Joao Havelange, el “rey” de la FIFA que murió rodeado de sospechas

Fútbol Internacional
/ 16 agosto 2016

La omnipotencia que destilaba la figura del dirigente brasileño comenzó a caer en desgracia en diciembre de 2011, cuando renunció a su puesto de miembro honorario del Comité Olímpico Internacional (COI) oficialmente "por razones de salud".

Joao Havelange llegó aún a cumplir su sueño de ver unos Juegos Olímpicos en su país, aunque no rodeado de la gloria que siempre imaginó. Enfermo durante el último mes, el antiguo poderoso jerarca de la FIFA no sólo los vio postrado en una cama tras cumplir un siglo de vida, sino que con su imagen maltratada desde hacía tiempo por sospechas de corrupción.

La estrella de Havelange, muerto hoy por las consecuencias de una neumonía en el Hospital Samaritano de Río de Janeiro, se había empezado a hundir años atrás. Su poder se había diluido paso a paso y también llegó a ser testigo de los daños a la imagen del ente que convirtió en una hoy cuestionada marca deportiva global, la FIFA.

Llegó a estar vivo para los Juegos, como pedía ardientemente en 2009 en la votación que designó a Río como la primera sede olímpica de Sudamérica, pero hasta los honores se quedaron cortos. La arena conocida coloquialmente como "Engenhao" es uno de los estadios de Río 2016, pero el nombre de Havelange es pudorosamente omitido y estos días es llamada a secas Estadio Olímpico.

La omnipotencia que destilaba la figura del dirigente brasileño comenzó a caer en desgracia en diciembre de 2011, cuando renunció a su puesto de miembro honorario del Comité Olímpico Internacional (COI) oficialmente "por razones de salud".

Su salida del cargo interrumpió una investigación en marcha del comité de ética del COI, que había reaccionado con ello a las denuncias del periodista británico Andrew Jennings.

La investigación de Jennings acusaba a Havelange de haber recibido sobornos de la quebrada empresa de marketing deportivo ISL en la década de 1990, cuando todavía era el presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), el organismo que el brasileño comandó durante casi un cuarto de siglo entre 1974 y 1998.

Las acusaciones y la promesa de su heredero como jerarca del organismo, el suizo Joseph Blatter, de divulgar los documentos de las investigaciones de la Justicia suiza sobre el caso ISL, magullaron entonces el aura de Havelange. Dos años después renunció a la presidencia honoraria de la FIFA, que había asumido tras dejar la jefatura oficial de la entidad.

Su segunda salida de la FIFA también estuvo vinculada al caso ISL, después de que un informe del comité de ética del organismo rector revelase detalles de una presunta trama ilegal entre Havelange y su ex yerno Ricardo Teixeira, que dirigió la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) hasta su propia renuncia en 2012.

El alejamiento de los cargos evitó entonces que el dirigente nacido en Río de Janeiro el 8 de mayo de 1916 pusiera fin de manera deshonrosa a una trayectoria fulgurante que lo convirtió en una de las figuras más poderosas del deporte mundial.

Bajo Havelange la FIFA se convirtió en un ente global de estructuras profesionales y una "máquina de hacer dinero", aunque también en un poderosa red de corrupción a nivel planetario.

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El brasileño empezó su "revolución" en el modesto ente rector del balompié tras asumir el poder en 1974. "Cuando llegué a la FIFA, había solamente 20 dólares en caja. Cuando abandoné el cargo, había 4.000 millones de dólares", solía recordar orgulloso el dirigente.

Havelange se dio cuenta rápido del potencial comercial del "producto fútbol" y supo venderlo: amplió el número de países afiliados - hoy son 211, más que los que integran la ONU-, duplicó de 16 a 32 el número de selecciones que participan en los Mundiales y atrajo a patrocinadores poderosos como las transnacionales Coca-Cola, Nike, Budweiser y McDonalds.

Hijo de un inmigrante belga que se enriqueció con la venta de armas y municiones en Brasil, Havelange se dedicó al deporte desde su adolescencia. Como futbolista integró el equipo juvenil del Fluminense, el club de sus pasiones para el resto de su vida. Más adelante se dedicó a la natación y al waterpolo. Como nadador llegó a competir en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, en Helsinki 1952 integró la selección olímpica brasileña de waterpolo.

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Después de cerrar su carrera de deportista en activo, Havelange pasó a ser directivo, primero al frente de la antigua Confederación Brasileña de Deportes (CBD), antes de llegar a la FIFA.

Sus 24 años a la cabeza del fútbol mundial representan el cénit de su poder en el mundo del deporte, aunque el brasileño mantuvo su influencia incluso después de entregar el puesto a su "delfín", Joseph Blatter, hoy también caído en desgracia.

Cuando renunció al COI, al que había ingresado en 1963, Havelange era el único miembro vitalicio de la entidad presidida dos décadas por el español Juan Antonio Samaranch, de quien el brasileño se declaraba admirador.

Su antiguo prestigio se había esfumado en sus últimos días. Cuestionado y enfermo, el veterano dirigente sudamericano evitaba las apariciones públicas desde hacía años. En una de las últimas veces que se le oyó hablar en público, en diciembre de 2011, poco después de dejar el COI, fue concluyente: "Déjenme en paz", reclamó. Hoy esa paz le llegó definitivamente.

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