o recursos naturales, en concesiones, etcétera.
4.- Hacer todo cuanto esté en ellos por hacer de su partido una fuerza política totalitaria, ya que ello contribuye al resto de sus objetivos
 5.- Invertir en su imagen para que pasen en esta vida y en la posteridad como personas honorables.

Para que estos cinco puntos se puedan realizar de manera cabal, tuvieron antes que asegurarse de que el sistema político electoral estaba de su lado, no del lado de los ciudadanos que votan, por supuesto, ¡eso sería un despropósito!

Dicho sistema funciona de maravilla para la partidocracia y sus distinguidos miembros. Cada elección es un auténtico carnaval de dispendio que duele y duele doblemente por tratarse de un país pobre el que lo tiene que sufragar.

Luego está la forma poco transparente y menos equitativa en que se ejercen estos recursos, los escasos y nulos candados para evitar el oportunismo político y al mismo tiempo, todos los obstáculos que se han interpuesto para evitar que el ciudadano común participe en unas elecciones que sin embargo, no dejan de decirle que son suyas.

Hasta hace poco, las candidaturas independientes eran apenas un sueño. Pese a que la Constitución dice que cualquier ciudadano en plenitud de derechos puede votar y ser votado, nuestras instituciones obligaban a que lo hiciéramos a través de alguna divisa política y hacer carrera en un partido es poco menos que, ya sabe,  venderle el alma a don Satanitas.

Las candidaturas independientes hoy son una realidad y ahora todos se quieren lanzar por esta vía, que se supone es eminentemente ciudadana, pero resulta que por esta misma condición cualquiera puede acceder a ella ¡hasta los políticos “de carrera”! ¡Qué chistoso! Las prerrogativas de los políticos son exclusivas para ellos (como el fuero o sus bonos) y los derechos de los ciudadanos comunes… ¡también, por supuesto!

 El caso es que no importa si desde tiempos de Echeverría hemos militado en el Jurásico Revolucionario Institucional y renunciamos hace cinco minutos. Nada ni nadie nos obsta para lanzarnos de “independientes” y que al pronunciar esta palabra se nos llene esa misma bocota con la que otrora jurábamos lealtad al tricolor y besábamos la imagen de cada góber y presidente emanado de sus filas.

¡No le aunque! Lo de hoy es declararse independiente que suena a valiente, indómito y libre, a gente con iniciativa y para nada sumisa; exactamente lo opuesto a un priísta o, para ser francos, lo opuesto a la militancia en cualquier partido.

 Nada impide entonces que un vivales, que hasta de hígado graso padece de tanto yantar y libar a nuestras expensas, abjure de la cruz de su parroquia y venga a engrosar la de por sí concurrida contienda electorera con su rolliza humanidad cebada en la regalada vida de la política tradicional.

Como si no fuera ya suficientemente difícil para el ciudadano promedio discernir de entre los malos y los peores para cruzar alguna de las opciones que se le presentan en la boleta, ahora hay que sumarle a estos viejos dinosaurios de colmillo afilado, larga cola y trayectoria, eclipsando las postulaciones realmente ciudadanas.

Con la ventaja adicional (ventaja para el Poder, no crea que para usted o para mí) de que en tiempos de crisis de credibilidad (como el que hoy atraviesa el PRI), mientras más opciones haya que dividan a la oposición, muchísimo mejor.

Total, que sean cuales sean las condiciones dadas, el rancio sistema político que nos rige siempre sale ganando.

 Yo tenía una idea (utópica como todas las ideas que concibo) para despejar un poco la contienda electoral. La discutimos y ponemos a su consideración en la siguiente entrega, si es que la política internacional no continúa en su frenético espiral descendente hacia la locura y nos vemos obligados en cambio a escribir un apretado manual de supervivencia para en caso de holocausto nuclear.

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