Gracias a los “valenki" los rusos resisten temperaturas de 50 grados bajo cero
Los "valenki" son unas singulares botas de fieltro, que permiten a sus poseedores resistir cómodamente temperaturas del orden de 50 grados bajo cero.
Los historiadores coinciden en que los "valenki" tienen su origen en los "pima", calzado que usaban tradicionalmente los pueblos nómadas de las estepas asiáticas, y que se conocieron en las tierras rusas con imposición del yugo tártaro-mongol.
Confeccionados de una sola pieza, sin ningún tipo de costuras ni juntas, con lana de oveja cardada, actualmente han sido prácticamente relegados a zonas rurales o los utilizan trabajadores que, en invierno, pasan la mayor parte de su jornada a la intemperie.
Antiguamente, cuando se hacían de manera artesanal, los "valenki" sólo se los podían permitir las personas adineradas, ya que su precio excedía con creces las posibilidades del común de la gente.
LA MARAVILLA RUSA
"Un par de 'valenki' costaba por entonces un rublo de plata, cuando por una vaca se pagaban dos", dice a Efe Elvira Mirónova, directora de un museo moscovita dedicado a este tradicional calzado ruso, para dar una idea del precio que tenían antaño.
Muchas veces, en los hogares había un solo par para toda la familia, cuyos miembros se turnaban para usarlos.
"A los 'valenki' los llaman la maravilla rusa, porque no tienen costura, ni se emplean agujas ni tijeras en su confección. Es una invención totalmente rusa", señala Mirónova, que agrega que los mongoles hacen muchas cosas de fieltro, incluido calzado, pero aclara que este lo cosen de varias piezas.
En Rusia, se usaba el mismo procedimiento. "Pedro el Grande y Catalina II calzaban 'valenki' de cañas cosidas", narra la directora del museo, quien precisa que, para fines del siglo XVIII, un artesano de la provincia de Nizhni Nóvogord consiguió confeccionar una bota de fieltro de una sola pieza, técnica que se expandió rápidamente por el país.
Su elevado precio se debía a que el proceso de confección de los "valenki", que son prácticamente una escultura en lana cardada, “requería muchas horas de trabajo y gran maestría de los artesanos, que solo puede alcanzase con años de práctica”, explica Mirónova.
Ante todo, se precisa una pieza de lana cardada en forma de trapecio sobre la que se coloca un molde de tela, tras lo cual el artesano comienza a enrollarlo y desenrollarlo una y otra vez, añadiendo poco a poco lana hasta darle la forma de un calcetín. Con esta frotación continua, la lana, gracias a la estructura de sus fibras, se apelmaza y cobra cuerpo.
Luego, el calcetín se sumerge en un recipiente con agua caliente, a unos 80 grados centígrados, tras lo cual, durante un par de horas, el artesano vuelve a "amasar" y mojar, periódicamente la pieza, que encoge hasta quedar reducida a la cuarta parte de su tamaño original. Finalmente, dentro de la bota se pone una horma de madera y se pone a secar junto a una estufa durante toda la noche.
EL "ARMA SECRETA" CONTRA LOS NAZIS
Pero el uso de los "valenki" no se extendió en Rusia hasta fines del siglo XIX, cuando comenzaron a producirse de manera industrial, con su consiguiente abaratamiento.
Durante la Gran Guerra Patria (GGP), como denominan en Rusia el periodo de la Segunda Guerra Mundial comprendido entre la irrupción de las tropas de la Alemania nazi en el territorio de la Unión Soviética y la capitulación del Tercer Reich (1941-1945), los "valenki" fueron una de las grandes ventajas del Ejército Rojo sobre la Wehrmacht en equipamiento.
La batalla de Moscú, contienda que cambió el curso de la guerra y acabó con el mito de la invencibilidad del Ejército alemán, se libró entre octubre de 1941 y enero de 1942, y coincidió con el invierno más crudo en varios decenios: las temperaturas en los alrededores de la capital soviética llegaron hasta los 40 grados bajo cero y los "valenki" fueron los mejores aliados de los soldados soviéticos.
En el museo se exhiben unas botas de fieltro que pertenecieron al mariscal Gueorgui Zhúkov, el hombre que dirigió la defensa de Moscú e infligió a los nazis su primera gran derrota en la Segunda Guerra Mundial.
"Cerca de 100 millones de pares de "valenki" recibió el Ejército soviético durante la Gran Guerra Patria", cuenta Mirónova, que recuerda que batallas cruciales, como la de Moscú y Stalingrado, se libraron en inviernos especialmente crudos.
Pero los "valenki no solo defienden del frío; también son cómodos en las otras épocas del año: se ventilan mejor que el calzado de cuero o de materiales sintéticos, son flexibles y se adaptan a la forma del pie.
Además, su uso sin calcetines se considera beneficioso para músculos y articulaciones debido a la lanolina que contiene la lana de oveja.
Quizás el único defecto que presenta este calzado tradicional es que no es impermeable, lo que en épocas pasadas se solucionaba añadiéndole galochas de goma.
Actualmente, la industria fabrica "valenki" de todo tipo, con suelas de goma, de media caña e, incluso zapatillas de andar por casa, muy populares entre los mayores.
DESTACADOS:
+++ "A los 'valenki' los llaman la maravilla rusa, porque no tienen costura, ni se emplean agujas ni tijeras en su confección. Es una invención totalmente rusa", dice a Efe Elvira Mirónova, directora de un museo moscovita dedicado a este tradicional calzado ruso.
+++ Antiguamente, cuando se hacían de manera artesanal, los "valenki" sólo se los podían permitir las personas adineradas, ya que su precio excedía con creces las posibilidades del común de la gente.dice a Efe Elvira Mirónova, directora de un museo moscovita dedicado a este tradicional calzado ruso
+++ Los "valenki no solo defienden del frío; también son cómodos en las otras épocas del año: se ventilan mejor que el calzado de cuero o de materiales sintéticos, son flexibles y se adaptan a la forma del pie.
Por Bernardo Suárez Indart/EFE-Reportajes